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Ribó pisa el acelerador. A su manera

Cuando han fracasado definitivamente las torpes negociaciones para el traslado de la edificabilidad junto a Tabacalera al barrio de Penyarroja, tal vez se pretenda dejar un pufo

La vicealcaldesa de València, Sandra Gómez, y el alcalde de la ciudad, Joan Ribó, en la visita a la supermanzana de Petxina tras finalizar su obras.

Publicado por
José María Lozano

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Recordaba Lola Soriano en Las Provincias, que tras las multitudinarias -y muy sucias- Fallas tan esperadas de este año, la cimentación y la base de apoyo del emblemático y malhadado Pabellón de la Capitalidad Mundial del Diseño mantienen su inoportuna presencia en nuestra Plaza principal, definitivamente convertida por este Ayuntamiento en un contenedor de ocurrencias y objetos diversos. Durante las primeras mascletás, aun estando convenientemente vallado su recinto, pudo haber resultado un obstáculo para una sobrevenida evacuación de urgencia que, gracias a Dios, no se produjo.

Con sus habituales excusas de mal pagador (nunca acabó de recordar bien, por ejemplo, su gracioso y lujoso viaje a París) Joan Ribó parece haber declarado que ha servido de base para la Falla municipal -mire usted por donde; una suerte de reciclaje benefactor- y ahora es ya el momento de efectuar “tranquilamente” su remoción. ¡Atención! La de la base del pabellón, no la suya propia, que es de esperar se produzca en un par de meses. Menuda jeta se gasta el primer edil.

No le va a la zaga su correligionaria Gloria Tello, esa paleta que funge como regidora de cultura exhibiendo con idéntico descaro, y aparente seguridad en sí misma, su incompetencia con una catarata de actividades expositivas de última hora, abusando de la buena voluntad de artistas, críticos y otros operadores cuya participación considero oportuna, por su indiscutible valía, aun asumiendo un delicado papel de “escudos culturales”. Es sabida la habilidad de la izquierda en la utilización de este tipo de mecanismos de autoprotección.

Ni la permanentemente flamante vicealcaldesa socialista Sandra Gómez, que suele ir de sobrada con su natural mezcla de ignorancia y arrogancia a partes parejas. El episodio de la hipotética remodelación vial de Guillem de Castro, anulando el ciertamente antipático tramo de tráfico rodado subterráneo, al parecer con absoluta carencia de Informes técnicos de Vialidad, y sobre su repercusión en el comportamiento viario de la zona en cuestión. Con un par. Y por mucho que provisionalmente el TSJ de lo contencioso haya desligitimado la capacidad de recurso del edil popular Carlos Mundina -sorprendente desligitimación- su empecinamiento en hacerlo a sesenta días de elecciones, con la manifiesta oposición de vecinos y comerciantes, y encima con esa chulería propia de las decisiones autárquicas amparadas en un supuesto bien común y un modelo de ciudad inexistente, resulta a mi juicio escandaloso. Hace bien, muy bien, María José Catalá en reiniciar el recurso contencioso y volver a solicitar las medidas cautelares de suspensión de esas absurdas e infundadas pretensiones.

Otras operaciones, no menos locas -esta vez con una extraña complicidad de la propia oposición- se mantienen en el larguero. Como es el caso de la naves de la calle Guatla y, contra viento y marea, la negativa rayana en la prevaricación de impedir el ejercicio de los derechos urbanísticos del administrado, y fantasear con improvisados planeamientos y costosísimas e imposibles indemnizaciones. Cuando han fracasado definitivamente todas las torpes negociaciones para el traslado de la edificabilidad junto a Tabacalera al barrio de Penyarroja, tal vez se pretenda dejar un pufo a la muy probablemente distinta corporación venidera. “El que vinga darrere que arreu … “

No se ha construido ni una sóla vivienda social, ni un nuevo centro escolar, ni un ambulatorio o centro para mayores municipales. Y se han devuelto pingües ayudas por pura desidia o ineficiencia en la gestión, que afectan al conjunto de los valencianos y, particularmente, a los jóvenes.

Pero muy probablemente asistiremos todavía a las postreras subvenciones catalanistas, al enchufismo de amiguetes, a las chapuzas de todo tipo en la EMT. Y a la incontinencia terminal de Grezzi que se ha creído Bansky y ha convertido el tejido viario valenciano en el marco de un inmenso y cateto grafiti de pésima estética y peligrosa funcionalidad.

Yo sonrío, porque se van.

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