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Y ahora ¿qué hacer?

El PP puede optar por tres vías frente a Sánchez: acercarse al nacionalismo, absorber el espacio de Vox, o el 'modelo Mazón' de cohabitación de sensibilidades de la derecha

Carlos Mazón el día de su investidura

Publicado por
Josep María Felip

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Ya tenemos el Gobierno del PSOE-Sumar en España, con Pedro Sánchez de presidente. Se ha conformado un 'bloque conservador' en el Congreso de los Diputados con 171 escaños, a cinco de la mayoría absoluta, con tres partidos: PP, Vox y UPN, siendo el PP quien mantiene la hegemonía habiendo ganado las elecciones generales del 23J.

Frente a él, un 'bloque de Izquierdas' con 13 partidos y 179 escaños bajo la hegemonía de un PSOE que perdió las elecciones pero se ha hipotecado con dos partidos conservadores, el PNV y Junts, que le han facilitado el acceso al Gobierno. Una situación endiablada en la que el PSOE tratará de mantener a toda costa la cohesión del bloque de 13 partidos durante cuatro años de duración, una legislatura dura y difícil de conllevar

Dada la situación, lo más previsible hasta las elecciones europeas de la primavera es la estrategia del PP basada en mantener la presión de la calle, con la ayuda de Vox, combinada con un duro control del Gobierno en el Congreso y en el Senado y en las instituciones europeas y nacionales que controla, para agitar y proseguir en el debate iniciado con la oposición a la Ley de la Amnistía a los independentistas catalanes, atisbando la apertura de una espiral de promesas incumplidas que provoque la ruptura del 'bloque de Izquierdas' que sustenta al Gobierno y dé una posibilidad de relevo ¿es ese escenario posible?

En política lo real son las oportunidades. Y si bien dentro de un año puede ser propicio para una moción de censura ante una ruptura del 'bloque de Izquierdas' por su ala conservadora, también existe la posibilidad de que no sea así. La estrategia para el PP se plantea, entonces, a largo plazo.

El PP atisba dos estrategias

En ese escenario se atisban dos estrategias para ganar las elecciones de 2027 y que el 'bloque conservador' acceda al Gobierno. Una, la de esperar una desmovilización de la izquierda, al contrario de la movilización permanente de la derecha, y aislar a Vox en todos los sentidos, pero buscando sus votos por la base, para propiciar el apoyo del PNV y Junts, las dos fuerzas conservadoras que el PSOE habrá domesticado pero despechado. Es la estrategia al gusto de Estaban González Pons. La otra, la de consolidar la hegemonía del PP en el 'bloque conservador', ocupando completamente el espacio político de Vox, la estrategia al gusto de Isabel Díaz Ayuso.

Dentro de un año, después de las elecciones europeas, catalanas y vascas, los augures dirán. Pero la alternativa soñada que es girar hacia atrás la moviola y buscar la recomposición del centro derecha, cuando Vox ha venido para quedarse, se plantea inverosímil. Y es que Vox no es Ciudadanos, existe un espacio sociológico, especialmente joven, donde la alternativa de la derecha radical, al igual que los conservadores y patriotas europeos, tienen su espacio ideológico que hace una década estaba por cuajar y ahora ha cuajado en la Unión Europea. Y mucho menos atraer a Junts, por mucha vinculación que tenga a la Iglesia y al empresariado catalán: ya están en otros asuntos.

El 'modelo Mazón'

Pero existe otra estrategia, o “tercera vía” si se quiere. La iniciada con los gobiernos PP-Vox en las comunidades autónomas y que ha cuajado en la Comunidad Valenciana. Se trata del 'modelo Mazón'. Una gestión eficaz fundada en la unidad de acción, en la lealtad a un programa de Gobierno, respetando la posición ideológica de cada uno de sus componentes, PP y Vox, siempre y cuando se mantenga la lealtad y la transparencia. Se trata de un buen referente político que moviliza a un electorado conservador en su amplio espectro, desde el centro liberal a la derecha conservadora, el espació que en su día ocupo el viejo Partido Popular.

