Hegemónicamente necios e intolerantes
En necedad los españoles parecemos alcanzar ya grado endémico. O al menos así se nos trata.
Creo que la película más conocida de Gene Kelly fue Cantando bajo la lluvia (1952). Entre los protagonistas estaba Donald O'Connor, que se hizo famoso con aquellas desternillantes escenas de la Mula Francis, secreta fuente de información estratégica del soldado Stirling.
La delicada negociación entre EEUU y Rusia a propósito de Ucrania y la OTAN, no es para tomarla a broma. Con Europa ninguneada pese a estar territorialmente implicada. Y dividida una vez más, por la ausencia de liderazgo, por el capricho de las extravagancias nacionalistas, y por la irracionalidad de izquierdistas radicales, comunistas y afines. Veremos como contesta un Biden en baja a las exigencias de un Putin todopoderoso.
Como delicado es que en el propio Gobierno español se alimenten ambas opciones, la prorrusa y la proOTAN. Y aquí, la exigencia de la oposición es, como debe ser, que mantenga -por una vez- su palabra, calle esas voces maledicentes y cese a sus autores, pertinaces en la infamia, el insulto y la provocación.
A la vista de esta enésima ola, no cabe otra que insistir en la vacuna de la libertad, la inteligencia, el tesón (y sé que sonará tierno e inusual) y la bondad.
En otro orden de cosas, más domésticas, aunque no más ligeras, permítanme volver a la Mula Francis que era famosa en mi niñez, y representaba la mayor fantasía de un chaval: el amigo secreto imaginario con forma animal. Y con información reservada a la medida del consumidor. También se decía lo “de palo y zanahoria”, el mulo detrás de la zanahoria. Para mí que la cosa va de mulos entre unos y otros asesores de la política gubernamental.
Mi abuelo Lucas sostenía que la necedad, lejos de ser un mal congénito, resultaba en la práctica muy contagioso. No le faltaba razón a la vista de la realidad. En necedad los españoles parecemos alcanzar ya grado endémico. O al menos así se nos trata. Estará al caer junto al frío del invierno, la mascarilla de nuevo, para acompañar con forzadas sonrisas la risa fatua de Sánchez al anunciarlo con aires de benevolencia caudillista.
He dirigido una tesis doctoral de excelencia -de las de verdad- que acaba de leerse, ante un tribunal de prestigio que así lo ha corroborado, en la que se ha citado al italiano Bruno Zevi. Un reconocido maestro de cuando la disciplina y la cultura del esfuerzo resultaban procedentes. Él sostenía “no a la arquitectura de la represión …sí a la de la libertad, peligroso anti-idolatrista creativo”. Claro que excelencia, cultura del esfuerzo, disciplina -o maestro- no son términos afines a la política cultural y educativa de este Gobierno. Idolatrías y otras patologías del ego, tal vez sí.
Hegemonía del catalán reivindica el todavía conseller Marzà en un campamento de compadres en el marco de los imaginarios països catalans (cuando, es sabido, ¡”el país valencià” no existe, idiotas!). Hegemónico del totalitarismo y de la ignorancia histórica también. Abonador de enfrentamientos innecesarios. Consciente de su imprudencia. Hegemónico de necedad e intolerancia.
Hegemonía del catalán reivindica el todavía conseller Marzà en un campamento de compadres en el marco de los imaginarios països catalans. Hegemónico del totalitarismo y de la ignorancia histórica también. Abonador de enfrentamientos innecesarios
He estado atento, ya lo imaginan, al resultado definitivo del llamado Caso IVAM. Hoy, que a mi querida Consuelo Císcar le han devuelto la libertad tan injustamente hurtada, puedo afirmar que he sido testigo de cómo la hegemonía de la maldad superpuesta a la otra, provoca la más repugnante de las combinaciones. Hegemónicamente malos. Malos y necios a partes iguales. Pero un Tribunal de la Audiencia Provincial ha hecho justicia. Y han perdido los malos. Los buenos han recobrado aquello que siempre fue suyo.
Y he leído el artículo “A Juan Carlos I” de José F. Peláez* en ABC, sin poder contener la emoción. Luego he tuiteado “EMOCIONANTE. Te queremos Señor. Y te queremos con nosotros”. Hegemónicamente, necios y malos.Traidores y cobardes.
Yo era negacionista de la ignorancia endémica, desconfiando de que la estulticia pudiera haber alcanzado tal grado de contagio en España. Pero a la vista de esta enésima ola, no cabe otra que insistir en la vacuna de la libertad, la inteligencia, el tesón (y sé que sonará tierno e inusual) y la bondad.
*Vuelve pronto Majestad. Tú vuelve. Te odiarán, nos odiarán, nos odian.