Pedro Sánchez no es Dorian Gray
La vuelta de la política es una urgencia y el reconocimiento de la realidad es el medio. Es Sánchez el que ha envejecido y su retrato ya no vende.
Disculpen tan obvia digresión, porque efectivamente, Pedro Sánchez no es el personaje de ficción que creó Oscar Wilde a finales del XIX por mucho que parezca compartir con él su principal característica: un narcisismo patológico. No es tampoco probable que el retrato del primero, obra de RikoSakkinen, envejezca como en la novela mientras el personaje permanece eternamente joven. De momento, con el título “Mis líderes de izquierda favoritos” ha quedado sin vender (16.000 pavos marcaba) en esta convocatoria de ARCO.
Por el contrario, es Sánchez y su política de gestos, lo que envejece a pasos agigantados en un mundo -y una España- que cree despertar del dulce sueño de la paz y el progreso, de la democracia como regla, de la convivencia como norma, del bienestar como medio, para enfrentarse a la pesadilla de la realidad más cruel, a la destrucción y a la pérdida de tanto obtenido con el esfuerzo de todos.
¿De todos? De muchos desde luego. De todos aquellos que supieron entender la importancia de pasar, de forma ordenada y pacífica, de una dictadura a una democracia plena. De los que oyeron de sus padres y abuelos relatos de guerras cercanas, vividas en uno u otro bando, atroces. De los que pactaron el olvido del odio, el destierro del rencor y la aceptación del adversario, y así se lo han transmitido a sus hijos y a sus nietos.
Cuando la invasión de Ucrania parece ir para largo y, en consecuencia, nos acostumbraremos a los partes de guerra y a la desgracia ajena, es absolutamente necesario el abandono de las políticas que no lo son
¿Lo sabe Sánchez? Ese Sánchez disfrazado ahora de Comandante en Jefe que bromea sobre el terreno en plan machote con el de la OTAN –“de entrada NO”, “OTAN Sí”, “OTAN No”, según se haya ido terciando-, e informa de un aumento del gasto de defensa a la vez que lo minimiza. ¿Lo sabe Margarita Robles? Que aparece ante los medios con el entusiasmo del neófito, para declarar la entrega de armas para “legítima defensa del pueblo ucraniano”, con aires de generala. (Para mí que ya le gustaría ser Patricia Ortega, nuestra primera mujer General de Brigada. E Ingeniera Agrónoma).
Se hablaba de “nueva política” y resulta que la política, el gobierno de la ciudad -y qué es la ciudad sino el pueblo, Shakespeare- no admite calificativos. Ni eufemismos. El desgobierno, y al desgobierno estamos asistiendo en España, es el resultado de la ausencia de política. De su sustitución por una fantasía basada en una imagen ideologizada de la realidad. Un trampantojo social. La vuelta de la política es una urgencia y el reconocimiento de la realidad es el medio. Es Sánchez el que ha envejecido y su retrato ya no vende.
Ese sucedáneo volátil, de humo, de gestos, vacío, está obsoleto. Una realidad cruda y persistente de virus pandémicos, cenizas volcánicas, invasión y guerra, la ha puesto contra las cuerdas. Ya no valen las palabras grandilocuentes, los eslóganes, las consignas ni las etiquetas.
Los electores ya no tragan con las etiquetas. Y no creo que, a estas alturas, nadie necesite más explicaciones banales de unos y de otros.
Tampoco el falso escándalo de la izquierda por la legítima participación de VOX en el Gobierno de Castilla y León en consonancia con su respaldo electoral. No se cuentan en esa formación terroristas convictos, independentistas convictos, ni inconstitucionalistas irredentos. No he entendido las cautelas -ni la intromisión- del dirigente del PPE, más allá de un innecesario e inoportuno arrumaco a Casado. Los electores ya no tragan con las etiquetas. Y no creo que, a estas alturas, nadie necesite más explicaciones banales de unos y de otros. En cuanto a Feijóo, como buen gallego, a menudo no sabremos si sube o si baja. Tal vez los encarnizados detractores de Rajoy rememoren algunas de sus indiscutibles habilidades.
Pero en este momento en el que la capacidad de resistir y de olvidar -de deshumanizarse- del ser humano se ha puesto a prueba, cuando la invasión de Ucrania parece ir para largo y, en consecuencia, nos acostumbraremos a los partes de guerra y a la desgracia ajena, es absolutamente necesario el abandono de las políticas que no lo son. Este Gobierno ya ha demostrado su incapacidad sobradamente, miedo da pensar en cómo está gestionando esta nueva amenaza.