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La Comunitat: Puig y Sánchez, Sánchez y Puig, son el problema valenciano

Ni nuevo modelo de financiación a la vista, ni inversiones en infraestructuras prometidas ni el agua imprescindible para las comarcas del sur

La Comunitat: Puig y Sánchez, Sánchez y Puig, son el problema valenciano

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El inicio del 2022 está deviniendo esclarecedor acerca del eslogan “el problema valenciano”. Acuñado en el Palau de Generalitat, su uso ha variado durante las dos fases diferenciadas del mandato del president Puig hasta la fecha. Antes de Sánchez y después de Sánchez, dos épocas de una misma presidencia separada por un acontecimiento único en la reciente historia España, la investidura de un Presidente del Gobierno como consecuencia de una moción de censura.

Antes de Sánchez, la Comunitat Valenciana tenía un problema de infra financiación. Para solucionarlo se precisaba de un frente común que agrupara a la sociedad civil alrededor del president para que pudiera reclamar ante el Gobierno Central alzando ante las injusticias con la fuerza del respaldo colectivo. Los balcones de los ayuntamientos se llenaron de pancartas y se convocó una gran manifestación para evidenciar el apoyo social a la reclamación.

Transcurría la primera legislatura del Botànic, y la causa de la financiación se había institucionalizado adquiriendo un carácter recurrente a la hora de justificar los déficits o los problemas a los que se tenía que enfrentar el Consell en su acción de gobierno. Se pintaban los presupuestos y se divulgaban los estudios de las balanzas fiscales que acreditaban lo que ya era una evidencia desde años atrás.

Sin embargo, todo cambió en las postrimerías de la primavera del año 2018. El principal grupo de la oposición formalizó una moción de censura cuyo candidato no formaba parte del Congreso y obtuvo la mayoría absoluta que le permitió ser investido.

Las pancartas desaparecieron, el volumen de la reclamación bajó considerablemente y poco a poco, sin sobresaltos, como suceden los cambios profundos, el problema valenciano dejó de ser un problema para Ximo Puig y Pedro Sánchez, y fueron ellos quienes se encarnaron convirtiéndose ambos en cohabitación o cogobernanza en el principal problema para la Comunitat Valenciana.

Ni nuevo modelo de financiación a la vista, ni inversiones en infraestructuras prometidas (basta con ver la última farsa relativa a la inversión en cercanías), ni por supuesto el agua imprescindible las comarcas del sur. Puig y Sánchez, Sánchez y Puig los dos nombres propios que impiden dar solución a los grandes asuntos autonómicos que los son nacionales en tanto que se fundamentan en la articulación territorial del Estado y el cumplimiento de los principios de justicia e igualdad.

Después de Sánchez, desde la primavera de 2018, Puig se ha elevado a una posición de estadista autonómico, situándose en una suerte de tierra de nadie profética, apelando a una reforma federalizante de la Constitución, desdeñando aquella que posibilita la reintegración del derecho civil valenciano, situándose en una zona de confort alejada de la agenda propia e instalado en discurso institucional en el que nunca aborda las respuestas que necesitan los problemas autonómicos.

Esta segunda legislatura del Botànic se le está haciendo muy larga al señor Puig, con unos socios que compiten en la marginalidad por adoptar medidas cargadas de ideología como la imposición de una tasa turística, y sobre todo, porque Sánchez y su gobierno siguen dando la espalda a los intereses de la Comunitat Valenciana. Todo esto convierte a Puig y Sánchez, Sánchez y Puig, por méritos propios, en el problema valenciano.

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