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Moderación y firmeza

Se multiplican las voces de escándalo -sinceras o no tan sinceras- de unos y otros. Exponencialmente las de aquellos que van cambiando de opinión según su espuria conveniencia.

Un ciclista pasa al lado de la pintura del presidente Pedro Sánchez y al expresidente de la Generalitat y eurodiputado de Junts, Carles Puigdemont, dándose un beso en el mural del artista urbano TVBoy

Publicado por
José María Lozano

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El pasado día 11 se “celebró” la Diada en Barcelona. Obvio explicar con detalle -por suficientemente conocido- la efeméride que se conmemora en tal fecha histórica tras la victoria de las tropas borbónicas. Pero lo cierto es que los datos ofrecidos por la policía municipal la sitúan en cifras de participación, que aun siendo importantes, no se asemejan ni por asomo a las de años atrás, resultando las más bajas de su trayectoria. Las soflamas sin embargo, in crescendo. Quema de banderas institucionales y de retratos de personas físicas -no he visto que incluyeran esta vez al paciente monarca- que a nadie han parecido constitutivas del menor indicio de odio. E insultos, desde el de botifler a traidor, para el presidente de la Generalitat de Cataluña, que se salvó no obstante de la quema.

El mismo día hemos podido leer el artículo de opinión, titulado Felonías Políticas, del Académico de la Lengua Juan Luis Cebrián, en el periódico del que fue todopoderoso director y hoy honorífico y columnista, indisimulado partidario y firme defensor del socialismo español. Y en un digital, español aunque de cabecera en inglés, el largo escrito del prestigiado catedrático Antonio Elorza, militante comunista en su juventud, seducido en su día por la efímera formación que encabezó Rosa Díez, con forma de carta abierta al líder del Partido Popular. Aconsejo que tras su lectura, se comparen y crucen sus contenidos.

Mis lectores más jóvenes -si los tuviere- seguramente desconocen el “toco mocho”. Un timo popular y recurrente cuando ni se atisbaba el tsunami de las estafas cibernéticas. Una viejecita de aspecto frágil y bondadoso, después de seleccionar cuidadosamente a un tipo con aspecto de espabilao, so excusa de urgencia humanitaria ofrecía un boleto “premiado” que le resultaba complicado canjear por importe apenas superior a su valor inicial y muy inferior a la cantidad con la que había sido agraciado (aunque algo más que las veinticinco pesetas de la interesante analogía que Elorza utiliza en su exposición). El ventajista que por aparente solidaridad entraba al trapo, acababa siendo el timador timado al comprobar la inexistencia de premio alguno.

Días atrás, la catedrática catalana de derecho constitucional Teresa Freixas, convencida de que quien preside en funciones el gobierno de la nación reencarna, en sus funciones a Verres, se pregunta quién es hoy Cicerón en España.

El desparpajo con que la ministra portavoz del gobierno, en sus funciones desde la Moncloa, ha tachado a Aznar de golpista, no es menor que la ignominiosa pleitesía rendida por la todavía vicepresidenta comunista Díaz -también en funciones- al fascista delincuente que funciona en Waterloo como presunto fiel de la balanza capaz de investir presidente de un nuevo gobierno en España. Funcione o no funcione.

Al anuncio de la protesta convocada por el PP el 24 en la madrileña plaza de España -iré- han salido en tromba. No pueden soportar la receta de su propia medicina.

Dizque que circula en las redes un papelón de diecinueve páginas con el pomposo título “Proposición de Ley Orgánica de Amnistía y de Resolución del conflicto político entre Catalunya y el Estado Español”, con exposición de motivos en cuatro amplios epígrafes numerados con romanos y ocho artículos con árabes en letra, que bien podría resumirse como el toco mocho actualizado. Sea cierto o no. Aperitivo o merienda. Campaña de humo para tantear la opinión pública o masajeo previo para condicionarla. Lo que no sé, es quien funge de viejecita timadora y quién de ventajista timado. La cualidad inmoral de ambos es desde luego manifiesta.

Se multiplican las voces de escándalo -sinceras o no tan sinceras- de unos y otros. Exponencialmente las de aquellos -antes llamados mentirosos- que van cambiando de opinión según su espuria conveniencia. Y aterran los clamorosos silencios.

Quiero para mí que, sin embargo, tarde o temprano también saldremos de esta. La fórmula no es otra, cada uno en su ámbito público o privado, que la de la moderación y la firmeza, en el mayor grado y a partes iguales. Es la que, en mi modestia, aplicaré y recomiendo.

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