Un gobierno de golfos (“apandadores”)
Han hecho de la golfería su única hoja de ruta, el caldo de cultivo de su pertinaz autoritarismo en contra del ejercicio de la libertad individual que les aterra.
Con tanta matraca de memoria histórica -ahora “democrática”, como si la historia pudiera elegirse distinta a los hechos- he recordado episodios reales como los asesinatos de los dirigentes de derechas por esbirros de la Presidencia de la República, parlamentariamente anunciados sin pudor por los socialistas como alternativa a resultado contrario en las urnas. Como las bravatas machistas de la Pasionaria Dolores Ibarruri contra las monjas (“madres”) de clausura. O las cínicas y fracasadas posiciones de Victoria Kent -y de Margarita Nelken e Hildegart Rodríguez, contra el sufragio femenino. (Clara Campoamor disintiendo avergonzada). O el sigilo cobarde y matarife
de Santiago Carrillo en Paracuellos. Y la quema de iglesias y conventos, el fusilamiento de curas y monaguillos, el paseíllo a devotos cristianos o monárquicos sencillos. La requisa de medallas y joyas a sus legítimos propietarios, y el robo de las reservas del Banco de España -dinero público de nadie según colige la inefable demócrata histórica Carmen Calvo- para su traslado donde fuera que acabara impunemente. El fracaso estrepitoso, social, económico y político de la Segunda República, por resumir y no cansarles (que me agotan tan malos recuerdos).
Y me vienen a la cabeza los Beagle Boys del norteamericano Carl Barks, los simpáticos “golfos apandadores” del comic y el dibujo animado, malos como la quina, a las órdenes de su aguerrida y “rubenhoodiana” madre, para desfalcar al tío Gilito, histriónico significante del peor capitalismo avaricioso, con sus ojos inyectados en dólares, bastón y sombrero de copa “rockefelleriano”.
Siguen vendiendo su inexistente “escudo social, mientras desprecian en la práctica a los mayores con su infantilismo naif congénito
Ayudados por las brujas Madam Mim y Mágica -evito comparaciones contemporáneas más que evidentes- y por el villano Pete el Negro (“Pedro pata de palo”, o “Pedro el Malo”), que así se llamó el personaje ideado inicialmente por Arthur Conan para Sherlock Holmes en 1904. Luego adoptado en 1989 por el videojuego Patoaventuras y en 2017, con el mismo título, por la factoría Disney para su película animada. Estos golfos desenfadados con excepcional primo honrado (lo que invita a un minúsculo optimismo) protagonizaron comics y series desde 1940, con momentos álgidos en 1964 y 1979 (“Golfos”, Gold Key, en ambas ocasiones). Es decir, un currículum y un palmarés que ya querría para sí y para el Guinness nuestro presidente del Gobierno. Para resumir, y no cansarles de
nuevo: coña marinera elevada a la categoría de memorias de niñez y juventud (que también me acaban agotando).
Estos nuevos golfos gobernantes están lejos de resultar Robin Hood, José María el Tempranillo, o el Curro Jiménez y el Estudiante ideados por el uruguayo Larreta, protagonizados por Sancho Gracia y el manisero Pepe Sancho en la TVE de los primeros años de la alegre y exitosa transición española (Después del Adolfo Suárez televisivo y del Movimiento, y antes de la época Calviño que ahora también rememoramos por la actualidad ministerial de su apellido). Lejos, muy lejos, de asaltar
cielos inalcanzables para ellos, atrapados y enfangados para siempre en sus propias y terrenales, muy terrenales, miserias.
Estos apandadores contemporáneos del 5% del crecimiento real del PIB - cuando vendieron de farol casi el doble; del abandono de los aspirantes al MIR afectados por Covid y de los niños mal vacunados en Cantabria -cuando siguen vendiendo su inexistente “escudo social”; de la tramposa inclusión del mantenimiento del estúpido y humillante bozal en el decreto de revalorización de las pensiones - mientras desprecian en la práctica a los mayores con su infantilismo naif congénito.
Del “cambio y la esperanza” (Sánchez dixit, y pixit) en Castilla León, que acabará Dios mediante como en Andalucía o en Madrid. Estos apandadores de España, sus gentes y territorios, han hecho de la golfería su única hoja de ruta y de su modelo de imposible por violenta convivencia, el caldo de cultivo de su pertinaz autoritarismo en contra del ejercicio de la libertad individual que les aterra.
Mientras el consumo desordenado de antibióticos amenaza con el colapso de la medicina moderna, y el diálogo disuasorio con Putin -dale con el eufemismo- oculta el nuevo negocio mundial del gas y las farmacéuticas, el Gobierno del fraude, la intolerancia y la discordia, entretenido en sus fantasías históricas y muy aplicado al incremento del patrimonio de sus actores, agota -con nuestro propio agotamiento testifical- la larga agonía de un estrepitoso fracaso. Tarde -y es ya muy tarde- o temprano -que ya es de urgencia- habrá que remediarlo.