Reflexión tras el relato
El diputado Luis Arquillos reflexiona sobre su partido, Ciudadanos: "Hay que facilitar ese cambio y para ello lo mejor sería no estorbar, aceptar la realidad que salir a la fuerza".
Hace tiempo leí una anécdota que me llamó la atención y que hoy resulta pertinente recordar por la similitud de la situación política que vivimos en la actualidad, y sin ánimo de querer hacer paralelismos -eso lo dejo a la interpretación del lector- voy a intentar describirla
Año 1982 final del mundial de fútbol celebrado en España, en la tribuna se encontraba Pertini, Presidente de Italia, el Rey Juan Carlos I, Don Juan de Borbón y Leopoldo Calvo Sotelo, presidente del Gobierno. Pertini hace el siguiente comentario "Me han dicho que va a convocar elecciones generales"; "Sí, presidente, se celebrarán en octubre, si el Rey lo acepta", comenta Calvo Sotelo. Pertini insiste: "Me figuro que para ganarlas"; "no, presidente, para perderlas", le contesta; "¿con dos años por delante para gobernar, convoca elecciones para perderlas?"; "sí, presidente. Mejor aceptarlo que salir a la fuerza. Mi partido está en trance de desaparición". Aquel año Felipe González y el PSOE obtuvieron 212 diputados.
En medio de un Estado de Derecho ciego, mudo y sordo en el que los derechos lingüísticos, culturales, sociales se veían pisoteados por una horda de nacionalistas integristas con ínfulas de soberanía, Ciudadanos fue ese salvavidas rebelde de una generación de españoles que no podían asumir lo que estaba pasando en una parte de España.
Se han venido cometiendo sucesivos errores, algunos con sospechosa perfección, y una realidad evidente en la que cada vez que se produce un proceso electoral, los españoles reducen la arrogancia con la que actúan los dirigentes
Ciudadanos nació para cubrir un espacio de centro europeísta, constitucional y civilizado. Ciudadanos reivindicaba lo obvio, lo que nos hace iguales en derechos y obligaciones, defendiendo con valentía lo que el Gobierno Central era incapaz de hacer. Ciudadanos dio ese paso adelante y consiguió plantar cara para cambiar el relato de que, quien no hablara catalán era un enemigo, un colono, un charnego, un facha.
Dar ese primer paso no fue fácil, pero se disponía de la valentía, el discurso, el objetivo y el apoyo de la ciudadanía. Pero lo realmente complicado fue canalizar esa rebeldía sin caer en la tentación de la soberbia y el error de intentar el asalto al poder con generales de dudosa preparación, sin estructura suficiente y con lucha de egos personales generadas por la inercia que conlleva el éxito inmediato, algo que cuando despiertas, lo único que te queda es la resaca, mientras que otros más avispados aprovechan y te birlan el relato, las ideas y hasta el futuro.
Desde entonces hasta ahora se han venido cometiendo sucesivos errores, algunos con sospechosa perfección, y una realidad evidente en la que cada vez que se produce un proceso electoral, los españoles reducen la arrogancia con la que actúan los dirigentes, entregando a otros traseros sus escaños, - Cataluña, Madrid, Castilla León, Andalucía-.
Esta situación llevó a la reflexión, que está muy bien, pero no es ejercicio intelectual para un día ni para hacerlo a tres meses de las elecciones, me temo que habría que haberlo hecho antes y dedicarle algo más de interés. Los dirigentes de ciudadanos tienen, en ocasiones, un sentido de la renovación poco aplicado. Por lo demás, todo normal.
Del mismo modo y acudiendo a la llamada de ese voto útil y alguna otra promesa, algunos cargos deseaban un sillón en el que acomodar su tafanario, un deseo totalmente lícito, pero es deseo chivato, se ven las intenciones
Todo este proceso desembocó en la desilusión de muchos simpatizantes que vieron como las ideas y referentes de su partido eran defendidas por otras opciones capaces de aunar fuerza suficiente para un cambio político necesario. Del mismo modo y acudiendo a la llamada de ese voto útil y alguna otra promesa, algunos cargos deseaban un sillón en el que acomodar su tafanario, un deseo totalmente lícito, pero es deseo chivato, se ven las intenciones.
Es hora de volver al inicio de este rápido resumen y retomar la anécdota con la que se principia, y que cada cual saque sus propias conclusiones, eso si, teniendo en cuenta la realidad en la que nos encontramos, la de tener un Gobierno necesariamente sustituible y nuestra obligación de cambiarlo por otro que tenga más dedicación por solucionar los problemas de los ciudadanos y menos complacencia con los que sólo buscan el salto atrás y la diferenciación entre iguales.
En mi opinión, hay que facilitar ese cambio y para ello lo mejor sería no estorbar, aceptar la realidad que salir a la fuerza.
He meditado si resulta conveniente y oportuno escribir todo esto y la meditación me ha aplaudido. Le agradezco el aplauso, y firmo.
(*) Luis Arquillos es secretario segundo de las Cortes Valencianas y diputado por Ciudadanos