Hoy me he manifestado contra el Gobierno
Comparándola con els cuatre gats que expulsaron al delincuente Jonqueras de la suya, para opacar en Barcelona la ridícula cumbre hispano francesa con el hidrógeno verde de fondo...
Motu proprio, sin autobús, sin bocadillo ni consigna, sin bandería, siquiera la bandera de España que es la de todos, sin acritud. Pero con mucha mala leche. He lucido discretamente, eso sí, una pulserita que dice #YoConAyuso y la palabra LIBERTAD sobre fondo blanco que unos jóvenes me han ofrecido cariñosamente. (Ha sido por cierto la única voz que ha recordado los nueve meses que Zaplana pasó en la cárcel -preventivamente- con su leucemia a cuestas).
Porque hay que echarlos cuanto antes, en las urnas. Así están las cosas.
No he ido de “mani” -dice mi amigo Maikel que el diminutivo es de pijos- o “manifa”, como las llamábamos cuando luchábamos contra la dictadura, desde aquella otra también masiva tras el atentado de Atocha que Rubalcaba convirtió en escrache a Génova y transformó (rara alquimia política) en la desastrosa victoria de Zapatero, inicio de la barbarie socialista que el innombrable felón ha llevado a consecuencias inauditas.
Unas “decenas de miles” según El País, tres en concreto según la Delegación de Gobierno de Madrid, veinte para el rotativo Debate … Con lo sencillo que resulta contar personas en un espacio, con cualquiera de las aplicaciones que se manejan en un estudio sencillo de geografía aplicada. “Unas cien mil” han dicho los expertos. Tal vez haya que agradecer al personaje que ha concentrado el repudio popular en “su persona”, la publicidad que ayer mismo le dio pretendiendo ridiculizarla de antemano, comparándola con els cuatre gats que expulsaron al delincuente Jonqueras de la suya, para opacar en Barcelona la ridícula cumbre hispano francesa con el hidrógeno verde de fondo. Porque la publicidad corporativa de esta convocatoria ha resultado más bien escasa.
En un ambiente festivo y amable, y con una espera algo larga –“hemos venido a protestar contra el gobierno, no a oír música” decía con gracia una señora de acento vasco a mi lado- en la que sonó el Mediterráneo de Serrat, Resistiré del Dúo Dinámico -en la pandemia nos hincharon- Mi querida España de Cecilia, y Libertad sin ira de Jarcha, la lectura de un manifiesto soso y políticamente correcto, ha concentrado a todos esos que Moncloa -¡ay Moncloa!- se ha apresurado a llamarnos excluyentes en lugar de reconocernos lo que somos, luchadores civiles excluidos de sus planes destructivos.
Tras el acto central en Cibeles, jotas, sevillanas y hasta pasodobles -me he bailado uno con una joven catalana- han amenizado una disolución tranquila (“dispersión” gritábamos cuando los grises acechaban en el franquismo) que ha ido inundando después bares y restaurantes cercanos con toda normalidad. Y es que somos gente normal la que ya no soportamos más esta situación de pérdida de libertades y valores democráticos en España, y que este gobierno desea perpetuar, hasta pretender una tercera república que sólo ellos desean.
Luego he comido con amigos de primera en el Club Matador, una excelente iniciativa de profesionales, escritores y artistas “de distintas edades, procedencias, formación y culturas” que funciona desde 2013 como un espejo de esa sociedad democrática, abierta, tolerante y ordenada, que exige con razón un cambio de gobierno en España. Habrá que esperar a la elecciones convocadas, porque pese a que la voz más oída en la masiva manifestación de hoy ha sido “gobierno dimisión”, ninguno de estos se va por voluntad propia ni con agua hirviendo.