Sus señorías no se atreven aún a quitarse la mascarilla
Mayoría de tapabocas en el primer pleno de les Corts en el que ya el ‘opcional’ utilizarla. Unanimidad en la izquierda y el Consell y división en la derecha.
Llegó el 20 de abril, fecha que podría considerarse como ‘fin de la pandemia’, y es que ayer, uno de los símbolos más importantes durante los últimos dos años, efectivamente, hablamos de las mascarillas, dejaban de ser obligatorias y su uso únicamente era recomendado para espacios cerrados donde se formarán grandes acumulaciones de gente. Carolina Darias, ministra de Sanidad anunciaba a ‘bombo y platillo’ que el fin de las mascarillas estaba cerca. Bien, pues parece ser que todavía hay reticencias, tanto en la población, como en nuestra clase a quitarse el tapabocas. ¿Será realmente por ‘seguridad’ o es simplemente para dar imagen de cara al público? ‘Da igual, si nadie lo va a mirar’. Lo cierto es que hoy, en el pleno de les Corts, hemos visto que sus señorías todavía tienen ‘miedo’ a quitarse la mascarilla.
La imagen ha sido cuanto menos graciosa, mientras en el sector izquierdo, ocupado por el Molt Honorable president, Ximo Puig, y sus socios de Gobierno, había unanimidad de cubrebocas, el sector derecho, ocupado en su mayoría por el Partido Popular y Vox, la mascarilla era un mero reflejo del pasado. Es cierto que había populares como Juan Carlos Caballero o Eva Ortiz que si la llevaban puesta. Luego está, lo que podríamos llamar modelo híbrido, es decir, me la pongo y me la quito en función a mi me venga en gana, como es el caso de portavoz del Partido Popular, María José Catalá. Y finalmente el modelo ‘si no me obligan, chao’ empleado por los síndics de Vox para los que la mascarilla ya forma parte del pasado, como las hombreras o los pantalones pirata. La orden que da les Corts como institución, tanto para los síndics como para cualquier otro trabajador, es que el uso de la mascarilla dentro del reciento es totalmente voluntario.
Lo cierto es que los casos de Covid-19 van disminuyendo con el paso del tiempo y gracias a las vacunas su gravedad ha sido prácticamente aplacada. Todo esto hacía que el uso de la mascarilla cada vez fuera más inútil, a pesar de que en invierno venía muy bien para cubrirse del frió, y los criterios de aplicación totalmente ilógicos.