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Cada día creo menos en todo

No defiendo a los fondos buitres, pero el señor que, a base de esfuerzos, se ha comprado un pisito en la playa para pasar los puentes y las vacaciones, tiene derecho a estar seguro

Las viviendas en alquiler cada vez son más escasas.

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Tengo una posición privilegiada, lo reconozco, aunque esa posición no ha sido gratis. No me voy a tirar faroles, pero después de aprobar dos oposiciones seguidas, una detrás de otra, ambas a la primera y sin enchufe, porque el cargo más alto que conocía era mi hermano. No se vayan a creer que era ministro ni diputado ni director general ni leches. Mi hermano, al que pedí que me recomendara en los exámenes y no hizo nada, era cabo tomatero - como un chusquero que conozco, solo que este va de alto cargo de la Seguridad del Estado- cabo tomatero en el cuartel de veterinaria de Granada y se dedicaba a picar tripas de pollo para mezclarlas con no sé qué venenos y pasearse por los cuarteles de aquella capital preciosa desratizando infantería, artillería, capitanía y todos los ías que se pusieran por delante. Su recomendación no sirvió de nada porque un cabo tomatero – nunca fue chusquero como el alto cargo de la seguridad estatal- pintaba menos en el organigrama del Estado que pichiculo en Londres.

En fin, que tras aprobar dos oposiciones seguidas y a la primera, conseguí un gran cargo, cuarenta años en la cárcel en los que menos montar en globo y ser sodomizado mirando a Cuenca, me ha pasado de todo -Lean #deprisionesputasypistolas y ya verán, dicho sin ánimo de hacer propaganda-.

¿Estaba hablando del chusquero? No. Ese pobre, con más mili que el palo de la bandera, no necesita ninguna glosa literaria ni periodística

Cuarenta años en la cárcel marcan a cualquiera. Ya decía el gran maestro Antonio Beristain que más de quince años de condena eran una inhumanidad porque desestructuraban irremediablemente la personalidad de cualquiera. Si quince años destrozan, imagínense cuarenta. Con cuarenta años de talego uno sale violador en serie o asesino múltiple. Seguro. Debo de ser un caso raro. En mi larga vida en cuyo último tramo me encuentro – anciano, jubilado e inútil- no he cometido jamás un delito. Bueno, solo los que cuento en #deprisionesputasypistolas, pero esos lo fueron por la consecución de un bien superior. Fíjense si fui gilipollas que me declararon número uno a batir por ETA y me pusieron más escoltas que a un ministro. Pues nunca consentí que me trajeran del País Vasco, de Madrid o de Valencia a ver al amor de mi vida. Siempre dije: mis vis a vis me los pago yo y no el contribuyente, y la policía me acompañaba hasta la cabecera de la autopista de Burgos, en Miranda de Ebro, y me recogían otros en una gasolinera en las curvas de Petrer. Un gilipollas porque quemé tres coches con sus mantenimientos, sus gasolinas y sus reparaciones, que con ese dinero me podría haber comprado al menos un piso. No como Roldán, en París, pero un pisito para tener una renta en la vejez. ¡Ayyyy, el amor de mi vida! No era aquella, que el amor de mi vida está ahora, cerca, pero sin hacerme mucho caso por no decir ninguno.

¿Estaba hablando del chusquero? No. Ese pobre, con más mili que el palo de la bandera, no necesita ninguna glosa literaria ni periodística. Quienes sí la necesitan son los políticos que nos ponen cada día de los nervios con su diarrea legislativa. Una ley cada día, una reforma cada tarde…que se vea que ellos se parten el pecho para que los ciudadanos vagos y maleantes – como los jubilados y yo mismo, que no rendimos nada- tengamos el bienestar asegurado. Vean, si no, esa innecesaria ley del sí es sí. Se creen ellas que han descubierto el consentimiento inexistente hasta su llegada. La ley, tan perfecta y necesaria, ha sido dejada sin efecto y reformada a la semana de ser hecha. Un dislate de trabajo.

