Malditos agarrados
Os quejáis de vicio; por inercia repelente; porque sois unos malditos agarrados, unos tacaños de aúpa, unos burgueses y unos antipatriotas.
Impuestos, gabelas, exacciones, tributos, plusvalías, diezmos, trapisondas, inventos y mordiscos a la herencia; toda clase de sajaduras; y todavía os queda suelto para cervezas y atuendos, viajes, tardeos y cuchipandas. Os quejáis de vicio; por inercia repelente; porque sois unos malditos agarrados, unos tacaños de aúpa, unos burgueses y unos antipatriotas.
Tan sólo pensáis en vosotros, y para castigar esa vergonzosa indiferencia, que carga de razón a vuestros gobernantes, os van a sacar las entrañas, os van a dejar sin blanca, os arrancarán el sobrante, los ahorros, lo que ocultáis en el mamperlán, en el doble fondo, en el zócalo y el en camastro.
Y suprimirán el dinero en metálico, para que salgáis de la negrura y vengáis a la luz y los taquígrafos de la base imponible. Os merecéis esto y más por cicateros, por matuteros, por sisadores, por egoístas y por tunantes; porque no votáis bien y todavía queréis que la patria, el estado, el gobierno, la mesta, el honorable politburó haga la vista gorda y renuncie a lo que le pertenece, a lo mucho que le debéis, a todo lo que vale su permanente ahínco en vuestro favor.
¿Así agradecéis que os llene de propaganda el informativo? ¿Así pagáis que muestre a vuestros hijos el anchuroso bulevar de la perversión? Miradlos, tan felices, con las guedejas azules y el piercing lingual, borrachos de pantallas y sordideces, marchando en grupo hacia el averno. Está liberándolos de la represión y del autocontrol, de la responsabilidad y del esfuerzo, del idealismo, el desinterés, la espiritualidad y la certidumbre, para que deambulen libremente por el vasto, si bien algo mefítico, cenagal del relativismo.
En cuanto se les embote la pituitaria remarán agradecidos en la gabarra de Aqueronte; lo darán todo a la causa; no escatimarán esfuerzo alguno hasta que advenga el barquinazo colectivo, la revolución 2.0, el reparto de todo, el despojamiento del pobre y del rico en favor de la nueva clase aristocrática, de la nueva raza superior, de la ignorancia entronizada. Llega el tiempo de la memez, de la falacia y el facilismo, de la frivolidad moral y lingüística —ellos, ellas y elles, autoridades y autoridadas—, de la cochambre intelectual y el adefesio político, del suspenso aprobado y a la marcha, del sentido común apiolado y la libertad obligatoria. Del despiporre absoluto.
Y vosotros escondiendo el dinero, protestando impuestos, demorando la ocasión feliz en que gustaréis el confite del sacrificio, la dulce ambrosía de la inmolación, que será vivir sin trabajar, todo el día en medio del arroyo, con la camiseta de tirantes y la cartilla de racionamiento, sin otra preocupación que hacer cola y llenar el bandullo. La red social os ha encurtido el cerebro, y no veis tres en un burro; no sabéis lo que os conviene; no paráis de quejaros; no hacéis más que pedir explicaciones, como si los periodistas tuviesen que preguntar y los políticos responder.
¿De qué guindo habéis caído? ¿Qué frecuencia es la que no pilláis en la emisión comunista, marxistoide y leninurria que sale de las covachas, los palacetes y los chiscones del nuevo poder? ¿No veis, acémilas, que si os fríen a impuestos es en vuestro propio beneficio? Sois incorregibles; os empeñáis en ser tan burgueses como los mandamases; no comprendéis que la burguesía es un lastre social, un impedimento para la igualdad, una carga que vuestros líderes políticos quieren llevar por vosotros.
Ellos padecerán el agarrotamiento de la poltrona; ellos doblarán el espinazo bajo el peso de la existencia regalada, los desplazamientos en limusina y las atenciones de los fámulos; ellos arrostrarán la inflamación, la horripilante hinchazón de la cuenta corriente; y soportarán esto con heroica entereza, con abnegado altruismo, emocionados al ver que vosotros, ajenos a tanta servidumbre, vivís desembarazados y contentos.
Muerto el perro del ahorro se acabó la rabia, la locura, el desasosiego y el frenesí del consumo. No hagáis caso de los agoreros; ellos piensan que la idea fija, la obsesión, el objetivo de la bolchevía marfuz es vaciaros la cartera, esquilmaros el ahorro y dejaros en el rumiajo puro. No hay tal; así que no le deis vueltas y aceptad la dentellada tributaria como un mal menor, como una tarifa simbólica, como un donativo agradecido a cambio de la libertad esclavista, la esclavitud libertaria o como diantres pueda formularse la engañosa narcolepsia en que la propaganda y la pantallomanía os van sumiendo la conciencia.
La nueva democracia —el nuevo comunismo en edición especial para ignorantes— puede parecer miseria moral y económica, pero es mucho más: también implanta la confusión relativista —encubriendo las verdades objetivas bajo un alfombrote de sandeces y cohonestaciones—, y saca los cuartos al personal, cobrando a todo quisque y mucho, convirtiendo al estado en caja de caudales. Todo es público —les encanta decir «público»; se les cae la baba cuando lo dicen—, y todo lo paga el estado con vuestro dinero. Una ingente actividad pecuniaria que no genera riqueza en vosotros, pero sí en los amados líderes.
El comunismo —el socialismo, la izquierda— es autófago: el sistema se consume a sí mismo a base de atracar al personal, dejarlo a dos velas y luego compensar el desastre con subsidio a discreción. Lo de ahora, por tanto, sólo puede acabar de una forma: en chanclas y camiseta, roña y lamparones, hedor e impotencia. Y sin muda: únicamente lo puesto, con el día de colada bajo el tipi/choza/bohío, esperando en taparrabos a que sequen los pingos.
Así os veréis enseguida —cuatro decretos-ley mal contados—, con lo que alcanzaréis el desprendimiento supremo, el chilindrón comunisista, el nirvana de la depuración. Ya casi os remuerde usar automóvil, embaular carne o tener la perversa humorada, el pecaminoso antojo de ingerir dulce, sentimientos que os elevan y demuestran que vais bien.
Os dejarán pelados y os fiscalizarán el pensamiento, que será estar en la indigencia por partida doble; pero no tengáis miedo, que asustarse por eso es de mezquinos y alevosos, de rebeldes y levantiscos, de machistas y homófobos, de fachendas y tacaños. Pagad y callad, que harto asequible os lo ponen. Pagad y callad, que aún os queda un pico para el ocio escandaloso. Pagad y callad, que para eso votasteis. Pagad y callad, malditos agarrados.
*Escritor. Podéis contactar con él escribiendo al correo juviyama@hotmail.com