Me sigue gustando Feijóo
Su abstención, lejos de resultar equidistante ni mucho menos cobarde como algunos han pretendido, ha sido y es saludable
He seguido a trompicones, en el estado indio de Kerala donde me encuentro, algo en directo mucho en diferido, parte desde la prensa digital parte a través de las redes sociales, la caducada moción de censura cuyo consumo -a la manera de los productos efímeros- resulta ya poco recomendable. Y sobre la que, como he escrito acerca de otros asuntos llamativos, todo se ha dicho y todo, también, se ha callado.
Kerala es, por cierto, el único de los veintiocho estados federados de la India que en la actualidad y al parecer por poco tiempo, desde la estrepitosa caída en 2011 del Partido Comunista en estos lares, conserva un gobierno de tal color tras revalidar su mandato habitualmente alternado con el conservador Partido del Congreso. Diez veces menor que España y, sin embargo de población muy semejante (más de 38 millones en el censo de 2018) es un raro reducto ideológico en el que todavía se venera -sobre todo en los colleges y universidades- la imagen del asesino Che Vegara y donde la famosa fotografía de Korda (que siquiera le dio para comer) es frecuente en la cartelería y en las camisetas de jóvenes (y ricos) estudiantes urbanos. También yo la cultivé cuando, durante la dictadura, practiqué un izquierdismo atolondrado que con la democracia, y mi propia madurez, lógicamente fui abandonando. Nada de lo que avergonzarme mientras celebro una evolución razonable hacia una posición centrada, liberal y absolutamente independiente desde un punto de vista partidista (si se me admite esta personal, sencilla y sintética declaración de principios).
El pasado diciembre, con motivo de la Convención del PP en Valencia, escribí en ESdiario, sin ningún complejo de derechita cobarde, “Me ha gustado Feijóo” y me cayeron finas (más de propios que de extraños). Pues resulta que me sigue gustando.
He visto el resultado de un estudio demoscópico reciente que asegura que entre los votantes de Vox son muchos los que creen que la malhadada moción benefició más al Gobierno felón que a la formación que lidera Abascal. Y he leído al director de la cabecera capitalina matriz de este medio en el que colaboro a menudo por la generosidad de Álvaro Errazu, mi director autonómico, dar su brazo a torcer -recapitulando- acerca de la más que razonable y adecuada abstención de Alberto Núñez Feijóo, que pese a su premeditada ausencia en el Congreso donde carece de escaño, no dejó de estar presente de forma virtual ni un sólo instante en las alocuciones de unos y otros (hay un meme desternillante en las redes en el que presidente y vicepresidenta, como cacatúas, no repiten más que “partido popular, partido popular”…).
Creo personalmente que su abstención, lejos de resultar equidistante ni mucho menos cobarde como algunos han pretendido, ha sido y es saludable. Como lo es dejar de beber o comer cuando ya uno se ha saciado. O eludir la confrontación estéril e ignorar la ofensa y la agresividad del contrario. O como también lo es evitar hacer el ridículo. Bendita abstención a mi criterio, y bendito Feijóo y su perfil moderado y serio, presidenciable, que le acerca a Rajoy -nunca oculto que sigue gozando de mi simpatía y admiración; por ello también me suelen caer buenas de unos y otros- y a una realpolitik efectiva, no de pandereta, humo de pajas y gestos vacuos, que es la que hoy, más que nunca, necesita esta España empobrecida en lo intelectual y en lo económico.
Salvando las distancias geográficas y curriculares, creo a Carlos Mazón a la zaga. Sin motivo para disimular antecedentes zaplanistas que, por el contrario, se insertan en la gestión inteligente y eficaz que caracterizó al cartagenero hoy tan perseguido en una de esas causas generales promovidas sistemáticamente por la izquierda. Aunque no pierdo ocasión de pedirle máxima atención a la cultura -que no es patrimonio de los otros- y cuidadosa posición con la lengua, orillando extremismos o excesos románticos que a nada conducen.
Celebro la más que previsible alcaldía de María José Catalá en el cap i casal. Posibilidad que hoy parece compartirse, con desigual entusiasmo, de izquierda a derecha del arco político. Y la también previsible recuperación e innovadora continuidad, sin cursilerías ni fanatismos, del legado de Rita Barberá -como lo hacemos en el Observatorio para la Cultura Urbana que lleva su nombre- será una buena noticia para los que vivimos hoy la Valencia más sucia (en todos los sentidos) y machacada desde épocas del Barón de Cárcer. Y para toda la Comunitat Valenciana también.
Así que, me sigue gustando Feijóo. Y sonrío, porque se están yendo.