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Vivienda mínima

Mantengo que la vivienda social óptima se mueve en el entorno de los 70 metros útiles. Y la más pequeña no debe estar por debajo de los 42.

500 viviendas en la Cruz Cubierta, Cooperativa San José Artesano. R.Jiménez 1972

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José María Lozano

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Animado por nuevos comentarios en torno a esta cuestión de la vivienda pública, hoy materia polémica más que nada por su inexistencia en los últimos años -valgan por todos los de los doctores Sara Ferrero (UA), Miguel Campos y Jorge Hervás (UPV) y Santiago Quesada (US)- me dispongo a completar esta serie con alguna nueva reseña. Sostengo que el mayor indicador de vanidad es pretender aparentar su inexistencia. Así que, satisfecho, propongo hoy reflexionar sobre este concepto que ha ocupado páginas y páginas de la Historia de la Arquitectura Moderna.

Desde el soporífero tratado de Alexander Klein (1878/1961) , precisamente con ese mismo título, Existenzminimum, y su exhaustiva e interminable clasificación casi entomológica, hasta el más creativo y operativo manual de Diotallevi y Marescotti “Ordine e destino della casa popolare” (1941) , sin olvidar la profunda investigación de Ernst May entre 1925 y 1930 que dio lugar a las conocidas y numerosas siedlungen (barrios) del Neue Frankfurt, o los no menos afamados Vkhutemas soviéticos de la misma época que Moisei Ginzburg supo explotar con habilidad en su Narkomfin, hasta que acabó con ellos el genocida Stalin.

Pero no pretendo cansarles con una falsa erudición que es -o era- de dominio público en las escuelas de arquitectura. Ha suscitado dudas y no pocas preguntas lo que recordaba hace un par de semanas sobre las “soluciones habitacionales” de Zapatero, que además de resultar un fracaso, constituían la vivienda más cara de la historia con sus pretendidos 25 metros cuadrados. Es sencillo: el equipamiento húmedo (baño y cocina) con sus aparatos y acabados, resulta la zona más costosa, cuando el resto, estar y dormitorios exigen menor presupuesto. Naturalmente la parte proporcional de ese equipamiento es mayor cuanto menor sea el conjunto. (Pero es sabido que el socialismo táctico no repara en tales “vulgaridades”).

Créanme, tras comprobar políticas efectivas que van desde los ejemplos ya citados, el de las Hoffen vienesas o la española Ley de las Casas Baratas de 1911, y el algo anterior de la Fundación Rothschild en París, hasta los cientos de tipologías propuestas por Manuel de las Casas, Manuel y Juan Luis Trillo, MBM, César Portela, Valls y García Sanz, Luis Marés, Aranguren y Gallegos (imposible citar a todos) en nuestra geografía, o Álvaro Siza, Jean Nouvel, Yves Lyon, Carlo Aymonino, etc. etc. mantengo que la vivienda social óptima se mueve en el entorno de los 70 metros útiles. Y la más pequeña no debe estar por debajo de los 42.

En mis tiempos de joven y entusiasta “penene” (los imprescindibles y maltratados profesores asociados de la actual LOSU de incierta implantación) impulsaba el corbusierano concepto de planta libre para evolucionar hacia el de espacio transformable, hasta llegar al más utópico de “espacio único”. Los tiempos que corren, con las dificultades de los jóvenes para ser propietarios (en los últimos 20 años se ha reducido a la mitad el número de españoles menores de 35 años con capacidad de adquirir una vivienda) y la necesidad de seguir en casa de los padres u optar por compartirla, más los estragos de la pandemia, han venido a contrariarme y hacen mucho más complejo el asunto.

VPO de promoción privada en Guillem de Castro. J.M. Lozano e I. Pascual. 1986

La industrialización y la seriación, liberadas de la tediosa prefabricación pesada que hizo de la Alemania del Este un horror urbano y no sólo político, alumbran un camino que de la mano creativa de los mejores arquitectos (ajenos a modas y muertes que practica Magín Ruiz de Albornoz citando a Leopardi) en el que el centímetro cuadrado cobra relevancia y aspira a equilibrar la balanza entre los respectivos y legítimos intereses de compradores y promotores.

Vivienda mínima e industrializada (aunque no tan mínima ni tan industrializada).

Es más que sabido que los problemas complejos no pueden abordarse con soluciones simplistas como el populismo gobernante pretende señalar. Renuncio a evaluar la última Ley de Vivienda en España; se cae por sí sola, y -como otras más sensibles- por los efectos contrarios a los teóricamente perseguidos.

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