Ómnibus o escoba, el gobierno apaleado
El “ministro sin cartera” sale desde Waterloo por peteneras catalanas a lo Peret, puntito venezolanas también, con ánimo de castigar la hégira empresarial del procés.
Esta vez no han sido tres centenares de gamberros los que con premeditación, cierta alevosía y festiva nocturnidad han sometido a un monigote a un lacerante apaleamiento por el que, en tromba, han rasgado sus farisaicas vestiduras los buenistas del lugar encabezados por la cúpula ministerial socialista (se desmarcó discretamente la vicepresidenta comunista), generalmente tan innovadora, sobreactuando en la mejor tradición plañidera. Esta vez, aunque gamberros no faltan entre ellos, han sido sus señorías, prietas las filas en cada bando (y apretados cuál sardinillas pre pallets de micro plásticos, realojados en la cámara alta para tal fin), quienes, lo vistan como lo quieran vestir, han apaleado -parlamentariamente y, por tanto, en sentido figurado- el primer lance legislativo de importancia del reciente gobierno.
Bien traído lo del ómnibus que es como suele denominarse en buena parte de nuestros países hermanos americanos ese habitual medio de transporte público que en su mayoría utiliza el pueblo llano. “Micro” o “colectivo” en Argentina, “camión” en Brasil, “guagua” en Cuba (también en nuestras Islas afortunadas) o “camello” en lo más crudo del “período especial”, imaginativo eufemismo para denominar la miseria y hasta el hambre. Todas se caracterizan, como común denominador, por reunir en un mismo vehículo abarrotado todo tipo de perfiles, enseres y hasta oscuras intenciones. Y bien también, lo de escoba -“barredera” sirve igual- que es herramienta mucho más antigua y sencilla que la inteligencia artificial, para dejarlo todo limpio como una patena a base de usarla y usarla repetidamente. (A menudo para esconder la mierda debajo de una alfombra conformándose con la apariencia de fingida pulcritud).
Buena le ha ido cayendo a Feijóo y al PP en su conjunto desde el anuncio de su hipotético voto contrario, madre -según los socialistas- de todas las insolidaridades sociales, y retrato de su presunta falta de voluntad para socorrer a un ejecutivo entre disminuido y discapacitado. Capitidisminuido e incapacitado por definición y trayectoria, con independencia de cómo rece el concepto en el texto constitucional. “Diversidad funcional” es el término recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre brote y brote de COVID, que yo aconsejaba utilizar a mis estudiantes de arquitectura. (De la flamante monologuista ministra de sanidad ya tocará ocuparse en su momento).
No estaba el autócrata para carcajearse -en la práctica es que no estaba- ni era previsible una reacción histriónica del jefe de la oposición, por mucho que la reclamaran en las redes, con la ley del Talión como excusa, sus más radicales usuarios. A mi juicio (repito a menudo que me gusta Feijóo; y es que cada vez me gusta más) ha medido con finura su posición. Sin complejos y sin cálculos puramente electoralistas , a sabiendas de que el gobierno le intentará hacer cargar con el peso de su propia estulticia gestora.
La frontal oposición al uso y abuso del Decreto Ley, hurtando así el verdadero debate legislativo, no es sólo argumentación de técnica jurídica sino, a estas alturas y recordando la pasada legislatura, de ausencia absoluta de pura cortesía parlamentaria.
A la hora del cafelito tabernario de Ayuso, el fuego amigo podemita tumbaba la 'ideíca' de su, hace apenas unos días, lideresa sumatoria. Ajenos a ello, de una u otra forma, los cincuentones ignoran las ventajas o desventajas de lo acordado o por acordar, que no deja de ser un galimatías o un enrevesado sudoku para el común de los mortales, fruto de las intrigas de una coalición que no ha tardado en dejar de serlo.
Lo de Junts tiene más miga, y el “ministro sin cartera” (Feijóo, otra vez Feijóo, dixit) sale desde Waterloo por peteneras catalanas a lo Peret, puntito venezolanas también, con ánimo de castigar la hégira empresarial del proçés. Y el gobierno calla y disimula declarándose devoto de la seguridad jurídica (¿seguro?). Mudos, por el sobresalto quizás, y a excepción de Garamendi, los propios potencialmente damnificados.
Sea como fuere, el asunto se las trae y si recurro al tono irónico es para no echarme a llorar, que ya tendré tiempo en adelante. O no; remedando a Rajoy (otro que también me gusta).
Volviendo al símil, “la casa sin barrer”. Continuará.