Del término países catalanes y su uso oficial
Cuando hablan de un ámbito económico no es más que una formulación pragmática de la vieja ensoñación del romanticismo que se forjó en las llamas de la renaixença literaria.
La construcción teórica de los países catalanes está intrínsecamente relacionada con el sustrato ideológico que dio origen al catalanismo en el siglo diecinueve. Fue fruto de ese romanticismo literario que recorría el continente y contó con el auspicio de la burguesía local cuyo desarrollo industrial les permitió proyectar un sentimiento nacionalista que giró en torno a su mayor hecho diferencial respecto al conjunto de España, la lengua propia.
El sustrato del nacionalismo catalán es cultural y el de su expansionismo básicamente lingüista, de ahí que uno de los ejes de su discurso y de su acción haya sido la obsesión por la unidad de la lengua y la inmersión social cómo mecanismo de colonización del uso de la lengua catalana en todos los ámbitos posibles empezando desde el control político por el público.
Si en la Comunitat Valenciana el conflicto lingüístico ha ido más allá de un debate entre filólogos partidarios de la unidad o de la secesión normativa, y no se ha quedado reducido a una cuestión onomástica. Ha sido precisamente porque ese es el vínculo medular sobre el que se asienta las bases del pancatalanismo político.
Cuando el Sindic de Compromís en Les Corts, dice que los países catalanes son un ámbito cultural, no está diciendo otra cosa que son un ámbito nacional, el de la nación de los que hablan la misma lengua. Cuando hablan de un ámbito económico no es más que una formulación pragmática de la vieja ensoñación del romanticismo que se forjó en las llamas de la renaixença literaria.
Una idea, la de la nación cultural, que impregnó a las elites del nacionalismo y de la izquierda mayoritaria en la valencia franquista y que pervive en muchas de estas organizaciones cómo un dogma irrefutable e incluso en algunos casos se convierte en un caballo de batalla que se asume como propio del adn ideológico en el caso de las formaciones que se declaran de izquierdas, que en llamativo contraste se vieron alejadas de la defensa de la foralidad en tanto que seña de identidad originaria y privativa se contrapone como elemento único y diferencial del pueblo valenciano.
Sin ir más lejos la semana pasada los senadores del PSOE votaron junto a los del PNV a favor del uso del término países catalanes, idea que en el marco territorial español deviene manifiestamente contraria a lo que se preceptúa en el artículo 145 de la Constitución, que no deja de hacerse eco del artículo 13 de la constitución republicana de 1931, que contenía la prohibición de federaciones de regiones autónomas (hoy comunidades autónomas), en pro de una relación horizontal de los diferentes territorios que voluntariamente accedieran al régimen autonómico.
Que no hace otra cosa que inferir que las autonomías están informadas por el principio de igualdad.
Una igualdad que se traduce en respeto, el debido respeto institucional a la Comunitat Valenciana, cuyo autogobierno que se sustenta en la voluntad política de los vecinos de los municipios que la integran y en la voluntad de la inmensa mayoría de las fuerzas políticas que los representan como se ha venido dando de manera recurrente.
No se trata de prohibir términos, ni de impedir que quien quiera pueda promocionar los países catalanes como proyecto ideológico, pero sí en una cámara como el Senado, que aspira a ser la casa de la representación territorial en España, se guarde por lealtad institucional y el debido respeto a la configuración y denominación oficial de la Comunitat Valenciana, comprendiendo siempre que ni los sentimientos pueden ser regulados ni la historia merece una interpretación única, pero que la realidad de nuestras instituciones y nuestro autogobierno merecen un respeto oficial.
*Abogado.