Una Catalá espléndida que bien amerita la Alcaldía
Hay una moral de derrota en la izquierda que supera en mucho la ilusión de victoria de la derecha.
Me invitaron al mitin del PP en la plaza de toros de Valencia, y he ido. Confesaré que me ha gustado asistir a una muestra de entusiasmo popular (nunca mejor dicho) que a mi juicio refleja un estado de ánimo generalizado en la calle. El clima ha acompañado, como si se tratara de un ensayo del último desiderátum naif de Yoyolanda de adaptarlo a las circunstancias.
Esa plaza abarrotada es un indicador más de un cambio, un recambio mejor, que estas tierras valencianas parecen estar reclamando tras el hartazgo de promesas incumplidas, de gestos vacíos, cuando no de simples embustes que se suceden sin otro recorrido ni oportunidad de que el último opaque al anterior. Tal es su inconsistencia.
Dejo al margen las extravagancias y los exabruptos que suelen situarse en los extremos con el peligro de contagiar con su virulencia discursos más centrados. No vale la pena comentarlos. Hay una moral de derrota en la izquierda que supera en mucho la ilusión de victoria de la derecha. Y éste es un indicador más de fondo que se compadece con la obviedad de la comparación del encuentro controlado de los socialistas la víspera y la apuesta ambiciosa del partido de Feijóo hoy. Como en los viejos tiempos, más tolerantes, menos crispados, una muestra representativa del conjunto de la sociedad valenciana (Alicante, Castellón y Valencia) se ha dado cita en este lugar emblemático del cap i casal, sacudiéndose complejos -y olvidando afrentas- que durante ocho largos años parecían atenazar una política sensata y eficiente en el día a día ciudadano y en las cosas de comer. Sustituida por un alarde de ideología barata y populista; y -lo que es peor- de funestas consecuencias .
En el llamamiento de Feijóo al voto útil he querido entender una velada alusión (en positivo) al denostado bipartidismo, ahora que el suflé de los “partidos emergentes” parece haber propasado torpemente el tiempo de cocción adecuado. Y en el reclamo de eficiencia -Carlos Mazón ha sido directo y contundente- una superación de la no menos denostada “tecnocracia”, para reconocer la importancia del rigor, de la disciplina y la cultura del esfuerzo; y el definitivo abandono de las ocurrencias puramente oportunistas.
Elogié días atrás la madurez y la fortaleza exhibidas por María José Catalá en el desayuno celebrado con la sociedad civil en el Foro Mediterráneo. Y es de justicia que hoy reconozca la musculatura política mostrada ante los suyos. Una intervención vibrante, sin victimismos ni sensiblerías inoperantes, que -¡cómo no!- ha tenido su momento álgido con el ajustado recuerdo de Rita Barberá. Y sin necesidad de hacer sangre, la candidata ha desgranado las líneas maestras de un giro en la política municipal que esta ciudad necesita como el comer.
No será fácil. Son muchas las cuestiones que precisan otro enfoque. Y algunas las que exigen una solución inmediata y casi opuesta a las que Rialto (y Botànic) han ido consolidando de forma terca e impositiva. Y con las que toca acabar ya.
La sostenibilidad y movilidad urbanas, la igualdad de oportunidades y el respeto a las mujeres, la ayuda real al vulnerable, la preocupación medioambiental y la sensibilidad cultural no son -no lo han sido nunca- patrimonio de la izquierda. Y una derecha moderna y desacomplejada, lo sabe, lo entiende y puede practicarlo con éxito sin desdoro alguno de sus principios humanistas y cristianos. En un marco de transparencia -que tampoco es patrimonio de la izquierda- y, por supuesto, de honorabilidad absoluta. Es lo que espero.
Estaremos muy atentos a los resultados del domingo próximo que, personalmente, auguro por encima de las expectativas de las encuestas más optimistas. Pero estaremos más atentos -y exigentes- todavía al día siguiente, cuando España puede despertar con la ilusión de recobrar valores que difícilmente pueden ser enterrados.
Dícese que una victoria holgada del PP en la Comunitat facilitará la llegada de Feijóo a la Moncloa. Tengo para mí que una Catalá hoy espléndida, bien amerita la Alcaldía de Valencia.