Santa paciencia
Es definitivamente obsceno que por la rara coincidencia del Jueves Santo con el 14 de abril, los ministros podemitas hayan salido en tromba a rememorar la 2ª República.
Me he resistido a escribir este artículo. Confieso haber pedido al bueno de mi Director, Álvaro Errazu, un permiso extraordinario para escaquearme -todo se pega- el Domingo de Resurrección, con la excusa cierta de que viajaba este sábado. No soy, por lo visto, uno de esos “tres de cada diez españoles que no han podido viajar estas vacaciones”… ¡qué manera de contar las cosas en algunos medios! Santa paciencia.
He viajado por carretera a mi querida Iruela (La) en Sábado Santo -que así se llama desde Pío XII- aunque en mi Andalucía cercana sigue siendo “de Gloria” en el acerbo popular. No son fáciles de borrar las tradiciones, y es ridículo invocar modernidad para justificar tan vano intento, como tan a menudo ensaya la izquierda española. Santa paciencia.
He oído en la radio del coche que el Gobierno ucraniano no ha considerado pertinente la emocionante estación del imponente Via Crucis del Coliseo romano compartida por dos mujeres de ambas nacionalidades (ucraniana y rusa) mirándose con mutua compasión. No es esa la impresión que yo saqué, pero quiero entender su posición al margen de las formas. Porque esta invasión es un horror. Todas lo son. Y sólo nos cabe desear que termine. Santa paciencia.
Han recordado también en la radio la semana de violencia desatada en Israel, a mitad del Ramadán musulmán, en plena Semana Santa cristiana y a punto de empezar la Pascua judía (del griego pascha y del arameo pasah, que significa ”ir más allá”, como me explica mi amigo Patrizio). Y la necesidad de preservar una natural convivencia entre credos religiosos en un estado aconfesional. Especialmente dificultoso para los primeros en la práctica. Santa paciencia.
Es ridículo escuchar de la ministra Calviño el vocablo “inaceptable” para calificar la inflación próxima a dos dígitos. Y ya está, como si la cosa no fuera con ella.
Algo recuerdo haber oído a Fernández Mañueco sobre estabilidad y una sola voz gubernamentales al respecto de su coalición con Vox, como es natural. Lo importante es que ha dicho que será un gobierno sin complejos. Y espero que así sea por fin. Santa paciencia.
Tampoco se acompleja la ministra valenciana de cuota Diana Morant, sucesora del simpático y somnoliento Pedro Duque, más enredada en vigilar a Ximo Puig que en los cometidos propios de su desgajado ministerio y, en consecuencia, entregada simplemente a la tarea agit-prop contra Feijóo. Santa paciencia.
Es ridículo escuchar de la ministra Calviño el vocablo “inaceptable” para calificar la inflación próxima a dos dígitos. Y ya está, como si la cosa no fuera con ella. O al portavoz parlamentario socialista Héctor Gómez, hablar de estabilidad propia y adelanto de elecciones de los otros, olvidando que su fracasada estrategia de mociones de censura abrió el melón en Murcia. Santa paciencia.
Es definitivamente obsceno que por la rara coincidencia (no he sabido encontrar cuántas veces ha ocurrido en la historia) del Jueves Santo con el 14 de abril, los ministros podemitas hayan salido en tromba a rememorar la 2ª República que fue también un horror que incluyó el asesinato del líder de la oposición auspiciado por el Presidente del Gobierno. Un régimen de terror que provocó la tragedia mayor de la guerra civil. Y siguen en sus trece … y en el Gobierno de España. Santa paciencia.
No son fáciles de borrar las tradiciones, y es ridículo invocar modernidad para justificar tan vano intento, como tan a menudo ensaya la izquierda española
Como es obscena la renuencia de Mónica Oltra para asumir de una vez su responsabilidad en el malhadado caso de la niña bajo su tutela institucional, víctima de abuso sexual. Y que se deje de contubernios, por mucho que de ellos entienda y así lo haya hecho desde su llegada a la política valenciana entre los cachorros comunistas. Santa paciencia.
Así que, ya lo han leído si han tenido paciencia. En este Domingo de Resurrección que lo es también de Gloria, este cristiano español (me temo no poder presumir en exceso de lo primero) ha llenado esta nota de lamentos y una persistente recomendación de santa paciencia, porque nos comeremos la mona de Pascua, pero el horno no está para bollos.