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¿Y ahora qué?

Algún arrepentimiento sincero, tibios reconocimientos tardíos, discretos mutis por el foro, calibradas dosis de hipocresía, cinismo absoluto, y hasta “sostenella e no enmendalla"

El autor del artículo, José María Lozano, con Rita Barberá durante una entrevista televisiva.

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José María Lozano

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Ayer, 14 de diciembre, que el santoral cristiano dedica al místico Juan de la Cruz -y a otros dieciséis nombres-, se archivó la causa del “pitufeo”. Apenas cuarenta y cinco días más tarde del duro auto de procesamiento contra 49 dirigentes municipales del PP del último mandato de mi querida Rita Barberá, seis años más tarde de la denuncia anónima ante la fiscalía -que “carece de valor alguno según reiterada jurisprudencia”, como indica literalmente la resolución de sobreseimiento-. Seis años de titulares escandalosos -envenenados algunos- oportunamente servidos a los correspondientes intereses partidarios, seis años de humillación para los investigados y de flagrante desprecio de la presunción de inocencia.

El propio chascarrillo por el que se ha popularizado -el famoso “pitufeo”- es un indicador de la banalización y la frivolidad que se ha alcanzado con la judialización de la política en España. Una suerte de simbiosis de prevaricación y malversación combinada que escapa del marco legislativo que sus hipotéticos actores -jueces y fiscales- infligen sin embargo al administrado. Fundamentalmente si hay política por en medio.

He analizado ocho titulares de la noticia. Solo ABC la destacó la en su portada, citando a la alcaldesa expresamente, como también lo hacía ESdiario nada más conocerse. El resto de los nacionales lo hizo en la sección de la Comunidad. La colega de Levante que siempre se ocupaba de este caso con palabras gruesas, optó por señalar que la Audiencia “no ve acreditado” el delito … “y archiva”. Sin citar al PP, por cierto, como tampoco lo hizo Las Provincias. El resto sí lo citan.

Pero lo cierto es que, la Resolución de Archivo Provisional inapelable que ha dictado el magistrado Pedro Castellano desde la sección 4ª de la Audiencia Provincial - la misma ante la que se allanó Consuelo Císcar en julio pasado- pone fin por el momento a la petición de penas de hasta quince años de prisión para alguno de los acusados, y de responsabilidad civil en términos económicos para el PPCV como persona jurídica, que sostuvo el titular del Juzgado de Instrucción nº 18. (Y que saltó a los medios el mismo día de la clausura de la Convención nacional del PP en la plaza de Toros, dónde se vitoreó a la Alcaldesa de España)

¿Y ahora qué? Y ahora ná. O paciencia y barajar, que solía decir mi padre cuando le venían mal dadas. Oportuna y justa reivindicación, algún arrepentimiento sincero, tibios reconocimientos tardíos, discretos mutis por el foro, calibradas dosis de hipocresía, cinismo absoluto, y hasta “sostenella e no enmendalla”. Toda una tipología posible de reacciones mediáticas -si se produjeran- donde situar, comparándolas con las que en su día dispensó, por ejemplo, el alavés hoy senador del PP por Castilla León. O las del ex ministro tertuliano de la Sexta. Las de su contertulia extremeña, como buena comunista, pertenecerían al último tipo con seguridad. Rajoy con su tweet es fiel a su perfil.

¿Y ahora qué? Y ahora ná. Hasta el próximo capítulo -quizás ya escrito- del culebrón que componen otros casos de similar operativa (unos juzgados, otros pendientes de sentencia), de archivos y desarchivos forzosos, que agrandan la debilidad del procedimiento y el dolor de los procesados. Pero son muchas las instituciones de la sociedad civil, las personas físicas y jurídicas, los profesionales y los trabajadores, los valencianos en suma, que aplauden con satisfacción la noticia. Y así nos consta en el Observatorio para la Cultura Urbana Rita Barberá. Valencia y Ciudad, que pusimos en marcha hace unos meses y ya trabaja en el estudio de su amplio legado.

No hace ni tres semanas que asistimos a la misa celebrada en su memoria cinco años después de tan tremenda pérdida. Algunos la seguimos viendo sonreír. Creo que hoy ríe a carcajadas.

¿Y ahora qué, Rita? … Y ahora ná, José María.

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