La indiferencia mata: de nuevo otro caballo ahogado
Aunque las leyes son muy laxas, existen, pero parece que cuando se trata de animales, nadie persigue su cumplimiento.
Noviembre de 2020.
El mes comienza con alertas meteorológicas en todos los medios por la entrada de un frente polar y su evolución a una DANA en la Comunitat Valenciana.
En esta zona del Mediterráneo sabemos muy bien qué ocurre cuando el cielo enfurece y vierte trombas de agua que superan cualquier capacidad de filtración y almacenamiento.
Hay comarcas que suelen sufrir con mayor aspereza las consecuencias de estas lluvias torrenciales. Entre ellas, La Ribera Alta.
Algemesí pertenece a La Ribera Alta.
Sin embargo, estos anuncios que advertían de condiciones climáticas muy adversas, con temperaturas bajas y grandes precipitaciones no impidieron a un individuo abandonar a 5 caballos en el cauce del río Magro, a su paso por Algemesí. No sólo estaban abandonados. Estaban atados. En un espacio público y sin posibilidad de huir.
El día 5, y cumpliéndose los presagios de los partes meteorológicos, se produce la crecida del río Magro.
Se avisa a las autoridades de la situación de los caballos, y horas más tarde, un par de particulares deben, jugándose la vida, acceder al cauce para tratar de rescatar a los caballos que seguían en el río, que estaba ya a punto de desbordarse.
En ese momento ya sólo quedan cuatro caballos. Al quinto se lo ha llevado el agua.
A tres de los caballos consiguen ponerlos a salvo.
Miles de personas vimos con estupor, dolor e impotencia, a través de un vídeo que se hizo viral por medio de la prensa y las redes sociales, cómo uno de los caballos, el cuarto, era engullido por la corriente, pese a sus esfuerzos por mantener la cabeza fuera del agua.
Una vez a salvo, pese a no estar siquiera identificados, tal como exige la ley, las autoridades devolvieron a los tres caballos rescatados a quien los había abandonado en cauce del río, pese a las previsiones de fuertes lluvias. Los entregaron a quien fue responsable de la terrible muerte por ahogamiento de los otros dos caballos.
Así, sin más.
El código penal dice lo siguiente:
“Artículo 337 bis
El que abandone a un animal de los mencionados en el apartado 1 del artículo anterior en condiciones en que pueda peligrar su vida o integridad será castigado con una pena de multa de uno a seis meses. Asimismo, el juez podrá imponer la pena de inhabilitación especial de tres meses a un año para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales y para la tenencia de animales.”
Los animales a que se refiere el apartado 1 del artículo 337 son:
“a) un animal doméstico o amansado,
- b) un animal de los que habitualmente están domesticados,
- c) un animal que temporal o permanentemente vive bajo control humano, o
- d) cualquier animal que no viva en estado salvaje.”
Evidentemente, esta situación entraba dentro de lo tipificado en este artículo, sin lugar a dudas.
Por tanto, quien los abandonó en el cauce cuando todas las previsiones eran de lluvias torrenciales que podrían causar la crecida del río, habría cometido un delito, según el artículo 337 bis del Código Penal.
¿Por qué entonces se le hace entrega de los caballos rescatados, cuando, además, ni siquiera constaba que fuesen de su propiedad?
Este caso es una nueva evidencia de que algo falla en nuestro sistema.
No puede ser que ante un posible delito, cuando se trata de animales, las autoridades miren hacia otro lado. ¿Por qué no se vela por la integridad de los supervivientes y se lleva a cabo su decomiso?
Te preguntarás por qué escribo sobre este caso ahora, casi dos años después.
La respuesta es que esta terrible situación se ha vuelto a repetir.
Un caballo ha aparecido muerto de nuevo. Otro ahogamiento en el río, en Algemesí, en días de fuertes lluvias.
Podría ser uno de los rescatados en 2020. Coincide en el color del pelaje, del morro y en el tamaño. Además, de los tres que se rescataron, sólo se ve ya a uno de ellos. Porque los caballos siguen expuestos en la vía pública, atados a palmeras junto a rotondas.
No es algo que ni siquiera se preocupen por ocultar.
Se sienten impunes.
Y lo hacen porque, aunque las leyes son muy laxas, existen, pero parece que cuando se trata de animales, nadie persigue su cumplimiento.
La indiferencia mata.