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Verano negro de maltrato animal

Miles de toros vacas y becerros son de nuevo maltratados y humillados en nuestros espacios públicos, que son secuestrados para convertirse en escenario de violencia colectiva

Toros bajo el sol

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Éste está siendo un verano negro.

Hemos vuelto a la que debería ser anormal normalidad.

Miles de toros vacas y becerros son de nuevo maltratados y humillados en nuestros espacios públicos, que son secuestrados para convertirse en escenario de violencia colectiva.

Por el camino, 7 humanos muertos y alrededor de 300 heridos, alguno menor de edad, pese a estar prohibida su presencia y participación.

Los medios se han hecho eco también de la muerte pública de algunos de esos animales, estampados contra las barreras al forzarles a salir del redil, por golpes contra barrotes intentando escapar o por colapso debido a la suma del terror, el sobre esfuerzo y las altas temperaturas.

Sin embargo, nadie cuenta que, se vea o no, todos estos actos suponen una muerte anunciada para los miles de animales obligados a participar en estos cruentos actos de maltrato institucionalizado.

Después de una vida de miseria (porque no viven pastando felices en idílicos prados, como se nos intenta incrustar en el imaginario colectivo), después de ser separados de sus compañeros de manada para sufrir, en la más absoluta soledad, el acoso de miles de personas que les gritan y acosan, son sometidos a sobre esfuerzos para los que no están preparados en las horas de máximo calor, o por la noche, por naturaleza su momento de descanso, son obligados a correr por calles que muchas veces son resbaladizas (provocando caídas y lesiones más caras de curar que el valor económico asignado al animal), en ocasiones con sogas atadas a la cabeza y muy a menudo, con bolas de fuego sobre sus cuernos, cegando sus ojos.

Cuando este macabro espectáculo de hostigamiento finaliza, vuelven a la parcela para comenzar de nuevo con este infierno cíclico, o van directamente al matadero, donde en privado, ocultando la sangre y los cadáveres, son ejecutados.

A apenas nueve meses de las elecciones autonómicas, partidos como Compromís y Podem, han desempolvado el discurso animalista (aunque de forma tímida, no sea que pierdan algún voto), mientras durante las dos legislaturas que llevan en Les Corts han sido cómplices, con su silencio, inacción y subvenciones a ganaderías de toros de Lidia, de esta salvaje y anacrónica forma de diversión.

Señor Baldoví, ¿preguntar a la gente si perpetuamos o no la violencia contra los animales? ¿y usted se considera progresista con ese discurso tan arcaico que legitima la violencia si la practica la mayoría? A lo largo de la historia, ¿cuántos crímenes quedarían blanqueados bajo esa perspectiva?

Si estuviese a la altura, entendería que las costumbres y consideraciones que ya no encajan con el avance moral de la sociedad, hay que relegarlas al pasado, no preguntar qué se hace con ellas.

Está claro que quienes nos gobiernan, independientemente del color político, van a seguir plegándose ante los intereses de quienes inundan de violencia y sufrimiento nuestras calles y plazas. No les importan los animales, tampoco los humanos que se quedan por el camino, ni los menores que padecerán las secuelas de ese sinsentido.

Afortunadamente, cada vez más personas repudiamos estos mal llamados “festejos” y conseguiremos que nuestras instituciones se vean obligadas a abolir estas prácticas inhumanas.

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