El dedo en la llaga. Carlos III
El repentino, que no imprevisible, fallecimiento de la “Reina eterna” ha puesto en las portadas de televisores y periódicos el ordinal que corresponde al no menos eterno príncipe heredero en su repentina, que llegó a temer imprevisible, ascensión al trono. En esta España de botellón y de la educación de Celàa y Alegría, conviene recordar a nuestros jóvenes que el título real británico recién inaugurado -habla solemne y emotivo mientras escribo- tiene otros antecedentes además de la marca de brandy español que, eventualmente, forme parte de sus combinados alcohólicos de fin de semana callejero.
La solera reserva de 36º que desde 1772 fabrica la bodega que Tomás Osborne Mann (la del toro identitario) fundó en el Puerto de Santa María, lleva el nombre del monarca español que entonces reinaba en España (1759/1788). Carlos III, Borbón, Rey de España, Nápoles y Sicilia, Duque de Parma y Plasencia, ha pasado a la historia como un buen político y un buen gestor. Y como el gran impulsor de la capital del Estado (entonces Reino), hasta ser recordado con el sobrenombre cariñoso de “el (mejor) alcalde de Madrid”. No es el caso de Ribó en Valencia -recalcitrante en su catalanismo y ocioso en gestión- incapaz de borrar, ni rendir, la merecida memoria de Rita Barberá. A la que sí se llamó, y por mérito propio,“alcaldesa de España”.
Los cuidadosos, estrictos y reservados protocolos Unicorn y Bridge of London incluyen el apartado relativo a las invitaciones oficiales para las reales exequias. No se inquiete el melifluo ministro Bolaños, ni el periodista que preguntó acerca de si irá el Rey Juan Carlos. Como dicen que dijo la Reina Isabell II a una fotógrafa americana “esto de la corona es serio”. En Moncloa parecen ignorarlo y el paciente monarca lo sufre a diario.
Carlos III de Inglaterra, sabe bien cuál es el peso de la que recibe y el enrevesado contexto en el que el relevo se produce. Inicia su reinado con los primeros pasos de quien aspira, sin decirlo expresamente, a “suceder” a la dama de hierro en la política gubernamental y dispuesta a bajar impuestos. Su Serena Majestad, de momento, sólo tiene que limitarse a cambiar Queen por King en el GodSave del himno. Muchos más cambios son poco perentorios, e improbables. Nos separa el Atlántico, no sólo Gibraltar.
Como rezan algunos carteles anónimos en las cercanías de Buckingham, Godblessthequeen. Descanse en paz.