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Cuentistas y miserables (Hoy en clave más local)

Ahora resulta que hasta 2019 el patio gótico del Palau de la Generalitat carecía de luz propia y remover la escultura de Alfaro, muestra de patrimonio cultural, atenta contra la libertad.

Puente de las Flores ahora rebautizado como Puente de Rita Barberá.

Publicado por
José María Lozano

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Suelen coincidir los finos -o no tan finos- analistas políticos a su vez creadores -o no tanto- de opinión, en las carencias históricas de los populares en materia de comunicación. La sentencia es a menudo, “el PP no sabe explicar su política a la opinión pública” y expresiones previamente acuñadas como la del “tiro en un pie” o “desaprovecha la oportunidad”, “no sabe contar su postura con claridad”, se deslizan con una u otra intención en las crónicas periódicas de medios que se presuponen afines a la derecha en su conjunto. Obvio señalar que en los medios, legítima o gregariamente cercanos a las izquierdas, el relato se magnifica y se repiten mantras como el de la “ultraderecha”, o ese invento tan eficaz como ininteligible de la “derecha extrema” hasta llegar, en un totum revolutum, a incluir a unos y otros en un mismo saco “antiprogreso”.

Y puede que, a los primeros, no les falte razón porque, evidentemente, los cuentistas están al otro lado.

Apenas superados los famosos “cien días” -expresión atribuida como tantas más al inefable Winston Churchill; preguntaré a Camps que es especialista y admirador del personaje- de María José Catalá en el Ayuntamiento de Valencia, y cuando están todavía por cumplirse los de Carlos Mazón en la presidencia de la Generalitat, un rosario (no va con segundas; lo de abanico es más cursi e inexacto) de acciones, pequeñas y no tan pequeñas como gusta decir la primera desde su campaña electoral, decisivas en ambos casos, se han ido materializando.

Naturalmente no han sido subsumidas por la oposición, ni mucho menos por los que (Podemos y sus variantes comunistas) han quedado fuera del arco parlamentario por primera vez; o de nuevo, y por segunda, del Consistorio capitalino por clara y rotunda voluntad plebiscitaria. Desconcertados -o no tanto- e irascibles en exceso, no dudan en seguir reivindicando su inexistente calidad de gestión, llamando retroceso a lo que para los votantes es avance. Y manejando de forma contradictoria la herencia que han dejado. Acusando de continuidad oportunista en los pocos casos en que es aprovechable y vociferando contra las lógicas rectificaciones en la mayoría de ellos.

Dejo el recuento pormenorizado de éxitos a los actuales responsables en ejercicio, y el airado inventario de cuentos a los relegados por la ciudadanía (o la gente, o el pueblo, según convenga a los modos políticos al uso). Pero no me resisto a mentar algunos episodios relevantes.

El nombramiento de Rita Barberá como Alcaldesa Honoraria, y la consiguiente rotulación complementaria de “su” puente de las flores, solicitado sin éxito por su partido tiempo atrás, señalado en su programa electoral reciente, ha retratado el sectarismo de la izquierda municipal -podría haber optado por una discreta abstención- hasta llegar a la ridícula afirmación de que el apoyo de Vox responde a una transacción en materia de tildes para la toponimia en valenciano del cap y casal. Miserables.

La oportunista utilización de las cuestiones de violencia contra las mujeres -pongan ustedes el calificativo que convenga- sin entrar en el fondo de la dramática cuestión que es lo que interesa, clama al cielo (tampoco va con segundas). Propagando con impudicia bulos de inexistentes supresiones e ignorando su responsabilidad compartida en la chapucera, injusta y criminal ley de funestas y demostradas consecuencias, ha hecho arremangarse en las Cortes, con razón, a Susana Camarero. Miserables.

En lo urbanístico, Benimaclet y Paterna. O la Marina y los Docks como ejemplos de sectarismo y amiguismo según toque. De la Plaza del Ayuntamiento y el Ágora del Diseño mejor callar. Y ahora resulta que hasta 2019 el patio gótico del Palau de la Generalitat carecía de luz propia y remover la escultura de Andreu Alfaro, indiscutible muestra de patrimonio cultural, atenta contra la libertad. Miserables. Y cuentistas, muy cuentistas.

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