Vean, si no, esa innecesaria ley del sí es  sí. Se creen ellas que  han descubierto el consentimiento inexistente hasta su llegada

Leo, con los pelos de punta, que Sánchez pacta con Podemos y Esquerra, más garantías para los okupas. Vamos a ver que no me quiero confundir con un facha. La Constitución dice que tenemos derecho a una vivienda digna. Perfecto, pero el Estado no puede pagar una vivienda a cada ciudadano regalándole el baño, la cocina amueblada, el aire acondicionado, la ropa de cama y todo lo demás. Yo he estado toda la vida pagando hipotecas. Me han depredado por delante, por detrás y por los lados. No defiendo a los fondos buitres, esos que se hacen con el mercado inmobiliario y especulan para forrarse, pero el señor que, a base de esfuerzos, se ha comprado un pisito en la playa para pasar los puentes y las vacaciones, tiene derecho a estar seguro. A que el Estado, que todos pagamos con nuestros impuestos – que me lo digan a mí, que media pensión se va en ellos entre Renta, IRPF, IBI, vehículos y la madre que me parió…- le garantice la seguridad. ¿Qué es la seguridad? Ya lo decía Churchill, aquel genio: saber que cuando llaman a tu puerta a las seis de la mañana, estás seguro de que solo puede ser el lechero. Pues ese señor, que trabaja y ahorra todo el año, y se va quince días de vacaciones a donde le de la gana, tiene derecho a estar seguro de que al volver no se va a encontrar la casa como un basurero, plagada de okupas que dicen que viven allí y él, con su familia, se tiene que ir a dormir a una fonda. Aquí, nuevamente, se invierte la carga de la prueba – lean #elgatotuerto, y no es publicidad- el dueño de la casa debe demostrar que el inquilino/okupa no es una persona sin recursos. Que el moroso/okupa no utiliza la casa para vivir. O sea que el propietario, el que ha pagado la casa, la escritura y la inscripción en el registro debe “demostrar”. ¿Demostrar qué, para qué están la escrituras públicas? Y el que se ha metido allí por las buenas o por las bravas tiene el derecho a quedarse sin demostrar nada. ¿Dónde están los principios generales del derecho? ¿La Igualdad ante la ley, la Seguridad jurídica, la Carga de la Prueba…?

Ya no digo nada, por cansancio, de los abuelos - colectivo en el que me encuentro, inerme y desahuciado- para los que no hay residencias y en algunas de ellas – he visto varios reportajes en televisión- se les trata mucho peor que a los presos en las cárceles porque en las residencias no hay juez de vigilancia penitenciaria. Las residencias… ese lujo asiático al que es imposible acceder, que he preguntado. Prepárense para ver cómo me quemo a lo bonzo a las puertas del Congreso, cuando no pueda valerme por mí mismo y la pensión no me dé para una residencia en condiciones. ¿Quién ha dicho que hay que forzar a los hijos a que cuiden al padre o la madre imposibilitados? ¿Eso es el estado del bienestar?

Y en medio de estos problemas sin solución, los políticos se preocupan por su lugar en la lista. ¿Un lugar de salida, por Dios! Y en medio de este revoltillo, la plebe escucha en primera página de los telediarios que el rey emérito no ha podido salir a navegar en las regatas de Sanxexo porque había mucho oleaje. ¡Qué pena, señor! Somos imbéciles y la igualdad ante la ley, en este país, es inexistente porque, ya lo decía Julio Anguita: en el inicio de toda gran fortuna hay un delito. Y este señor, cuando vino de Roma a ser tutelado por Franco y a prepararse para retomar la monarquía, no tenía un duro. Ahora vive a lo grande en el golfo pérsico en donde yo no podría pagar ni una semana y viaja en jet privado. ¡Viva la igualdad constitucional!

Cabreado como un mono encuentro refugio en la literatura. Como siempre. Me viene a la mano “La historia que jamás deseé escribir” de Chus Sánchez y premio Malas Artes a la mejor novela de género fantástico. Gira en torno al tráfico ilegal - me recuerda mi detención el sábado pasado en la performance del Castillo de Santa Bárbara presentando libros de moteros macarras y golfos- el tráfico ilegal, repito, de “Mumia vera” – algo así como polvo de momias egipcias- que existió en el siglo XIX. Entonces se creía que esa “Mumia vera” era una panacea universal y efectiva contra las pandemias incurables del momento: la tuberculosis y el cólera, por ejemplo. Intriga, misterio y terror, de la mano de Chus Sánchez, mujer dulce y escritora excelsa que no os podéis perder. Echadle mano a esta novela. Rápido.

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