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Lastra, lastra. Amarga amenaza

El primer acierto de Moreno fue llevar a lo más personal las formas de la campaña sin necesidad de ocultar -como tendenciosamente se le ha acusado por algunos- la marca partidista

La vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, y el candidato del PSOE-A a la Presidencia de la Junta, Juan Espadas, en una foto de archivo en Jaén al inicio de la campaña del 19J

Publicado por
José María Lozano

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A dos días de la jornada electoral y antes de que se produzcan los últimos sondeos permitidos, que no sé si con las andaluzas habrá mañana “mercado de verduras” u otros divertidos eufemismos para burlar ese aspecto de la ley electoral que, como la propia jornada de reflexión, no deja de ser anómalo, sin más ventaja que la de acortar en un día campañas que suelen hacerse eternas.

No es el caso. O no me lo ha parecido así en esta ocasión en la que partidos y candidatos, más allá de alguna sobreactuación, parecen haber asumido sus previsibles resultados desde el día que -con cierto retraso- el actual inquilino de San Telmo se decidió por un adelanto que veía venirse desde lo de Ayuso en Madrid (su doble victoria, la de la presidencia de la Comunidad y luego la del Partido), y ha sabido manejar con habilidad en los tiempos. Ni esa ola de calor -de la que la Mónica de Más Madrid cree causante a la dirigente popular- ni otras incidencias que todavía pudieran producirse, cambiarán en mi opinión, un sentido de voto que se ha ido consolidando a lo largo de los días y le permitirá repetir.

El primer acierto de Moreno fue llevar a lo más personal las formas de la campaña sin necesidad de ocultar -como tendenciosamente se le ha acusado por algunos- la marca partidista. De hecho, de esa manera ha marcado las reglas del juego. A la vista ha quedado el recortado protagonismo de los líderes nacionales, con la excepción tal vez de Abascal que diga lo que diga sabe queni va a ocurrir ni si ocurriera podría ponerse de perfil y que gobernara la izquierda de nuevo como espetó atolondradamente en Marbella. Quizás, y por cierto, un exceso de exposición de su candidata Macarena Olona -Macarena de Salobreña, o del Ejido o de Los Palacios, que resultan municipios hoy muy voxeros- acabe perjudicando unas expectativas de voto para su formación que, desde el principio,a mí me han parecido hinchadas.

El bueno de Feijóo se ha limitado a recomendar que primero se vote y ya habrá tiempo de playa, y apenas se ha prodigado desde aquel mitin preelectoral en Jaén en el que ya marcó la líneas maestras de su posición, resumidas en su reciente y provocadora proclama en Sevilla: “el principal aliado del PSOE es Vox”.

Del “orgullo rojo del PSOE” de Sánchez en Cuevas de Almanzora, donde también Espadas recurrió a la “movilización de las mujeres”, hasta el exabrupto de la que todo parece saberlo porque todo lo ignora -esa inefable Lastra que tanto recuerda a su propio apellido-, el nerviosismo socialista ha resultado manifiesto en exceso. Sus permanentes referencias a un posible gobierno de coalición (que yo descarto) no dejan de ser un reconocimiento prematuro de su derrota, y el llamamiento subsidiario y revanchista a la movilización callejera si los resultados son los previsibles, una indignidad, una amarga amenaza y un retrato de lo peor del sanchismo con repugnantes tintes guerracivilistas.

Del conglomerado de las izquierdas extremas, poco cabe glosar. Andan suficientemente enredados sus líderes locales. Y notoriamente confusos los nacionales tras la imputación -que estaba cantada- de Mónica Oltra en Valencia que sigue a la de Ada Colau en Barcelona. Vaya dos. (Dice un amigo, con gracia, que estos están más de imputaciones que de elecciones).

Juanma Moreno ha soltado un búho real en la gaditana Chiclana de la Frontera con la ilusión un niño chico, y como conjurando todos los males que no son otros que los que aquejan a los españoles, y a los andaluces también: una situación caótica, insostenible en lo económico, inconfortable en lo social, e inadmisible en lo político, fruto del insoportable gobierno de Sánchez, y a la que el resultado de estas elecciones que hoy cierran campaña en Sevilla, previsiblemente ayudará a poner fin. El domingo, ya desde La Iruela, veré volar águilas reales y arriesgaré adelantarme al recuento oficial. Y celebrarlo