Impotencia gubernamental (y no hay viagra que lo remedie)
El “Doñana no se toca”, esa nueva perla del agitprop monclovita, puesto en práctica vía falcon
La huida hacia Doñana del jefe de la banda y el abandono de su escaño parlamentario -y del voto de su propia proposición- para remediar lo ya irremediable en la práctica, ha sido el indicador más reciente de cuál es (y de cuántas no son) la única política de este autarca de medio pelo.
Esto de las estrategias temporal/electorales, ya cansinas de por sí, unidas a cierta profusión incontrolada -¡ni un año sin comicios!- que las aproximan al consumismo universal (rebajas de verano, de invierno, de mitad de temporada, de black friday, del día sin IVA … y de la madre que los parió) empieza a resultar agotador.
Ignoro si asesores y juristas de Juanma Moreno han tenido en cuenta el calendario -y sus efectos- en relación con el Plan de Regadíos para el Parque Natural. E ignoro también los detalles sobre la afección al acuífero, la dependencia del trasvase programado y las fases previstas para su sustanciación. Lo que no ignoro, porque conozco personalmente a algunos productores de la zona, es la rara y en ocasiones injusta situación a la que se ha llegado en el entorno próximo a la importantísima reserva natural tras los cuarenta años de mandato socialista; o la docena de pozos recientemente autorizados por la sectaria ministra Ribera a través de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Tampoco ignoro el éxito ya cierto de la Ley de impulso para la sostenibilidad del territorio en Andalucía, que puso a la izquierda de los nervios como ahora, y ha venido para terminar con el desmadre rural que los socialistas tanto tiempo consintieron.
El “Doñana no se toca”, esa nueva perla del agitprop monclovita, puesto en práctica vía falcon para retar en duelo al PP el mismo día que estos le sacan las castañas del fuego de la ley más nefasta que este gobierno ha parido, es también un indicador de los modos más chulescos y barriobajeros que ya no son sólo patrimonio de la ministra Montero de los Eres, sino purita marca gubernamental.
Ahí están los dolorosos números de las “consecuencias no deseadas”, como constatación del fracaso y de la impotencia de un gobierno agotado y cocido en la salsa de su soberbia y oportunista coalición. Una impotencia política que va más allá de la disfunción eréctil y que no hay sildenafil propedéutico que la corrija, arriesgando mutar en simple esterilidad.
Los expertos inexistentes, las ayudas que no llegaron, los proyectos abandonados, los dineros desviados, las promesas incumplidas, las mentiras consagradas, las humillaciones consentidas … y ahora, la vivienda … Una más.
Se atribuye a Quevedo (hay versiones distintas) la máxima “nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir” … , y el chascarrillo escatológico menos creíble: “hasta por el culo me conocen”. Pues ambos resultan muy oportunos para describir esta infertilidad gubernamental extensible en nuestro caso al gobierno de Puig, que se va a comer con papas, y sin agua, la infrafinanciación y el abandono del campo valenciano. O al de Ribó que no gana para meter pasta en la EMT, desacierto tras desacierto de su inefable napolitano, con la falta que le hacen a sus patrocinados catalanistas de aquí o de allá, y a sus amados musulmanes de allí o de aquí. Un mismo esperpento a escalas local, autonómica o nacional.
Anunciar decenas de miles de viviendas (de Saréb o de Berás) cuando no se ha hecho ni una en toda la legislatura, y el mismo día que se constata la incapacidad para resolver el sí es sí de las niñas, es como atacar la sanidad madrileña el mismo día que se conoce una más que probable mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso. “Bufas de pato” que decía el otro.
Por el contrario María José Catalá ha cerrado su lista municipal, en un círculo virtuoso manteniendo a “los suyos” e incorporando nombres muy batidos ya en otros frentes, como Carbonell, Marí, Moreno o Torrado, en puestos de salida garantizada. Tengo para mí que el resultado de las urnas superará todas las expectativas y que tendremos gobiernos saludables, serios y fértiles. Lejos de la impotencia demostrada con denuedo por tanto inútil.
Y ya saben, yo sonrío, porque se van.