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UtraSánchez y el país de las mentirijillas

Gracias a la movida de los 80 y a la Expo y a las Olimpiadas y a los fondos europeos, durante un tiempo enajenado fuimos ignorando los monstruosas generaciones que íbamos incubando

El artista Jaume Sisa.

Publicado por
Jaime Navarro*

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Todo empezó cuando de pequeños nos dijeron, en casa y en el cole, que habíamos nacido en un país que se llamaba España. Y que por tanto éramos españoles. Más adelante comprobamos asombrados como teníamos algunos vecinos, mayormente en el norte de la cosa, que insistentes decían que ellos no eran tales españolitos. Y bien que nos lo recordaban: a veces simplemente con su célebre mala pata y su simpar antipatía. Y otras, a tiro limpio.

El caso es que fuimos creciendo en este ambiente tóxico o enrarecido, no distinto al de otros muchos principales países, qué todos sufren pues sus martingalas; piénsese si no en la bella Italia con la mafia, siempre pisándole los talones, o en esa Francia embriagadora y eterna al borde de algún caos impredecible.

Por no hablar de los británicos, ora europeos ora en la tormenta hermana que nos aísla en el

continente; o esos yankees sumidos en el fanatismo extremo de las poliadicciones y de las armas.

Por eso aquí gracias a la movida de los 80 y a la Expo y a las Olimpiadas y a los fondos europeos, durante un tiempo enajenado fuimos ignorando los monstruosas generaciones que íbamos incubando en las guarderías y en los colegios. Mayormente en esas regiones que desde Franco se fueron privilegiando hasta la náusea. Por más que tanto mimo y distinción sólo hizo en ellos que agrandar su supremacismo. Obviamente. Y de paso, una rutilante mediocridad y un injustificado resentimiento.

Después llegaron los 2.000, y todos estos vicios -tras más de 800 muertos, y cientos de miles de exiliados en plena democracia- y como era de esperar, sólo hicieron que agrandarse; y la petulancia y el desprecio por ese pícaro político, a veces maqueto otrosí charnego, que siempre les intentaba seducir o apaciguar con más poder y/o con más euros- tal como sintetizaba Jaume Sisa "con su Madrid y sus putas caras..."-. Todo lo cual que ha aumentado con cada nuevo revolcón al ritmo exacto o cuatrienal de los comicios.

Y el resto ya lo conocéis de sobra.