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El esperpento nacional

Esa efebocracia suprafeminista que no enrojece a Sánchez cuando anuncia, como argumento de fondo, el perfil de su nuevo gobierno es un gesto para titulares y records infantiloides.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.

Publicado por
José María Lozano

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Precisamente andamos celebrando la “berlanguiana”, centenario del valenciano Luis García Berlanga que dirigió, en 1978, La escopeta nacional, un magnífico retrato de las ambiciones empresariales postfranquistas. Quince años más tarde la antológica Todos a la cárcel.

Siempre me ha interesado -sin ser ni mucho menos experto- el tránsito entre Goya y Valle Inclán a propósito del esperpento. Y esa plasticidad, muy arquitectónica, que los grutescos que investigó con denuedo mi colega Margarita Fernández, prestan a la pintura del primero y al teatro del segundo. (El adjetivo grotesco -gruttesco en italiano- está en la definición académica de esperpento)

El Museo del Prado -pese a Manuela Mena- ha recuperado la autoría del genial sordo aragonés para el impresionante Coloso. Y en el Lázaro Galdiano -lo visité no hace mucho con mi amigo Eduardo- se conserva el famoso Aquelarre que rememora con crudeza la escena contra natura documentada en 1610 en tierras hoy riojanas. La España decadente del reinado de Carlos IV, cuando el pintor compartía tertulia con ilustrados como Jovellanos y Moratín.

No hay hoy Goya ni Valle Inclán, no hay Berlanga, capaz de retratar el esperpento nacional al que estamos asistiendo

No lo pudo explicar mejor don Ramón María cuando, en Luces de Bohemia, definió el esperpento como la realidad reflejada en un espejo cóncavo. Ni con más detalle, en su comunión con lo español, en su serie El Ruedo Ibérico. Antecedentes no faltan. Ahí están el licenciado Cabra de El Buscón de Quevedo y las Meninas de Velázquez. Y los epílogos son muchos hasta llegar a Boadella y Tabarnia, pasando por Umbral y Sánchez Dragó. Hay quien en Petronio -arbiter elegantiarum- quiere

encontrar ya un pionero en el estudio de la visión deformada de la realidad, que acaba siempre en una visión deformada de uno mismo. Y eso, y no otra cosa, es el esperpento, “un desesperado modo literario de sentir lo español”, en palabras del escritor de la Generación del 27, Pedro Salinas.

Este extenso preludio -no exento de falsa erudición subsanable con la consulta correspondiente- pretende justificar la hipótesis aventurada que me confirma la definitiva crisis de gobierno -chuletón arriba o abajo- con sus exclusiones, enroques y fichajes, negada dos días antes en Letonia tras correr despavorido al grito de “los rusos, los rusos”. No hay hoy Goya ni Valle Inclán, no hay Berlanga, capaz de retratar el esperpento nacional al que estamos asistiendo.

Esa efebocracia suprafeminista que no enrojece a Sánchez cuando anuncia, como argumento de fondo, el perfil de su nuevo gobierno es, una vez más, un gesto para titulares y records infantiloides. No tardaremos en ver los resultados de este nuevo marketing. Mucho me temo que alimentarán mi modesto bestiario gubernamental.

Todo está dicho sobre el Presidente del Gobierno, pero lamentablemente no todo se ha visto

Un botón de muestra: la valenciana Diana Morant, nueva ministra de Ciencia, es una ingeniera lista y ambiciosa, que accedió a la Alcaldía de Gandía, con cinco escaños menos que el popular Arturo Torró -acorralado injustamente durante años- y el apoyo del único concejal de Cs y la izquierda más radical. Le deseo lo mejor, y estaré atento por lo que me toca.

No le falta razón a la oposición cuando insiste en que la convocatoria de elecciones es la única salida, ni a Díaz Ayuso cuando resume “Sánchez o España”. Tampoco han faltado en sólo veinticuatro horas, editoriales, opiniones fundadas y declaraciones diversas sobre la oportunidad, los matices, el futuro de los salientes y tantas otras derivadas. La posición inamovible de la cuota podemita, coincidente con nuevas contradicciones entre ministros y auténticas provocaciones verbales de sus

protagonistas, parece asumirse como mal menor. O inevitable.

Todo está dicho sobre el Presidente del Gobierno, pero lamentablemente no todo se ha visto. Los grabados de Goya y el teatro de Valle Inclán ilustran esa idea grotesca del esperpento fantástico o irónico, mientras este esperpento nacional que vivimos como si de una serie televisiva se tratara, y sufrimos entre resignados y molestos, es más que una visión deformada de la realidad. Es el retrato grotesco y estrafalario de una realidad conscientemente ignorada.

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