Elecciones de arquitectos
No es de extrañar, en consecuencia, que sean más las coincidencias que las discrepancias que se desprenden de sus respectivos programas electorales que he estudiado con atención e interés.
Durante la accidentada campaña electoral para las europeas, no exenta de episodios críticos y extravagancias diplomáticas (unas más graves que otras) la correspondiente a las del Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana (COACV) -no confundir con el CTAV, propio de la provincia de Valencia- se desarrolla de manera más razonable y tranquila. No cabe pensar que la candidatura derrotada -se presentan dos diferentes- “pase a la oposición”, ni mucho menos que las formas sean las que prevalecen en el “polarizado” panorama político. Nunca ha sido así en este ámbito corporativo. Afortunadamente.
El historial de decanos que he conocido -el primero para mí fue Manuel Pascual- diverso en modos e ideologías propias, nunca ha carecido de un marchamo de prestigio profesional y profundo conocimiento del oficio, ni de iniciativas enriquecedoras para el ejercicio de la arquitectura y la reivindicación razonable de la imagen del arquitecto y de la figura de los asociados o colegiados. Por cierto, con algunas repeticiones históricas -como las de Alberto Peñín y Filiberto Crespo- una sucesión de varones. El último, Luis Sendra, ha agotado sus dos mandatos consecutivos.
No es de extrañar, en consecuencia, que sean más las coincidencias que las discrepancias que se desprenden de sus respectivos programas electorales que he estudiado con atención e interés. De hecho, en su conjunto son parejas a las inquietudes en el mundo, académico, teórico e investigador. Y aunque expresadas de manera disciplinar, tampoco son distantes de los requerimientos sociales y económicos, de usuarios y sector productivo (promotores y constructores). Muy oportunas en tiempos críticos sobre modelos territoriales urbanos y rurales, especialmente agudos en materia de vivienda y de vivienda social, y en los que los arquitectos debemos ejercer y cumplir con nuestra responsabilidad en cuestión tan relevante para el bienestar humano.
Es de valorar el tesón y la coherencia de Salvador Lara, profesor titular de la Escuela de Arquitectura de Valencia que nunca ha dejado de ejercer con honestidad y calidad la profesión, al consolidar de nuevo y seis años más tarde -sin duda más maduros- el mismo equipo de tres mujeres y dos hombres con el que entonces compitió por el decanato. Aceptaron con deportividad la victoria del adversario (a quién yo entonces apoyé, por cierto) y no hay registro de un solo gesto de hostilidad hacia el vencedor desde aquel día.
De la lectura detallada del programa y por el conocimiento personal que tengo del equipo, encuentro razones que me animan a valorar su apuesta. No en vano -como él mismo sugiere- Voro Lara está entre los más jóvenes de una generación de profesionales que ya vamos declinando, mientras permanece activo entre los más maduros. Y no creo equivocarme cuando percibo en su talante, y en el de su equipo, un espíritu emprendedor y comprensivo, inclusivo si se quiere, que va más allá del ensimismamiento o la cicatería gremial. Y se compadece mejor con la figura histórica del oficio de arquitecto, hoy enriquecido por la relevante aportación tecnológica en la calidad del resultado proyectual. Contextualizada también en la sociedad civil y en diálogo y asesoramiento de las instituciones públicas.
La defensa de los valores patrimoniales del territorio y de la arquitectura, incluyendo la arquitectura moderna y los espacios naturales, y los que están en proceso de despoblación, no son aspectos ajenos al perfil de esta candidatura.
Por ello me he animado a introducir en mi columna semanal de opinión de ESdiario, esta personalísima “cuña electoral”, escrita sin desdeño alguno hacia la alternativa sobre la mesa que encabeza Rosa Castillo. Conoceremos el resultado antes de las europeas. Y sin sobresaltos.