De alzamientos diversos. O todos contra Feijóo
El capo mitinea en sede empresarial, con dos decenas de embajadores invitados, contra el jefe del partido adversario y se alza como el ventajista que es, exhibiendo sus peores modales.
Notamos, y sabemos, que la izquierda institucional anda enloquecida en defensa de su desmedida ambición (me sugería afición esa micro inteligencia artificial que es el corrector o la pequeña memoria del aparato que nos suele jugar malas pasadas; también podría ser. Aunque no detectó la repetición del “que” después del “dizque”, que con justicia me reprochó mi amigo Eduardo).
Esa “pasionarilla” en acertada expresión de Jon Juaristi, que tras cursar derecho en la Universidad de La Mancha y aprobar su última asignatura, pese a lucir inapropiadamente en sus currícula el oficio de abogada, no ha dejado de mamar de la teta pública bajo el paraguas socialista, se ha lanzado -o alzado- con el término “alzamiento” en la sede gubernamental de su portavocía en funciones. En Puertollano, donde fue alcaldesa un par de años antes de catapultarse, junto a sus colegas de Gandia y Zaragoza, desde una municipalidad discreta, hacia las sectarias posiciones con que las tres agradecen el premio del bos, la conocen bien. También en su pequeño pueblo natal de fundación romana, Abenójar, donde curiosamente otra mujer, del PP, manda desde 2015.
El capo mitinea en sede empresarial, con dos decenas de embajadores invitados, contra el jefe del partido adversario y se alza como el ventajista -doctor en ventajismo- que es, exhibiendo a la vez sus peores modales de urbanidad.
Nuestro Ximo Puig, tan “bonico” él, mendigando hipotético ministerio, se alza contra Mazón tergiversando y mintiendo, azuzando a los suyos -antes de que se los furte el de Mislata-con toda suerte de gilipolleces, de inmediato secundadas por Sandra Gómez contra Catalá.
Las jefas de Unidas Podemos, ante un previsible desahucio ministerial, elevan el tono alzándose contra Aznar con el esperpéntico mote de “criminal de guerra” y otras lindezas que escaparán, como la quema de fotos y banderas, del menor indicio de odio o agresión; que no parece sexual por mucho que quieran joder.
Y los de Compromís, aunque agachados, se alzan contra Rovira con camiseta -en inglés- para ocultar su fracaso electoral. Y su ninguneo en el sumatorio de la especialita clasificadora de amnistías que también cursó derecho en la histórica Universidad de la Casa de la Troya.
Pero a un servidor, le sigue gustando Feijóo. Así como nuestro paciente monarca.
Tanto me da que el presidente del PP anunciara a su ejecutiva la manifestación cívica del 24 en Madrid antes de que el de FAES lo hiciera en su discurso inaugural de la fundación. Y, naturalmente, no cabe ponerlo en relación con la convocatoria de la presidenta de Sociedad Civil Catalana que augura éxito para el 8 de octubre en Barcelona.
Se alzan voces -para mí que con la boca chica- de socialistas históricos contra la previsible amnistía, que su hipotético perpetrador acalla con las botas de la represión interna simbolizada mediante la ejemplarizante y enérgica expulsión de Nicolás Redondo de sus filas.
Mis más finolis y engolados compis de opinión, se alzan en alambicadas consideraciones sobre la estrategia de Feijóo -que les recuerdo, me sigue gustando desde que le oí en Valencia en diciembre del año pasado- queriendo indicarle el buen camino en la defensa de España y de los intereses de su propio partido.
Y los más dicharacheros, de uno y otro color, se alzan con elucubraciones malintencionadas acerca de una Ayuso al acecho.
Así que pese a tanto alzamiento de chicha y nabo, a mí me sigue gustando Feijóo. Y creo firmemente que no soy el único.