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El Día Internacional de las Familias; también de las interespecie

En la diversidad de familias existe otro tipo que, no por no ajustarse a la definición de la RAE es menos real y es el de familias interespecie

El Día Internacional de las Familias; también de las interespecie

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El 15 de mayo es el día internacional de las familias.

Desde la ONU se decidió visibilizar esta cuestión porque la familia es la base sobre la que se estructura la sociedad.

Según la RAE, una familia es un “grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas”.

Tradicionalmente en nuestra sociedad el núcleo familiar ha estado formado por un padre, una madre, uno o varios hijos/as e incluso, no ha sido excepcional que algún abuelo o abuela conviviese en el mismo hogar.

Sin embargo, el modelo de familia ha sufrido transformaciones adaptándose a la diversidad de relaciones afectivas que establecemos, alejadas de la única concepción de familia heteroparental con descendientes comunes.

Existen también familias monoparentales, homoparentales, con prole biológica, con hijos adoptivos, sin descendientes, formadas por parejas que aportan hijos de relaciones previas,...la diversidad de las familias es tan amplia y compleja como pueden ser los lazos afectivos que establecemos con el resto y que nos llevan a convivir en un mismo espacio.

Entre esta diversidad de familias existe otro tipo que, no por no ajustarse a la definición de la RAE (que deberá adaptarse para reflejar la realidad social) es menos real y es el de familias interespecie. Es decir, familias formadas por miembros de, al menos, dos especies diferentes.

Según datos de 2021 de un estudio realizado por Veterindustria en colaboración con la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía (ANFAAC), el 50,2% de familias incluye un animal no humano. La mayoría de estos animales son perros, seguidos de gatos y un 3,5% incluye animales distintos a éstos.

Este dato, que además refleja una tendencia al alza si se compara la cifra con datos de años anteriores, confirma que nuestra sociedad está ampliando el círculo de consideración hacia los no humanos.

Pese a los alarmantes datos de maltrato en nuestro país, cada vez son más las personas dispuestas a compartir su hogar con otros animales, a cuidarlos y a hacerles sentir una parte importante de “la manada”.

Esta relativamente nueva estructura de convivientes no es algo exclusivo de nuestro territorio. Es una realidad mundial.

Y una clarísima evidencia de la misma, desgraciadamente, nos la ofrece la guerra contra Ucrania, donde miles de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares, y lo han hecho junto a sus animales, a los que consideran un miembro más de la familia.

La mía es una de esas familias interespecie.

Y aunque sin nombre todavía, este tipo de familias lleva décadas formando parte de nuestro tejido social. Aunque, como todos los avances, su reivindicación va asociada al rechazo por parte de quienes se muestran reticentes a asumir lo inevitable. Desde quienes ridiculizan el afecto que se puede sentir hacia alguien de otra especie, hasta quienes tachan de egoístas a quienes hemos decidido no tener descendencia biológica y por distintos motivos hemos incorporado algún animal no humano a nuestro hogar.

La falta de compromiso porque se supone un animal requiere menos cuidados que una persona o su vida transcurre a mayor velocidad, la falta de habilidades sociales para relacionarnos con otros de nuestra especie o la falta de ética por anteponer un animal no humano a una persona son algunas de las perlas que hemos tenido que escuchar más de una vez.

Sin embargo, la aceptación incondicional de quien es algo diferente, la generosidad de no esperar contraprestaciones en un futuro y la necesidad de resolver el problema del maltrato que supone el abandono a que son sometidos un número vergonzoso de animales, es lo que nos lleva a la mayoría a establecer este tipo de relaciones familiares.

Así que, quienes rechazan esta realidad, deberían canalizar su energía en entender que existen otras formas de afecto y compromiso que no atañen sólo a los humanos y, quienes formamos parte de ella, deberíamos reivindicar con naturalidad su existencia.

Al fin y al cabo, nadie puede imponernos a quienes debemos amar.

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