Revisionismo: la batalla audiovisual
Nuestra maniquea política ha decidido que la memoria es de izquierdas o la concordia de derechas, las fosas rojas o la reconquista azul.
Servidor vino al mundo cuando Waldo Machado Da Silva -más conocido como Waldo- debutó en el Valencia CF. Quiero decir con esto que el tiempo me proporciona ya la perspectiva suficiente como para responder a la invitación de Álvaro Errazu y que, de nuevo, sin prisa, pero sin pausa, ofrezca a los lectores de ESdiario un fondillo semanal en el que plasme mi humilde visión sobre el entorno. Lo haré desde mi condición de liberal sin filtros, desde la independencia de quien no atiende al dictado fáctico y desde la defensa de los valores del individuo frente a las tentaciones colectivizantes y enajenadoras.
Les quiero hablar del revisionismo, esa marea ideológica que consiste en observar con las premisas de hoy los hechos del ayer. El martes vimos al expresidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, llegando a la Ciudad de la Justicia de Valencia y la escena me recordó al paseíllo de Cersei en Juego de Tronos, con el gentío clamando “¡shame!”, para que expiara su vergüenza. Por cierto, habrá que revisar los protocolos en la llegada a los tribunales de los procesados, este u otros, para evitar el escarnio, pero lo traigo a colación porque será seguro este, el Caso Erial, objeto de los magazines revisionistas del futuro. Me estreno con una metáfora sobre el audiovisual pero aviso, será una excepción porque por razones obvias intentaré no entretenerme en el comentario sobre las pantallas de TV.
Estos días se revisa todo lo histórico, algo que nos divide como españoles con productos como el No-Do que se marcó Pedro Sánchez, enfundado en un traje CSI rodeado de calaveras de mártires en Cuelgamuros, antes Valle de los Caídos. Nuestra maniquea política ha decidido que la memoria es de izquierdas o la concordia de derechas, las fosas rojas o la reconquista azul. Revisar es un sinónimo de revisitar, de cambiar los hechos, la historia, juzgar cosas del pasado con el prisma de hoy. Muy poco recomendado, como otros conceptos marxistas, que este lo es.
Hay un ejemplo televisivo, que es como el canario en la mina, un detector de tendencias. En À Punt, la televisión pública valenciana, parece que pronto un programa denominado Dejavú explorará el eficaz campo del revisionismo y resolverá el pasado o la historia reciente de la Comunitat Valenciana en clave actual. Sospecho que allí se encadenarán los hits peperos -Gürtel, Papa, accidente del Metro… el mismo Erial, Blasco… Y nacerá a imagen y semejanza de su némesis -en toda la amplitud del término-: “Anatomía D”, que es un programa revisionista, con Mamen Mendizábal en la Sexta como la inspiración. Objetivo: que las nuevas generaciones no olviden la historia reciente pero ojo, solo una parte de ella.
La gran pregunta sobre el revisionismo es ¿por qué ahora? La razón radica en su eficacia. El revisionismo histórico ha servido a Pedro Sánchez en bandeja la oportunidad de revisitar lugares en los que la izquierda se siente más cómoda, pero curiosamente también ha ofrecido al PP valenciano la oportunidad de disputar la batalla local en el pasto nacional. Eso es un bonus. Lo hizo Ayuso y le sale bien habitualmente la jugada -lo de pelearse con Sánchez- y ahora Mazón con su Ley de Concordia pactada con Vox o contra el expansionismo catalán, gana foco.
El revisionismo se alimenta de los grandes escenarios, las grandes imágenes, el marco como clave de bóveda. Al final, la semiótica lo es todo. Cráneos mirándote a los ojos, de mártires o no, enfundado el presidente en un mono de forense, con cámaras y estabilizadores e iluminación cinematográfica para una España revisitada de buenos y malos. La revisión llega desde el ámbito audiovisual y la batalla cultural no se si beneficia al PP, pero sí a al partido de Abascal, que son como los navy seals de Génova: decididos a llegar allí donde Feijóo no se aventurará. La agresividad, el arrojo, el valor, entronca con la perspectiva de Weber, la política es lucha, la violencia es su medio específico, y la guerra su expresión más sublime.
El audiovisual es la próxima batalla -verbigracia el “Caso Broncano”- porque la política de la revisión tiene más sentido si la convertimos en imágenes. Los valencianos en ese sentido prefieren ver la vida pasar en la Sexta, porque responde mejor a lo que acontece en la proximidad. Los grandes acontecimientos sirven de marco. Seguí desde lejos el incendio de Campanar a través de las teles de A3Media, mucho más atentas, rápidas. El escenario manda, la política se traslada al ruedo catódico. El incendio supuso una nueva oportunidad perdida para la tele pública de aquí, desde la que se puede ir andando cámara al hombro hasta la zona cero. Cosechando éxitos pues en un panorama donde lo más llamativo fue ver a Sánchez, en el osario, que no sabíamos si quería emular a Grissom o conquistar la Luna.