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El campo valenciano agoniza frente a la 'avalancha' de naranjas sudafricanas

Los agricultores dejan sus cultivos de naranjas sin recolectar por los precios irrisorios y la escasa salida comercial en el mercado comunitario de la Unión Europea

Campo valenciano con naranjas por los suelos

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El campo valenciano agoniza. De nada han servido las movilizaciones de centenares de agricultores estos últimos meses para advertir sobre las consecuencias que podría acarrear el descenso progresivo en el precio de las naranjas. A estas alturas, el daño se ha vuelto irreversible. La realidad que deben afrontar ahora es la de ver los campos perdidos por no poder sacar al mercado sus cosechas a cambio de una pequeña rentabilidad. En el caso de la campaña de la Navelina, que debería estar en pleno apogeo, se encuentra prácticamente perdida y con unos precios irrisorios que ni tan siquiera cubren los costes de producción.

El agricultor que se levanta cada mañana a trabajar el cultivo de la naranja tiene un gasto fijo de unos 7 céntimos por kilo mientras las cotizaciones actuales de mercado rondan una media de 9 céntimos el kilo, cifras ridículas y que dejan escaso de maniobra especialmente viendo que el pasado año por estas mismas fechas eran del doble aproximadamente. Aunque el mayor problema lo están encontrando a la hora de dar salida a sus cosechas, con un ritmo de recolección muy inferior al de campañas anteriores por el acopio de naranja de Sudáfrica que han realizado las principales cadenas de distribución europeas e importadoras.

Parte de esta responsabilidad reside en el actual acuerdo comercial de la Unión Europea con Sudáfrica, vigente desde junio de 2016, que facilita la entrada de naranjas sudafricanas con una reducción progresiva de aranceles hasta 2025, fecha en la que desaparecerá la obligación de pagar derechos de entrada al mercado comunitario, y que le exime de unos controles fitosanitarios que sí tiene el sector citrícola europeo, lo que unido a los bajos salarios del país les permite obtener ventaja competitiva y vender a unos precios imposibles para los agricultores valencianos.

La incidencia de este punto concreto del Acuerdo ha traído consecuencias muy negativas, tanto desde el punto de vista económico, objetivo principal del Acuerdo, como fitosanitario y que se exponen ampliamente en los siete informes técnicos de La Unió entregados en Bruselas como base para reclamar una revisión del mencionado acuerdo.

El pasado año, hubo hasta 19 interceptaciones de naranjas sudafricanas -7 de ellas con Phyllosticta citricarpa -CBS- y 2 con Thaumatotibia leucotreta- por contener organismos nocivos y peligrosos para la salud humana, lo que pone de manifiesto, en aras a la revisión del acuerdo comercial que se producirá este año, la necesidad de garantizar envíos libres de plagas y fomentar el consumo de productos comunitarios.

Desde Bruselas insisten en que los problemas que está atravesando el sector se deben a una cuestión de productividad, y no a ningún acuerdo, ni con Sudáfrica ni con Brasil o Argentina. De hecho con estos dos últimos la UE no tiene ningún acuerdo comercial (aún lo están negociando junto con los países de Mercosur), por lo que no tienen ningún tipo de acceso privilegiado al mercado europeo. La razón principal que aportan es la grave caída de precios es la sequía de los últimos meses, seguida con periodos de fuertes lluvias que han afectado las cosechas y que también han afectado su calidad.

Sin embargo, a todas estas dificultades toca sumar el aumento de costes tan importantes como la electricidad, fertilizantes o combustible. Otro de los atenuantes que están marcando la temporada es la pandemia, con un incremento de los casos positivos en cuadrillas de recolección de por sí mermadas por la ‘fuga’ de mano de obra al sector de la construcción o la hostelería.

Con estos mimbres, a los agricultores sólo les queda tres opciones: dejar los campos sin recolectar, regalar las naranjas o destinarlas a la producción de zumo con una rentabilidad paupérrima (0,03 euros por kilo). Por ello, hay quien intenta resistirse aferrándose a la última esperanza que les brinda las redes sociales para dar salida a sus cultivos. Es lo que ha hecho un agricultor valenciano tras conocer que la cooperativa que comercializa sus naranjas no le encontrará una salida al mercado este año. A través de su cuenta de Twitter, ofrece envíos a domicilio para no dejar sus 600 naranjos sin recolectar.

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