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Sánchez apunta a Mazón

Conseguido el éxito en Cataluña, es hora de presentar batalla allí donde su partido, sin obtener en las últimas elecciones un resultado nefasto, ha sido desalojado del poder.

El presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

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El jueves el presidente del Gobierno abrirá la campaña electoral a las elecciones europeas junto a la líder socialista valenciana, Diana Morant, en Valencia. La decisión, a modo de comunicación no verbal, exhibe los verdaderos objetivos que el inquilino de la Moncloa maneja en su mapa de prioridades inmediatas: conseguido el éxito en Cataluña, es hora de presentar batalla allí donde su partido, sin obtener en las últimas elecciones autonómicas valencianas un resultado nefasto -el PSPV no cayó en exceso- ha sido desalojado del poder.

La Comunitat Valenciana fue el banco de pruebas para la ecuación PP-VOX, replicada más tarde en otros lares. Aquí, con prisas, pero no a lo loco, Carlos Mazón y los Flores, Barrera y Gil Lázaro machihembraron la coalición que ahora mismo gobierna. Es por tanto el Reino de Valencia una pieza importante, tanto cuantitativa, como cualitativamente en la War Room de Sánchez. El gesto del presidente, que promociona sin ambages a la nueva líder del PSPV porque no es conocida fuera de La Safor, señala este territorio como bastión prioritario del mandamás socialista -Madrid le debe parecer inabordable- y nos permite detenernos en su personalidad.

En un artículo de David Brooks en The New York Times esta semana el prestigioso columnista se hacía la pregunta de por qué Trump seguía en cabeza de las encuestas a pesar de sus problemas judiciales que se ven en la corte de Nueva York. La realidad es tozuda. Hoy en día casi el 70% de los norteamericanos piensa que los EEUU necesitan cambios y que sólo Donald Trump puede implementarlos. Para la mayoría de estadounidenses, Biden es el sistema, carcomido e incapaz para solucionar los problemas de los ciudadanos. Así, la gente, en América, está más por la reacción que por la revolución, porque el sistema ha llevado al país por mal camino.

El votante indeciso quiere un cambio reaccionario, no un cambio revolucionario. En España, Sánchez es la reacción. La reacción a la “fachosfera”, al “fango”, al lawfare y a los bulos, citando la santabárbara sanchista. El hombre que sometió al país a 5 días de ausencia en sede vacante todavía personaliza la reacción a la derecha, acompañada de la versión radical de VOX, que es lo que moviliza al electorado de izquierdas, como se ha visto en Cataluña.

El problema de Cataluña es que seguirá siendo las Termópilas de la derecha porque ni PSOE, ni PP tienen la solución al conflicto, aunque los socialistas están más cerca de la misma. El embrollo catalán, atávico, que perdurará y que no ha muerto, sigue dejando como irrelevantes las justas reivindicaciones valencianas en materia de geoestrategia, y por eso nos interesa su lectura. Pero el PSOE, para empezar, y aunque parece que el perdón lo ha sido, no tiene una vía para Cataluña. Sánchez tiene una táctica -me atrevería a decir que ni una estrategia-, anclada en su carácter pragmático que le hace acreedor de una solvencia verosímil, pero que no lo es. Las soluciones de Sánchez no obedecen a conceptos sino a hechos, en función de su utilidad práctica.

En el Partido Socialista Obrero Español hay más hechos que conceptos. Históricamente, no tienen a un Bernstein o Kautski, pensadores del socialismo europeo. El PSOE tiene una gran organización, disciplinada y un voto obediente, un suelo sólido. Pero no tiene una idea de España, sino una “táctica” de España que le acerca a Cataluña o al País Vasco, donde el PP sigue sin estar a pesar de las mejoras obtenidas en los últimos comicios. Sánchez es un político sin escrúpulos, pero muy audaz, cuya acción práctica hoy ofrece perdón, mañana inversiones o independencia fiscal y pasado no sabemos. El PP ni siquiera imagina una solución porque la imposición del artículo 155, tras los acontecimientos de 2016 y 2017, no puede registrarse como éxito.

Como con Trump, ¿qué podemos aprender del resultado catalán y por qué Sánchez sigue teniendo crédito para millones de españoles? Primero, porque tiene un CIS a favor y un adversario, el PP, que no plantea políticas asumibles en esos territorios, catalán y vasco. Que el Partido Popular mejores sus prestaciones en las tierras inhóspitas catalana y vasca pasaría por dejar de obsesionarse con Vox -hay cuadros del PP, animados por terminales mediáticas de la izquierda y visires periodísticos, que auguran la desaparición del partido de Abascal, pero se engañan- porque la derecha populista está logrando implantar una agenda de visibilidad que blinda su suelo electoral. Tauromaquia, símbolos, anticatalanismo, callejero, franquismo… están dado foco al partido de Vicente Barrera. Bien harían los populares en dejar de mirar a sus socios y revolucionar su política en los territorios en conflicto. Disrupción, pactismo y olvidar los tabús como conceptos impronunciables parecen vías sugerentes.

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