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José María Lozano

De mascletaes y mascletadas

Claro que el estruendo inadvertido incomoda e incluso asusta a todo el mundo. Probablemente también a los patos aunque no he tenido ocasión de preguntarles.

Primera mascletà de las Fallas 2024, en la plaza del Ayuntamiento

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Aunque los más puristas de la fiesta afirman que el fenómeno pirotécnico conocido por este nombre sólo debe utilizarse en singular, lo cierto es que el término mascletà no tiene una traslación directa al castellano. La literal e incluso la figurada resulta un disparate. Y mascletada - que es la acepción admitida como mal menor - suena forzado y hasta un pelín cursi. Así que no es de extrañar que para los visitantes en general las “mascletás” sean una de las atracciones estrella de las fiestas. Y protagonistas indiscutibles de las dos semanas previas a la gran noche de la quema de los monumentos falleros.

Pese a ser tradición no demasiado longeva - suelen reconocerse sus inicios en la Exposición Regional de 1909 y en los numerosos profesionales internacionales de la pirotecnia que se citan en Valencia - gozó de inmediato de alta aceptación popular. De hecho, el óleo sobre tabla de Ignacio Pinazo con ese título, Mascletà, que atesora el IVAM por donación de la familia, está fechado en 1909. El experto Andrés Castellano relaciona sus orígenes con desfiles procesionales de carácter religioso que empezaban o terminaban en un templo cristiano. Y naturalmente la traca, el ruido y el petardo festivo, son su fundamento más antiguo.

Se dice que Casinos, Godella y Mislata conservan las formas más tradicionales, y una variante, tal vez más próxima a la dinámica de las tracas y de las primeras mascletaes es la afamada Cordà de Paterna de finales de agosto.

El domingo pasado, todavía con el nudo en la garganta del incendio de Campanar, la Pirotécnica Gironina, de Sabadell, que como yo es del 50, disparó una espléndida, que tituló El Renacer. Y vive Dios que lo fue. Como en los mejores tiempos, valencianos del cap i casal y de las comarcas acudimos puntuales al gran espectáculo del ruido en un renacimiento de la alegría, de la ilusión y de lo propio que, en esto como en otros asuntos del día a día, Catalá está sabiendo reconducir. “Se me queda el balcón pequeño, tendré que ampliarlo…” decía el otro día, exultante y bromista.

Claro que el estruendo inadvertido incomoda e incluso asusta a todo el mundo. Probablemente también a los patos aunque no he tenido ocasión de preguntarles. A la mascletá, sin embargo, asistimos ya con una emoción contenida, apreciamos su calidad y su liturgia elemental. Y aplaudimos con entusiasmo el resultado.

La mascletà suscita unanimidad entre los amantes de la fiesta con independencia de que en uno u otro acto fijen su preferencia. Y cabe reconocer que la Crida convocando a la totalidad del mundo fallero y la Crema del día de San José, cada comisión llorando su monumento, son dos fechas muy señaladas.

La expresión popular “es de traca” se utiliza, curiosamente, para describir un hecho disparatado, que pone en evidencia al autor. Trasciende ese sentido irónico la aviesa moción del PSPV para retirar a Rita Barberá sus merecidas distinciones. Apenas ha abandonado el obsesivo Ribó, Borja Sanjuán, cuya soberbia y modales tuve ocasión de conocer con la inocua operación propagandística llamada Reconstrucción de Valencia, ha tenido merecida respuesta de Juan Carlos Caballero. “Más encumbran su legado…”

Pese al ruido de la traca que la izquierda valenciana enciende a diario sin armonía musical alguna, mientras les explotan en las manos sus propios petardos, resuena en toda España, como en la preferencia por las mascletaes, una repugnancia común por la amnistía.

Vale recordar que la mascletá de libro termina en el terremol final. Que es cuando el corazón definitivamente se estremece.

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