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Presupuestar y presuponer

Una vez más -¡cómo me las maravillaría yo!- el mago Sánchez hace ilusionismo con las palabras y para ello, si es preciso, nuestro superviviente de manual pervertirá los hechos.

El coordinador de EH Bildu, Arnaldo Otegi (i), y el presidente de ERC, Oriol Junqueras, en la manifestación a favor de los presos de ETA, ayer en San Sebastián.

Publicado por
José María Lozano

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Vistas las circunstancias ando enredado con estos dos verbos tan parecidos en las formas y tan fácil de interpretar de manera torticera, por mucho que su contenido sea obvio y distinto.

Oí decir el martes pasado a Carlos Mazón en el Club de Encuentro Manuel Broseta -con acierto- que Comunidad Valenciana y Generalitat Valenciana no son lo mismo y que su interés y confianza está en la primera. (También le he oído y leído después, “ratificar su orgullo por Rita Barberá; que es el mío. Nuevo acierto). Pues, mutatis mutandis, digo yo que España y Gobierno de España no son lo mismo y que mi interés y confianza está en la primera y no en el segundo.

Los Presupuestos de los que tanto se habla y se hablará, nacen manchados de erratas, inexactitudes, carencias, imprecisiones y ambigüedades. Contemplan enmiendas pactadas y rendiciones previas, esconden chantajes y ocultan su único objetivo creíble: la permanencia de Sánchez en el poder. Y no estamos asistiendo más que a sus prolegómenos.

Pero los presupuestos que resultan de mi interés y cuentan con mi confianza -optimismo si prefieren- son otros, son los presupuestos reales de las familias y de las empresas. Esos que inequívocamente deben acabar en balance positivo porque lo contrario es la ruina o la quiebra. Los presupuestos de los españoles para llegar a fin de mes disfrutando del estado de bienestar -y de bien ser- y de los derechos ciudadanos en democracia (que es frágil y no nos viene dada, en espléndidas palabras del Rey). Esos que, ya saben, se nos han complicado con las subidas de la energía, los alimentos, la inflación, la deuda … y los impuestos. Presupuestar es un verbo de sencilla conjugación y comprometida ejecución práctica. No cabe el error ni el amago y, en la vida real, comporta responsabilidades económicas, civiles y penales. Presupuestar sin base palmaria, en contra de los indicadores y los datos, con fines distintos a los propios, es conducta de índole delictiva.

En paralelo, el ridículo enfrentamiento entre la presidencia del parlamento y el poder judicial (no exento de mala leche por parte del segundo) y el más grave, vía twit de una desaforada Ione Belarra, a propósito del diputado macarra de Podemos, y la más que curiosa -y balbuceante- pretendida justificación del Presidente del Gobierno en la que afirma, tras loar su debida independencia sin atisbo de rubor, que es cuestión a “dirimir” entre Ejecutivo y Judicial. Y el enésimo desafío de sus socios de gobierno, cuestionando con un par la autoridad de su primera vicepresidenta. Esta vez

con más ruido, palabras más gruesas, el apoyo de Errejón y en carambola con una querella improbable e inútil contra la espabilada Meritxel Batet.

Presuponer es otra cosa, contraria a suponer. Es suponer a tontas y a locas, sin rigor ni argumentación alguna, persiguiendo un objetivo o conclusión que carece de base y justificación razonables. Y eso sí parece una foto fija de Moncloa y todo su aparato de fontanería interna o mediática.

Nada es creíble en este Gobierno. Ni el desliz verbal del cínico proetarra Otegi, ni la presunta pelea entre la vicepresidenta tecnócrata y la comunista.

La cosa es que la gramática española -esa que ya aparece en 1492, con El Descubrimiento, de la mano de Alfonso de Palencia, tres años antes del famoso Diccionario de Lebrija- tiene el capricho de identificar el participio pasado de ambos verbos: presupuesto.

Una vez más -¡cómo me las maravillaría yo!- el mago Sánchez hace ilusionismo con las palabras y para ello, si es preciso, nuestro superviviente de manual pervertirá los hechos.

Ya nada es creíble en este Gobierno. Ni el desliz verbal del cínico proetarra Otegi, ni la presunta pelea entre la vicepresidenta tecnócrata y la comunista. Ni el órdago a la Batet, ni -probablemente- las rastas del inhabilitado formalmente. Es palabrería e imagen, pura filfa, bufas de pato.

Y, miren por dónde, no se puede esperar otra cosa distinta viniendo de Sánchez. Porque estos presupuestos presuponen indecencia. Lejos, muy lejos, de la ejemplaridad que ha exigido con valentía Macarena Olona en el Congreso.