La última expresión del rídiculo gubernamental
Solo podemos deducir que su finalidad era hacer callar a los incómodos periodistas que opinaban libremente, sobre la burricia de aquellos que han consentido tamaño desvarío.
La delegada del Gobierno contra la violencia de género, exjuez de profesión, Victoria Rosell, ha demostrado con sus declaraciones que no sirve para su cargo, por su simpleza. Ni sirve para volver a la judicatura por su sectarismo.
La última expresión del rídiculo gubernamental ha pasado por censurar a los medios que informan del escándalo de las excarcelaciones consecuencia del pestiño legal impulsado por la cajera de Saturn, pero llevado al congreso por el Gobierno de Susana, Pedro y sus amigues y aprobado por la progresía del legislativo nacional.
La señora Rosell mantiene que no se debe informar sobre las peticiones de excarcelación y reducción de condena de convictos de violación y abusos. Y esto para evitar, claro, la alarma social. Muchas luces no tiene la delegada si lo que pretende proteger con tal recomendación es la seguridad de las víctimas, pues difícil relación causa efecto tiene esta última parida.
Así pues, solo podemos deducir que su finalidad no era esa, sino simplemente hacer callar a los incómodos periodistas que opinaban libremente, marcador de excarcelaciones en mano, sobre la burricia de aquellos que han consentido tamaño desvarío.
Imaginamos que en la línea de caja del hiper, la ministra de “igual da”, podía confundirse con inicuas consecuencias. Quizás le falte algo de experiencia para asumir la responsabilidad que le ha depositado el amado líder.
Pero amén de la inconsecuente crítica a la judicatura, como única excusa que pone por haberla ciscado tanto con lo del no es no y el si es si, lo cierto es que la reforma del código penal por medio de la “ley orgánica 10/22 de garantía integral de la libertad sexual”, en vigor desde el 6 de octubre, ha sido aprobada por la mayoría parlamentaria que apoya al gobierno de sainete de Sánchez y sus muchachos, sus muchachas y sus muchaches.
Esa ley ha pasado por todos los filtros e informes y ha obviado todas las recomendaciones técnicas de aquellos que le advirtieron desde sus responsabilidades funcionariales el descalabro que se avecinaba. Así como ignoró las advertencias de aquellos que anunciamos desde la ciudadanía las evidentes consecuencias que se iban a producir por aprobar tamaña barbaridad.
Desde el día que a Máximo Huerta lo tiraron de su ministerio de cultura y ocio, con récord de efimeridad, no dándole tiempo ni para quitarse el precio de la suela de sus zapatos, aquí nadie se mueve del sillón, ni dimite ni lo tiran. El frente socio populista no pasa vergüenza. Todo lo puede.