Corrupción democrática
En el colmo del despropósito, la factoría Moncloa ha tenido un nuevo parto: “corrupción democrática”.
Están desatados. Estamos asistiendo a tal torrente de disparates, de nerviosismo institucional, de gilipollez gubernamental que nadie en su sano juicio es capaz de dar crédito a lo que ocurre en España. Tal vez de ahí, los famosos 704 asientos disponibles en Davos durante la intervención de Sánchez, que el pantallazo Session Occupancy difundido en las redes sociales por Rosa Díez ha evidenciado. Mientras Calviño y los medios pesebriles sacan pecho (me la estoy jugando) sobre la importancia del liderazgo mundial de su jefe y la pregunta del conservador noruego Borge Brende acerca del “milagro económico español”, que tiene más retranca que las chirigotas gaditanas. Quizás se avecinen nuevas ayudas circunstanciales a las empresas del marido de la primera o a la compleja trama de agitprop en la que buena parte de aquéllos colaboran muy gustosamente.
Tal vez también de ahí, esa catarata de barbaridades enlazadas sin pudor alguno para justificar lo injustificable en la descontrolada sesión parlamentaria acerca de Pegasus, cursada en paralelo con la noticia del control ideológico de los libros de texto para niños que, junto a la reforma a la baja de la calidad y el abandono de la excelencia, resume la política de Educación que ahora lidera Pilar Alegría.
Esa catarata de barbaridades enlazadas sin pudor alguno para justificar lo injustificable en la descontrolada sesión parlamentaria acerca de Pegasus
Es tal la desfachatez (no confundir con desnazificación, que el término putinesco tiene otro significado y objetivo) en la que el Gobierno de España está instalado, que las palabras y los argumentos se me antojan insuficientes para hacerle frente con eficacia. Además de arremeter contra la oposición en un estilo impropio de quien ejerce la presidencia de un gobierno, además de retorcer la verdad hasta el ridículo abandonando al CNI, además de negar la evidencia con ese estilo chulesco del que se vanagloria, en el colmo del despropósito la factoría Moncloa ha tenido un nuevo parto: “corrupción democrática”.
¿Y eso qué es? Porque no creo que el presidente se estuviera refiriendo a una corrupción legitimada que a todos conviene y por todos sea practicada de forma ordenada. Una corrupción convenida, participada y aceptada al estilo de la aplicada de manera sistemática en la Junta de Andalucía durante el tan largo como estéril mandato socialista. La corrupción de las cifras más escandalosas, de las putas y la coca, de los presidentes, ministros, consejeros condenados por bandadas (y por bandidos).
¿Qué es eso de la corrupción democrática que Sánchez ha espetado al adversario como escudo protector de su propia incapacidad gestora y su cinismo narcisista patológico? No será una forma de blanquear la obediencia partidista de la recientemente afamada alcaldesa Rufino, y apoyar al niño Bolaños en su mano a mano con Macarena de Salobreña, que tiene más de charlotada que de otra cosa. Ni de explicar las “incidencias” que el Tribunal de Cuentas ha encontrado en una de cada cuatro compras sanitarias de Illa, la “investigación" efectiva de tres altos cargos de Sanidad y Hacienda por el Juzgado 26 de Madrid, o el “archivo” en el de Zaragoza de las aventuras del líder Polisario y la extinguida González Laya.
Sánchez es un tahúr de las palabras y en el juego del diálogo parlamentario nos dejará desplumados
¿O será el uso sistemático del Falcon presidencial hasta para ir con su santa al FIB de Castellón, por mucho que contamine, mientras recomienda a los demás la bicicleta y el transporte público? Porque no creo que sea una referencia a la inseguridad jurídica y la permanente criminalización del varón que la ley del solo sí es sí establece - y la delegada del gobierno en Valencia, Gloria Calero amplifica- con el acompañamiento del indulto indiscriminado para golpistas o madres “protectoras” (léase secuestradoras y despiadadas). O a las modificaciones previstas en la de secretos oficiales, pretendidas en el poder judicial, o aplicadas ya en cualquier ámbito de sus particulares intereses, incluido el cambio de criterio con respecto al Sáhara y Marruecos.
No me malinterpreten pero conviene reconocer -incluyo a Feijóo- que Sánchez es un tahúr de las palabras y en el juego del diálogo parlamentario nos dejará desplumados. A todos y a todas. Luego,lo que toca es pasar a la acción.
¡Ah! Y lo de la corrupción democrática que se lo meta por donde mejor le quepa.