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Parásitos

Pasando por delante de la plaza de torturas, una turista escocesa me decía horrorizada “No me lo puedo creer. ¿Cómo es posible que en el año 2024 se siga haciendo esto?".

Imagen archivo plaza de Toros de Valencia

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Raquel Aguilar

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Hace unas semanas conocíamos con horror la muerte de dos guardias civiles arrollados en el mar por las lanchas de unos narcotraficantes en Barbate, Cádiz. Quienes son destinados en la zona, llevan años reivindicando falta de medios para poder realizar su trabajo y poder luchar contra el crimen organizado.

Este terrible suceso ha puesto en la diana las condiciones de trabajo de guardias civiles y policías nacionales que han salido a la calle para reclamar que se les considere profesionales de riesgo. Es indignante que a quienes se juegan cada día la vida por protegernos, no se les tenga en cuenta el enorme riesgo de su profesión y carezcan de recursos para llevar a cabo su trabajo, el de salvar vidas, mientras aquellos que viven de subvenciones y hacen de la tortura y muerte de animales un negocio, sí tengan esta consideración, con los beneficios fiscales que conlleva, como el poder jubilarse a los 59 años en régimen de pensión completa.

Ésta es sólo una de las múltiples formas en que la tortura taurina parasita nuestra sociedad. Otra, tenemos que soportarla estos días en Valencia, en nuestras fiestas declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, las Fallas.

Parasitando el impulso, visibilidad y prestigio de las Fallas, más de medio centenar de animales, en situación de completa inferioridad, en la más absoluta soledad y sin posibilidad alguna de escapar al macabro destino impuesto por quienes hacen del sufrimiento ajeno un negocio y por quienes lo celebran y aplauden, están siendo ejecutados en una orgía de violencia, manchando con la sangre de estos inocentes el nombre de nuestra ciudad y de nuestra fiesta.

Pasando por delante de la plaza de torturas, una turista escocesa me decía horrorizada “No me lo puedo creer. ¿Cómo es posible que en el año 2024 se siga haciendo esto? Pensaba que en Valencia estas barbaridades ya no se hacían”. No es de extrañar. Hacía muchos años que no venía a Valencia durante las Fallas.

Y si no hay las Fallas, si no hay fiestas en honor a la Patrona de la ciudad, si no hay celebraciones del día de la Comunitat, si no hay Feria de Julio, en Valencia no hay tortura taurina.

Sin fiestas que parasitar, sin escudarse en la verdadera cultura, sin su chiringuito de subvenciones y reconocimientos laborales y sin ocupar espacios y edificios públicos, la tauromaquia no tiene a qué aferrarse. ¿No está en vivir a costa de otro organismo, empobreciéndolo, la esencia del parasitismo?

Pues esa condición, la de organismo parásito, es lo único que mantiene con vida este anacrónico, cruel y violento modo de vida y diversión.

Si sabemos que el parasitismo es perjudicial para el organismo parasitado, no permitamos que depauperen nuestras fiestas y reivindiquemos unas fiestas sin crueldad.

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