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Hay millones de españoles a quienes nunca nadie le ha hablando bien de España

Callamos, incluso aplaudimos, cuando derriban estatuas de Colón o cuando, quienes hicieron un genocidio con los indios americanos, nos acusan a nosotros de habernos aprovechado de ellos.

Un joven con la bandera de la Cruz de Borgoña (i) y otros tapados con la bandera de España se dirigen acto solemne de homenaje a la bandera nacional y desfile militar en el Día de la Hispanidad, a 12 de octubre de 2021, en Madrid

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El día que juré bandera lucía el sol en Alicante. Habíamos estado dos o tres semanas ensayando el desfile. Teníamos que estar pendientes del paso, de la colocación del fusil, de cómo coger la gorra cuando pasásemos debajo de la bandera, de cómo colocársela luego, etc. Así es que aquel día estábamos nerviosos por si alguno metía la pata y deslucía el acto.

Unos minutos antes de que empezase el desfile mandaron formar a la compañía. Fue entonces cuando el capitán se puso de pie en un altillo y nos dio un breve discurso. Era hombre parco en palabras y dijo poca cosa, pero recuerdo bien cómo acabó. Con estas u otras palabras nos dijo: “Señores van ustedes a jurar lealtad a una bandera por la que mucha ha dado la vida. Siéntanse orgullosos de ella. Y cuando pasen por debajo, olvídense del paso, del fusil, de la gorra, de los familiares que están viéndoles y de todo lo demás. Cojan la bandera y bésenla con efusión. Todo lo demás es secundario”.

Desde que Aznar eliminó la mili, en este país ya hay decenas de generaciones que nunca han oído hablar bien de España, a no ser, claro está, en sus respectivos hogares. En el colegio habrán oído algo de su historia, en unas regiones menos que en otras, pero muy pocos habrán oído a su profesor ensalzar la aportación de nuestro país a la historia de la humanidad. Las ayudas públicas al cine y al teatro han servido para hacer buenas obras, pero ninguna ha puesto en valor nuestra historia común, más bien al contrario lo que han hecho ha sido recordar lo malo y olvidar lo bueno. En las calles cuesta encontrar monumentos que ensalcen a los españoles que han hecho cosas grandes por nuestro país, nuestra cultura y nuestra civilización.

Esa es una de las cosas que nos diferencia del resto del mundo, y así nos va. El desafecto a España es más grande dentro de España que fuera. Callamos, incluso aplaudimos, cuando derriban estatuas de Colón o cuando, quienes hicieron un genocidio con los indios americanos, nos acusan a nosotros de habernos aprovechado de ellos. La defensa de España queda en manos privadas más o menos exaltadas, porque desde lo público nadie hace nada, como si la cosa no fuese con ellos.

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