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No dejar a nadie atrás: la historia de Mina y su final feliz

Se llama Mina y llegó en patera hace unas semanas a Calpe. Viajaba desde Argelia con su familia. Desafortunadamente, esta historia no parece excepcional, salvo por ser Mina una gata

No dejar a nadie atrás: la historia de Mina y su final feliz

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Y su familia nos ha dado una verdadera lección de empatía.

Cuando la patera en que viajaba Mina llegó a la costa, quienes acudieron a atenderles encontraron a cuatro hombres adultos y una familia, formada por un matrimonio, cuatro hijas y la gata. Y así lo hicieron saber. La gata formaba parte de su familia, la habían criado desde que era muy pequeña y no querían que la separaran de ellos. De ser así, preferían volver a Argelia.

Imagino lo que muchas personas carentes de empatía (hacia los animales y hacia las personas) estarán pensando si leen esto. Que si vuelven por un gato no estarán tan mal y sandeces similares.

Pero lo que esta familia en realidad nos está enviando es un potente mensaje. Que su familia está formada por 7 miembros y que no van a abandonar a ninguno de ellos, ni en las peores circunstancias.

En este caso, la familia ha podido permanecer unida. De hecho, cuando les informaron que autorizaban a que permaneciesen juntos, las niñas comenzaron a llorar de alegría mientras abrazaban a Mina. ¿No habrías hecho tú lo mismo ante estas circunstancias por uno de tus seres queridos?

Este caso, por suerte tuvo un final feliz y nadie obligó a que esta familia tuviese que escoger entre su vida o permanecer unida.

Pero esto, por desgracia, no siempre es así.

Nunca olvidaré el caso de Ucanca, una mujer víctima de la violencia machista, que tuvo que estar viviendo a la intemperie, en una tienda de campaña, porque la obligaban a separarse de Lobo, su perro, si quería tener acceso a una casa de acogida.

Su perro también había sido maltratado (es de sobra conocido que en numerosas ocasiones el maltratador utiliza la violencia hacia otros miembros de la familia para hacer daño a su “víctima objetivo”) y era su única familia. Ucanca no estaba dispuesta a abandonarlo. Una auténtica demostración de lo que de verdad significa el amor.

Más recientemente hemos asistido, con la erupción del volcán de La Palma, a situaciones muy dolorosas. Por una parte, hemos conocido la peor cara del ser humano. Nunca sabremos cuántos animales han muerto de forma terrible engullidos por la lava, porque sus responsables, actuando con una crueldad inconmensurable, los han dejado encerrados en recintos de los que es imposible escapar.

Pero contraponiendo esta atrocidad, está la historia de Pedro, que, huyendo del volcán, estuvo viviendo en su coche con sus tres perros, porque la única alternativa que le ofrecieron para darle cobijo era que dejase a sus perros en una perrera, y se negó a hacerlo. Pedro no iba a abandonar a su familia.

Estas historias son sólo un ejemplo de familias diversas y personas con empatía que están dispuestas a renunciar a su propia integridad si ésta depende del abandono de sus seres queridos.

Pero no son casos aislados.

Estoy segura que cerca de tí, seguramente no lo sabes, pero alguien está anteponiendo el amor hacia alguien a sus propios intereses.

Yo conozco el caso de Ramón. Lleva años viviendo en la calle. No puede acceder a ningún centro, ni siquiera alquilar una habitación, porque su compañero, Oli, es un perro. Ramón y Oli son uña y carne. Nunca ves a uno sin que el otro esté unos pasos más allá.

Y cuando llega la noche, también las gélidas de invierno, duermen al resguardo de un cajero. Se protegen mutuamente, se proporcionan algo de calor pero sobre todo, se tienen un cariño inmenso. Y ese amor es tan generoso, que Ramón ha descartado incluso guarecerse durante el frío del invierno o cambiar el duro suelo por una cama por no dejar atrás a Oli.

Conocer todas estas historias exige reflexionar.

En primer lugar, que la empatía no conoce de sexo, de clase social, de nacionalidad,…, es algo universal.

También que cada vez son más las familias diversas, que incluyen a animales no humanos entre sus miembros y que menospreciar sus vínculos afectivos es un reflejo de la más absoluta ignorancia.

Finalmente, que quienes nos gobiernan no están a la altura de las demandas de la sociedad y siguen ejerciendo un trato discriminatorio, no sólo hacia los animales a los que desprecian, sino hacia quienes los consideran su familia y, pase lo que pase, no están dispuestos, de verdad, a dejar a nadie atrás.

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