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La odisea para entrar a Valencia: atascos diarios de 15 kilómetros

Las principales carreteras de entrada a Valencia ya no asumen el tráfico proveniente de los municipios del área metropolitana que cada año suman más población.

Atasco en la V-31 (Pista de silla) / DGT

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Acelerar, frenar, acelerar, frenar. Es la rutina de entrenamiento de empeine de 40 minutos que llevan a cabo los conductores para entrar a Valencia. Las localidades de la periferia ganan población y las principales vías de entrada a la ciudad ya no asumen la densidad del tráfico en horas punta y los atascos kilométricos se repiten cada día. ¿Alternativa? Un transporte público, sostenible, sí, pero desfasado con frecuencias eternas.

A las 7:00 a.m. comienza la odisea para acceder a la capital valenciana. Una media de 8 kilómetros de atascos complican el tráfico cada día en la V-31 conocida como Pista de Silla. Aquellos conductores que se desplacen desde los municipios del área metropolitana del sur hacia la capital alargan el trayecto habitual de 20 minutos hasta una hora entera. Los embudos ha pasado de ser puntuales a generalizados. La deficiente red de transporte público, frecuencia de metro de 30 minutos o más para ir de municipios de más de 20.000 habitantes al cap i casal, no ayuda a los ciudadanos mantener sus vehículos aparcados.

Los residentes del interior de la provincia sufren la misma situación que afecta también a la CV-35 (Pista de Ademuz), donde desde L'Eliana -a 15 kilómetros de Valencia- hasta la misma entrada en Palacio de Congresos la circulación es más conflictivamente densa en horas punta del día. A la altura de San Antonio de Benagéber se produce un embudo por el acceso al baipás al coincidir todas direcciones -Castellón, Valencia y Alicante- provocando una situación de colapso absoluto a primera hora de la mañana. De nuevo, los 20 minutos de trayecto se convierten en un viaje de casi una hora. Y todo ello siempre y cuando no se produzca un accidente, en cuyo caso los tiempos se prolongan todavía más.

A estas retenciones ya 'normalizadas' se suman los atascos en otras carreteras que, aunque son menores, se convierten en puntos negros del tráfico. Es el caso de la V-30 en Mislata, A-7 en La Cañada y la CV-36 en Picanya, donde se acumulan cada día colas de más de 2 kilómetros.

La alternativa de movilidad que ofrece el transporte público no es una opción para todos estos conductores que siguen optando por el vehículo privado. Metrovalencia ha aumentado ha aumentado el número de usuarios y cada día se viven episodios de colapso con vagones llenos de pasajeros enlatados. La línea 1 Valencia Sud-Castelló y también la línea 2 Llíria-Torrent mantienen una frecuencia media de 40 minutos, desfasadamente alta en comparación con el resto de itinerarios.

El éxodo de la vivienda

Si bien no existen datos que atribuyan la mayor densidad del tráfico a un incremento de la población en las localidades del área metropolitana, el éxodo a la periferia podría ser un factor determinante. Los datos del Colegio de Registradores de la Propiedad confirman cómo Valencia capital ha perdido peso poblacional frente al conjunto de municipios.

A finales de 2016, la muestra del peso poblacional de Valencia se situaba en un 37,3%, es decir, que más de una tercera parte de la población de toda la provincia residía en la ciudad. En cambio, en 2022, todas las comarcas valencianas ganaron población, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Concretamente, ocho de cada diez pueblos sumaron nuevos residentes el pasado año. Al contrario, Valencia ha perdido habitantes en los últimos años. En 2020 vivían en la capital 800.180 habitantes mientras que en 2022 la población se redujo a 792.492.

Es el efecto del éxodo de la periferia, también denominado éxodo de la vivienda por las dificultades para encontrar una vivienda, los altos precios y la escasez de oferta en las grandes urbes como Valencia, donde el precio del alquiler ha subido un 20% en un año, cinco veces más que los salarios.

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