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Embajada: Iván Redondo

Iván no dio una sola idea política. Sólo habló de él, consigo mismo y su gran lección fue que hay que saber cuándo parar.

Redondo, en el programa de Évole

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La gente se ríe de Iván Redondo tras su entrevista en el programa de Jordi Évole. Se ríen de su cursilería al utilizar expresiones como “in my opinon” o “back office”. Quizás quería demostrarnos a todos que su mente está acostumbrada a pensar en inglés, pero sabiendo que es de San Sebastián, quedó como uno de esos marketinianos cursis que tanto gustan de utilizar expresiones como target, brand, show-room…

Pero eso no fue lo peor. Quien durante años ha sido considerado un gran gurú de la política sólo dijo vaguedades y comentarios propios de un vendedor de feria, vacíos de contenido político. Lo cual debería llevarnos a reflexionar hacía dónde estamos llevando, si es que no la hemos llevado ya, a la política española. La hemos convertido en un escaparate, en la que lo importante es agradar al consumidor, el votante, mostrándole las últimas tendencias.

Iván no dio una sola idea política. Sólo habló de él, consigo mismo y su gran lección fue que hay que saber cuándo parar. Pero claro, para saber cuándo parar, primero hay que saber cuándo empezar y él no debería haber empezado nunca a moverse en las altas esferas del gobierno de una nación.

No hubo una sola mención a cosas tales como la socialdemocracia, el liberalismo, en nacionalismo, etc. Y aún menos a los problemas que preocupan a España. Pero claro, para él cosas como el independentismo catalán son solo una fotografía acertada de su señorito, impolutamente trajeado y chocando la mano, en gesto de concordia y control de la situación, al mandamás de los independentistas de turno.

Esas cosas le importan un bledo a quien vive pendiente de la última fotografía en Instagram. Y lo triste es que haya llegado a la cima del poder político en un país como el nuestro.

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