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Amnistía, sí

El mero hecho de que sea objeto de mercadeo ya resulta repugnante.

Cientos de personas protestan durante una manifestación de SCC contra la amnistía, a 8 de octubre de 2023, en Barcelona

Publicado por
José María Lozano

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Sí. Ya se puede hablar lisa y llanamente de amnistía. Lo ha hecho, oponiéndose a voz en grito, un gentío en Barcelona a convocatoria de Societat Civil Catalana (yo he estado) acompañándose de los líderes de algunos partidos. De otros no. Lo ha dicho con la boca chica, una vez, arropado por mandatarios europeos, el ahora sí candidato a la investidura, presidente del gobierno en funciones. Y con la boca llena -casi a bocajarro- la vicepresidenta comunista en funciones que abrazó en pleitesía al prófugo. Que hace tiempo que no ahorra argumentos, ni “expertos”, en la cuadratura del círculo de la amnistía total, ni clasificaciones a las que, en su caso, debiera añadir una suerte de “auto amnistía”, con efectos retroactivos desde el inicio de los tiempos, que eximiría a los Reyes Católicos de presentar excusas a López Calderón, ni a Gustavo Petro, recibido aquí con honores pese a lo del “yugo español” o las graves acusaciones de su hijo.

Hasta ayer o antes de ayer, de la amnistía habían largado a base de bien los propios beneficiarios. Lo que es de cajón. Y casi desgañitado Feijóo en el laborioso e infecundo proceso de obtener apoyos para su investidura de ganador de las elecciones. Los de enfrente lo despachaban con el mantra de que no había más que un candidato designado y no había llegado el tiempo del otro. El otro se había sumido en el silencio soberbio de su última incomparecencia. Aunque tres días antes de los comicios, en acto electoral, la citaba por su nombre para negarla. Nadie espera ya a que lo repita tres veces. Lleva la traición en el ADN.

Ahora es su tiempo de buscador debajo de las piedras, capaz de invitar a cenar a un muerto en su propósito, y ya no bastan los eufemismos y el dibujo de seráficos horizontes, con independencia del grado de coincidencia que ya haya alcanzado con los separatistas. Pero decir, no dice ni pío.

Han hablado juristas de prestigio, ameritados por una trayectoria impecablemente democrática -cito por todos a la catedrática catalana Teresa Freixes- y hasta los llamados “padres fundadores” del PSOE moderno. Con diferencia de matices y una conclusión común. Opuesta a la que a la Investidura parece abocada.

Hemos leído o escuchado las opiniones de unos y otros en periódicos, radios y televisores. Y hasta hemos leído mensajes desatados en la aplicación que ahora se llama X. Incluidas las exigencias a nuestro paciente monarca y las fantasías sobre delirantes monólogos o diálogos de S.M.

Ha sido -está siendo- tema de conversación en las casas y en la calle. En los bares y comercios. No será de extrañar que a alguna ministra se lo haya comentado un espontáneo haciendo cola en el súper o en el metro. Estaré atento.

Se diga lo que se diga, se llame como se llame, sirva o no sirva para lo que supone que sirve, y tome la decisión última quien la tome, el mero hecho de que sea objeto de mercadeo ya resulta repugnante.

Y no me parecen tópicos los llamamientos al peligro que corren fundamentos del Estado, de la democracia y de la convivencia, como el de la unidad, la soberanía y la igualdad. De España y de los españoles. De todos los españoles.

No me escandaliza que sus beneficiarios extiendan a la vez la mano para el cobro del empréstito, ni lo larga que la tiene el deudor. No me escandalizan ya ni las formas. Me escandaliza la ausencia de un clamor popular de condena en el que no deseo subsumirme. Viva España y Viva el Rey.

(Mientras, explota una nueva guerra cercana que pone en alerta a Europa. Veremos dividido al gobierno)