El PSPV se equivoca al atacar al Consell de la Generalitat con el “cliché” de la incompatibilidad del PP y Vox, buscando brechas ideológicas, que existen, pero que el presidente Mazón ha sabido taponar. Existe un antecedente en su acción, relean el libro “Un liberal para el cambio” que llevó a Eduardo Zaplana al poder valenciano en mayo de 1995, o su ponencia en el Congreso del PP en Sevilla en enero de 1999 respecto a las políticas liberales que el PP debía impulsar, con resonancia de las diseñadas en la Cumbre de Orihuela organizada nueve años atrás por la Confederación Empresarial Valenciana. Unas políticas aceptadas y sustentadas por un amplio bloque liberal-conservador que dio estabilidad a mas de 25 años de gobiernos populares en la Comunidad Valenciana.

Pero hay un error que cometió Zaplana al marginar a los demócrata cristianos o absorbiendo a Unión Valenciana que Mazón no ha cometido y que constituye un modelo posible a exportar. Se trata de recomponer el 'bloque conservador' respetando las sensibilidades que lo conforman. Sólo hay que tener en cuenta a los miembros procedente del centrismo liberal del Consell, la mayoría de Alicante, sin marginar al resto de “sensibilidades” y respetando su vinculación partidista.

De ese modo, el presidente Mazón ha tenido en cuenta, para conformar el Consell, el amplio espectro de las “sensibilidades” que habitan en el 'bloque conservador' sean cuales fueren sus procedencias partidistas; al fin y al cabo se trata de la misma familia original. Desde el liberalismo social de Ruth Merino, procedente de Ciudadanos, pasando por el centrismo clásico de Susana Camarero, hasta la militancia demócrata cristiana de Elisa Núñez, vinculada a la Iglesia Católica valenciana, y la derecha radical, anticatalanista, de Vicente Barrera. Los cuatro cohabitan en el Consell y gestionan eficazmente la herencia envenenada de el Botànic, pero sin escenificar los desencuentros a los que PSPV, Compromís y Podemos nos tenían habituados y que el electorado liberal-conservador valora más que nada.

Ya pasó en aquel tiempo con la extinta UCD. Gestionaron bien los barones regionales, y la élite de poder heredera del franquismo descubrió que la gestión eficiente de las recién creadas autonomías daba prestigio y capacidad de acción para perpetuarse en el poder, pero la lucha fratricida del Congreso de Mallorca de 1981 hecho por tierra la posibilidad de permanencia y la derecha liberal-conservadora tuvo que esperar catorce años para acceder al Gobierno después de refundarse, conformando una mayoría parlamentaria con el apoyo, entonces, del PNV y de CiU, estos últimos los antecesores de Junts.

El experimento madrileño y las otras 'sensibilidades'

La lección la dio entonces Eduardo Zaplana: un modelo liberal, de respeto y lealtad a un programa y acción común de políticos de procedencia territorial diversa, desde Vinaròs a Orihuela. Un modelo que el presidente Mazón ha seguido, pero que no ha repetido al aprender de sus errores como fue, entre otros, la marginación a otras “sensibilidades”.

Sólo hay que repasar los 50 puntos del Programa Común del Consell PP-Vox y observar la práctica del día a día de la acción de gobierno, compensado territorialmente, dentro de lo que cabe, pero en el que prima la oportunidad política por encima de las posiciones previas de poder. Una ventaja competitiva frente a los restos de el Botànic, PSPV y Compromís, que no ven y se resisten a atisbar dado su radical dogmatismo.

Si los resultados de la gestión de los barones regionales convencen, siguen un modelo liberal-conservador, y el PP y Vox son capaces de pergeñar unas candidaturas por distritos electorales que no se “pisen”, pueden dar la sorpresa en los próximos comicios electorales. Más que repetir “experimentos” con independentistas por muy conservadores que sean pero que, para ellos, España siempre será un proyecto lejano. O tratar de exportar el “experimento madrileño” que debe más al liderazgo insustituible de Isabel Díaz Ayuso. Siempre y cuando la esperada desmovilización de la izquierda se dé por una espiral de promesas incumplidas que con toda seguridad se dará , dada la tremenda hipoteca a pagar por el Gobierno de Pedro Sánchez.