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Vergüenza ajena institucional

Es un espectáculo que evitará evidenciar la cortesía de los visitantes, pero que no pasa desapercibido.

Un hombre sujeta una pancarta el día en el que la plataforma Desokupa ha desplegado una lona en Atocha contra el presidente del Gobierno, a 3 de julio de 2023, en Madrid

Publicado por
José María Lozano

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Que el presidente del Gobierno no sólo no haya enmendado sus formas, sino que las haya sobreactuado, en todo esto que tiene que ver con la presidencia de turno de la CE, me produce una suerte de vergüenza ajena institucional. A sabiendas de que la gran mayoría de los españoles, europeístas, incluidos los votantes del PP, procurarán un éxito para la misma, hurta a Feijóo información relevante sobre su desarrollo, por mucho que su responsabilidad no esté garantizada tras el 23 de julio. Es un espectáculo que evitará evidenciar la cortesía de los visitantes, pero que no pasa desapercibido.

A la vista de los antecedentes de precampaña, con ministras apercibidas por la autoridad electoral y un desparpajo generalizado en gestos y acciones, de los gobernantes cesantes, la campaña propiamente dicha va a ser de aúpa. Y los esfuerzos de unos y otros, por hacerla compatible con la hospitalidad -y con la eficiencia correspondiente- que los socios europeos merecen, deberían ser extremos. Para el Gobierno, una cuestión institucional. Y para el Partido Popular, un asunto de Estado.

No ha tardado el presidente de la patronal en recordar a Yolanda Díaz -a la vicepresidenta candidata- que el presupuesto de la generosa invitación al voto que de forma indiscriminada ha lanzado al medio millón de jóvenes de dieciocho, supera en mil millones la suma de los presupuestos de sanidad y educación (o sanidad y sociales, no sé). Otra colega de gabinete -la vicepresidenta primera- se pregunta con qué financiación. Vergüenza ajena institucional.

Que una empresa conocida por su actividad en procesos de desocupación de viviendas haya colgado una pancarta tan cruda el día que se recibe a los mandatarios europeos, es un indicador -objetivo, y que declino calificar- de un clima en el que el respeto institucional no sólo no se ha propiciado, sino que se ha vulnerado en todo los ámbitos y escalas, bajo el mantra de la libertad de expresión.

Y la “taza y media” que ya anuncian los filoetarras de Bildu con chulería, o el alto precio que augura el de Ezquerra con polo blanco, un chantaje anunciado que tengo para mí que no se dará. Más vergüenza institucional.

No creo que pretenda resultar original Feijóo cuando transmite como idea central de su discurso político, aquel famoso “cambiar para”, la de devolver a las instituciones el respeto y prestigio que merecen y encarnan. Y la normalidad de un funcionamiento eficiente. No ha dejado duda de cuál es su idea operativa para derogar el sanchismo (mucho más allá que la autodefinición en tono irónico que le sirvió el protagonista en bandeja). Y los bocetos que se atreve a dibujar sobre un hipotético gobierno, no por expresarlos en tonos pastel, ocultan un retrato vivo de la realidad española. Ni sea tan raro que aspire a gobernar con fortaleza y, a ser posible, en solitario. ¿Quién no lo haría?

He sonreído, porque ya se fueron, en la Comunitat Valenciana y en mi querida Valencia. Y he empezado a disfrutar de las primeras decisiones en el Ayuntamiento. Sería de agradecer que no tuviera que pasar esta vergüenza ajena por el comportamiento final de los que cesaron en mayo y de los que -de inmediato también en funciones- pudieran hacerlo en julio. Y sonrío plenamente, porque creo que estos otros también se van.

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