Food for profit
No dejes de ver el documental Food For Profit. Lo que ocurre con las granjas y mataderos no es patrimonio nacional.
El pasado viernes se estrenaba en cines Food For Profit, un documental de investigación que muestra la terrible realidad de algunas granjas que reciben subvenciones públicas y cómo en los despachos de nuestros representantes públicos, a puerta cerrada, los grupos de presión (lobbies) trazan con ellos las estrategias para conseguir sus objetivos.
Comer carne, huevos y tomar leche es algo con que la mayoría de personas hemos crecido. Es algo que asumimos con total normalidad. Algo que pocas veces se cuestiona. Sin embargo, gracias a los medios tecnológicos y las redes sociales, el impacto que tienen las investigaciones y el trabajo de activistas es amplio y contribuye a plantearse qué les ocurre a los animales explotados en las granjas.
El sector ganadero, consciente de la creciente consideración social hacia los otros animales, ha emprendido desde hace algunos años una estrategia comunicativa para transmitir una imagen bucólica de vacas a las que se acaricia o pianistas que tocan para ellas, consiguiendo que duerman mejor. Todo ello para lograr una mejora en su imagen reputacional.
Sin embargo, la realidad de los animales que viven en las granjas es un infierno al que se impide acceder, con una normativa de supuesto “bienestar animal” que permite que a los cerdos se les ampute el rabo o se les castre sin anestesia, que sus madres pasen semanas en jaulas parideras en las que ni siquiera pueden ponerse en pie o darse la vuelta o que a los pollitos macho se les triture vivos. Por poner tan solo unos ejemplos.
En estos casos citados, me estoy refiriendo a situaciones que cumplen con la legalidad. Pero desgraciadamente la legalidad no siempre impera, las inspecciones son insuficientes y las sanciones brillan por su ausencia. Pese a lo difícil que es acceder a documentar qué ocurre en las granjas, en nuestro país nos hemos estremecido en los últimos años con noticias que han sacado a la luz granjas de los horrores en toda nuestra geografía.
Qué hacen las administraciones
En Fuente Álamo (Murcia), operarios golpeaban y clavaban barras de acero a cerdos, incluso a una de las cerdas le hacían un corte en el abdomen y, estando todavía viva, hurgaban en su interior y le sacaban todos los órganos y a sus lechones. Moría después desangrada.
En Titaguas (Valencia) cientos de ovejas desnutridas y con heridas convivían con la pila de cadáveres en que se amontonaban las ya muertas. El ganadero las había abandonado dejándolas encerradas a su suerte.
En Burgos hemos conocido hace apenas unas semanas el caso de una granja que contaba con un sello de “bienestar animal”. Pese a esta supuesta garantía, los cerdos presentaban heridas infectadas y hernias que les impedían incluso moverse. A los cerdos los operarios les golpeaban, les daban patadas y los movían de un sitio a otro utilizando picanas eléctricas.
¿Qué hacen las administraciones para evitar estas situaciones?
En lugar de promover inspecciones continuas sin aviso previo para garantizar que al menos la normativa se cumple y velar porque esos animales, indefensos y encerrados en instalaciones opacas y herméticas, no sufran más de lo que establece la ley, que es ya mucho, vemos que en ocasiones se apresuran a desmentir de inmediato los hechos, afirmando que la granja cumple con toda la normativa (como en este último caso de Burgos).
Difícil es olvidar a la ex-ministra Tejerina, dando la cara por el sector, sin siquiera haber visto las imágenes emitidas por un conocido programa de televisión. Este mostraba el interior de una granja proveedora de una conocida empresa cárnica de Murcia, donde los animales presentaban malformaciones, arrastraban tumores sangrantes y agonizaban.
Si este comportamiento de los poderes públicos es difícil de entender, en ocasiones la actitud de la administración es todavía más preocupante. Como ocurrió con el caso de un matadero de Tarancón, de una conocida empresa cárnica suministradora de una importante cadena de supermercados. Los veterinarios de la Junta de Castilla la Mancha denunciaron que los cerdos no estaban el tiempo suficiente en aturdimiento y llegaban conscientes al degüello, con el sufrimiento adicional y totalmente innecesario que ello conlleva para los animales. La empresa se quejó de los veterinarios y desde la Junta, lejos de tomar cartas en el asunto y velar por el interés general, se plegó a las órdenes de la empresa y los veterinarios fueron expedientados y apartados de su puesto de trabajo.
Sabemos que hay un gran interés porque lo que ocurre verdaderamente dentro de las granjas no salga a la luz. Nadie quiere ver cómo se maltrata de esa forma a los animales que más tarde acabarán en su plato. Pero que no se vea, no quiere decir que no exista.
¿Por qué mueve más a la administración lavar la cara del sector que atender a la creciente demanda social de un mayor respeto a los animales? Ante esto, ¿qué podemos hacer?
La única forma de no contribuir a este infierno para los animales, oculto tras los inexpugnables muros de las granjas y los mataderos, es optar por una dieta exenta de productos de origen animal. Puede parecer complicado, pero en la actualidad hay infinitas alternativas e información exhaustiva en Internet. Tanto para la elaboración de las recetas, como para encontrar a profesionales que nos puedan ayudar a gestionar esta transición de forma correcta.
Por otra parte, no dejes de ver el documental Food For Profit. Lo que ocurre con las granjas y mataderos no es patrimonio nacional. Llega al más alto nivel de la política europea. Y se paga con tus impuestos.
Este próximo jueves, en cines Yelmo Campanar a las 20:20 h habrá un coloquio posterior a la proyección que aportará la visión de quienes rescatan animales considerados “de granja”. En este caso, Santuario Compasión Animal.