Yolanda Díaz, la ministra consumista
Tras los últimos acontecimientos, ni me atrevo -todavía- a incluir su nombre en la divertida sección “izquierda caviar” ejemplificada por Mónica García. “Izquierda huevas de lompo” por ahora
Sin permiso de mi admirada Macarena Olona -hoy no ahorro el calificativo elogioso, querido Jacobo- voy a intentar justificar porqué creo que el adjetivo que uso en este titular, resulta más apropiado. Y conste que no la conozco, ni siquiera la he visto de cerca, aunque me temo que ella y nuestra Mónica Oltra, apenas unos meses mayor, son almas gemelas. Tampoco he consultado con su otrora conmilitón y jefe de filas, el inane ministro del juguete Garzón, experto en la temática a la que quiero referirme.
Hija y sobrina de conocidos sindicalistas de CC OO en la ría de Ferrol, nacida en Fene, cuya Casa do Concello (Ayuntamiento) construyó en 1977 el prestigioso arquitecto Premio Nacional de Arquitectura Alberto Campo Baeza, se incorporó desde su juventud a las filas del “revisionismo comunista” de Santiago Carrillo. (Hace un par de años confesaba a Vanity Fair, de esa forma cursi y comunista que dicen caracterizaba al propio Stalin, que “con solo cuatro añitos Santiago Carrillo me besaba la mano”. Lo que, naturalmente, formará parte de su particular memoria democrática). Licenciada en
derecho en Santiago, con veintisiete años se colegiaba en 1998 para trabajar como abogada laboralista independiente. Sus pretendidos tres másteres, pomposamente establecidos en su currículo oficial de Moncloa como ministra de Trabajo en enero de 2020, fueron rebajados a simples postgrados, y borrados de hecho, con su ascenso a la vicepresidencia en el pasado marzo.
En 2012 tocó asiento en el parlamento gallego, con su primer coctel electoral e inauguró la serie “parlamentaria con bebé”
En 2005 dio su primer salto a la política funcional formando parte de la candidatura de IU en Ferrol, sin conseguir escaño. No así, dos años más tarde aunque por poco tiempo (rompieron la coalición a los quince meses), fue teniente de alcalde de un cuatripartito presidido por el socialista gallego Luis Irisarri.
Desde su apoyo decidido a Cayo Lara para el liderazgo de IU en 2008, durante nueve años ha ejercido la responsabilidad de Políticas Sociales en su comisión ejecutiva. Lo que la ha permitido brujulear con éxito desde entonces. En 2012 tocó asiento en el parlamento gallego, con su primer coctel electoral, Alternativa Galega de Esquerda (AGE) e inauguró la serie “parlamentaria con bebé”, y desde 2015 -ya son tres legislaturas- en la carrera de San Jerónimo como número dos por Coruña, nadando entre las Mareas podemitas, en una nueva coalición con pérdida de siglas y mal vista por sus bases. En 2019, cuando ya ha abandonado incluso la militancia en IU para regresar al PCE del tierno recuerdo de su niñez, en su especial debut en Vanity, se declara íntima amiga del matrimonio Iglesias-Montero. No me consta su actual intensidad tras los últimos acontecimientos, ni me atrevo -todavía- a incluir su nombre en la divertida sección de “izquierda caviar” que ejemplificaba recientemente Mónica García con su habitual presencia en los telesillas de Navacerrada. “Izquierda huevas de lompo”, como mucho y por ahora.
Apenas iniciado su “proceso de escucha” -será todo oídos a sí misma, y a quién se los regale- para su original proyecto de “frente amplio”, una de cal y una de arena, amplias pero prietas las filas al frente, decae la excusa de un viaje a su querida terra galega y confiesa no haber ido al 8M porque se las veía venir, y advirtió a Sánchez, que se hizo el sordo. Aviso para navegantes, porque la que ya no milita en IU, ni en Podemos ha militado o dirigido, según autodefinición, pese a ser designada para la sucesión – y de la de la propia Carmen Calvo- por su amigo Iglesias, presentará después de Navidad, tal vez como regalo de Reyes (o de reinas magas), las líneas maestras de su nueva plataforma electoral conformándose con asaltar la Moncloa, más a mano que los cielos de su mentor.
Que le vaya bonito con su oratoria mojigata de neófita entusiasmada (incluida en la audiencia papal) y su lenguaje gestual de arúspice celta matriarcal
El español -ya saben, mis queridos lectores amigos- siempre tan rico, recoge en su Diccionario de la RAE, “destruir, extinguir” como acepción primera. “Desazonar, apurar, afligir” coloquialmente y, en países como Colombia, “zambullirse”, aparte de los usos orales más domésticos y comunes. Así que ahí lo dejo -que diría un castizo- señora vicepresidenta consumista, y que le vaya bonito con su amplia plataforma, su oratoria mojigata de neófita entusiasmada (incluida en la audiencia papal) y su lenguaje gestual de arúspice celta matriarcal. Mejor que en su última visita a Valencia y a Oltra, en todo caso.