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Inmunidad o rebaño. Cuento inclusivo de Año Nuevo

Lo de la inmunidad de rebaño -y hay que ver con qué tesón lo cantan voceros y locutores- se me antoja que es una inmunidad de tercera, una suerte de inmunidad popular y barata, de borregos.

"vacunología", "transgénero" o "poliamor" son algunas de las novedades del Diccionario de la Lengua Española (DLE) que ha presentado la Real Academia Española.

Publicado por
José María Lozano

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Como bien sabe el amigo lector que me sigue, éste que suscribe, devoto del español pese a los arañazos que a menudo genera mi ignorancia (“maestro ciruela” ha llegado a llamarme, estricto, alguno de los por crítico más queridos), quiere homenajear de nuevo a nuestra rica lengua común. Y a su Real Academia.

Es sabido y digno de elogio su permanente trabajo de actualización del español, incorporando al diccionario aquellos términos que ya los españoles han hecho suyos en la calle. Con la debida prudencia y con el noble objetivo de enriquecimiento y engrandecimiento de un idioma cada día más apetecido y enaltecido por otros. Aunque a menudo desprotegido o atacado por propios. Hasta dos mil quinientos nuevos términos ocupan ya, y para siempre, una acepción en el precioso compendio

de las palabras que es su Diccionario. Muchos de ellos extraídos del lenguaje coloquial de los jóvenes (jóvenas no).

Hace tiempo que “ola”, como fenómeno repentino e imprevisto tiene una acepción relacionada con la salud. El oleaje o conjunto de olas -bien lo sabe mi amigo Jose que es buen surfista- no es tan repentino ni imprevisible, pues se razona con la temperatura y los vientos. Sexta ola se ha llamado a la que vivimos en plena Navidad (al menos este año no he oído la estupidez de “fiestas de invierno”) con la Omicrón del griego en el punto de mira. Tal vez por la enésima imprevisión del Gobierno pudiera llamarse así. Pero “pamí” (apócope castizo) que esto es ya galerna del Cantábrico español.

Las más raras de las nuevas, como “trolo” o “trolear” por ejemplo, se las he oído a mis nietos, y “finde” ya lo uso yo haciéndome el moderno. Las más odiosas, como “cuarentenear” o “desescalada”, residuo solidario del bicho y el Gobierno, se han incorporado a toda leche (expresión muy popular pero innecesaria).

Sexta ola se ha llamado a la que vivimos en plena Navida, al menos este año no he oído la estupidez de “fiestas de invierno”

La “immunitas” latina fue cualidad de independencia, casi un sinónimo, y no es raro encontrarla así en eruditas traducciones de textos clásicos. No en español, que pese a su cercanía léxica, y como cualidad del inmune, remite a la protección del delincuente que en la antigüedad se prestaba en algunos templos; y en términos biológicos o médicos se define como resistencia natural o adquirida de algunos individuos. Claro que, de inmediato, recoge el adjetivo parlamentaria, que es la que “mola” (verbo hace tiempo admitido) como todo el mundo sabe.

“Rebaño”, de incierta etimología, como también sabe todo el mundo es un grupo numeroso de ganado, fundamentalmente ovino. Extensivo a otros animales, siempre animales de granja (como los de Orwell, que también escribió un Homenaje a Cataluña). Así lo recoge taxativamente el diccionario, por mucho que “rebañar” sea otra cosa (que se compadece por cierto con el privilegio parlamentario). O en Latinoamérica se “rebañen” los más limpios varias veces al día. Que también es otra cosa.

De manera que cada vez que oigo lo de la inmunidad de rebaño -y hay que ver con qué tesón lo cantan voceros y locutores- se me antoja que es una inmunidad de tercera, una suerte de inmunidad popular y barata, de la que no mola, una inmunidad de borregos. Y me rebelo contra los cerdos (como en la novela de Orwell). ¿Inmunidad o rebaño? Pónganle esta vez música de José José cantando Gavilán o Paloma, con las connotaciones que quieran, que estamos en un año nuevo.

Qué obsesión. Y que forma de mentir en la cara al amparo de la inmunidad parlamentaria

He oído las quejas de los palmeros de La Palma porque no llegan las ayudas (en estas ocasiones no sirven las palabras, aunque atrapan) y al todavía flamante Bolaños - pertinaces estos aprendices de Sánchez- hablar de “cifras record y sin precedentes”. Qué obsesión. Y que forma de mentir en la cara al amparo de la inmunidad parlamentaria. Que es la que mola, tanto como el privilegio del que se beneficiaban los forajidos de antaño.

Balaremos, una a una, las campanadas del cambio de año. Yo lo haré dos veces para recordar a La Palma. Y entre balido y balido expresaré un deseo, todo el rato el mismo: que se acabe esta pesadilla que es el consorcio entre el bicho y un gobierno incapaz y mendaz a partes iguales. Con mi inmunidad -de la que no mola- de mascarilla renovada y continuo test de antígenos a millón. Con la familia por video whatsapp (meta) y que crezca el gigante que más inmunidad cosecha. Los abrazos de verdad, a la mierda.

Creo que este cuento es inclusivo porque hasta los niños saben que tengo razón.

Feliz Año Nuevo queridos lectores. Amigos.

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