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La cumbre de la OTAN y el espejito de la Moncloa

Biden se va convencido de haber enmendado la plana a su antecesor con el aumento en el gasto de defensa de los socios europeos, satisfecho por un pellizco de monja a los chinos “mandarines”

La nieta del presidente, Joe Biden, Maisy; Begoña Gómez, Pedro Sánchez, conversan en el Museo del Prado.

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Ya ha finalizado la cumbre de la OTAN, digámoslo así, sin pena ni gloria. Por mucho que ajenos y propios amplifiquen el evento. Casi cuatrocientos años después de que Calderón de la Barca (¿lo estudiarán los niños de Celáa y Alegría?) escribiera ese Auto Sacramental denominado El Gran Teatro del Mundo. Ahora tocaría comprobar quiénes han trabajado (representado) bien su papel en esta ocasión, para invitarlos a su celebración y que el Autor les entregara sus correspondientes galardones. No es de mi interés comparar a Joe Biden -me divierte lo de Sleepy Joe- con el Autor, aunque alguien podría pensar que no le faltan condiciones para ello. Tal vez del mismo modo que “algunos dicen que EEUU debe su independencia a España”, como le soltó zalamero a nuestro paciente monarca. Ni creo que la comedia a representar, la comedia de la vida calderoniana, se titule esta vez “Obrad bien, que Dios es Dios”, cuando tantos se afanan en ignorarlo y tantos otros pretenden sustituirlo calzando barro.

El guion ha venido escrito por el Autor, fuera quien fuere. Se eligió el vestuario y el decorado. Se repartieron los papeles con suficiente anterioridad. La decena larga de páginas del documento estratégico (de defectuosa lectura en las traducciones al castellano que he ojeado) no es sino un desarrollo, repetitivo en ocasiones, de las cuatro ideas básicas que han precipitado tras la guerra de agresión e invasión de Ucrania y que permanecían convenientemente encapsuladas.

Sánchez es a la vez el escorpión y la rana. Y el espejito de Moncloa ha presentado una queja por acoso a la ministra de Igualdad

Putin explicará a los suyos -o los suyos a él- que aunque no se haya producido formalmente su ansiada Declaración de Guerra a Rusia por parte de la OTAN, en la práctica es como si así hubiera sido. Y seguirá en sus trece. Biden se va convencido de haber enmendado la plana a su antecesor con el aumento en el gasto de defensa de los socios europeos, satisfecho por un pellizco de monja a los chinos “mandarines” y más querido aquí que allí, en un paseo geopolítico cultural con nieta en chándal. Y así será.

Erdogan, que ha vuelto a machacar el orgullo en Estambul, ha cuadrado los matices sobre terrorismo con los nórdicos, y unos y otros han juntado pajas. La ampliación es un hecho.

Boris Johnson -otro resistente- despistando sobre la que tiene en casa, con su protagonismo cultural en El Prado, después de echar un pulso virtual al ruso, y un optimismo sobreactuado que en su caso no es forzado. Macron -así me lo ha parecido- escaldado por el resultado de los últimos comicios, con su propio marrón gubernamental, ha optado por un perfil bajo que no es lo suyo. Y Draghi ha salido pitando porque también se le ha revuelto el patio. Veremos como lo arbitra.

Zelensky en lo suyo. Que no es poco.

Estoy disfrutando con la lectura de una excelente tesis doctoral sobre cenobios religiosos, militares y económicos, que me ha ampliado la visión de la cumbre como una suerte de “casa baja” (la de los legos productivos) de la semilla de la cartuja, que son hoy los dirigentes de los países que integran la alianza. Mientras, los que habitan la “casa alta” (la de los padres reflexivos) se hinchan con las desgracias del prójimo. Porque la comedia de la vida hoy tal vez se titule “Obrad bien, que el dinero es el dinero” y el cenobio sea una suerte de granujas agrupados en la defensa de sus propios intereses económicos. Maldito cenobio éste.

La comedia de la vida hoy tal vez se titule “Obrad bien, que el dinero es el dinero”

Todo ello ha tenido un actor prioritario, no por principal, fruto de su irrefrenable deseo de protagonismo. Vuelve a errar, por defecto esta vez -la otra fue por exceso- en el saludo al Rey. O no, que diría el gallego. Porque Sánchez es a la vez el escorpión y la rana. Y el espejito de Moncloa, como el del cuento infantil, ha presentado una queja por acoso a la ministra de Igualdad -de bolos con todo su equipo por los United- y al sindicato de espejos mágicos, por el abuso constante al que ha sido sometido por la pareja presidencial durante los días del evento. No se espera que la ministra se pronuncie, que es práctica reciente, ni que los sindicatos mayoritarios hagan suya la reivindicación. Lo de ser el más guapo, a esta pareja le puede.