El Bigotes en Netflix
Los protagonistas de las teleseries y similares, tienen la oportunidad de contar “su” verdad a los telespectadores y pueden construir “su” justicia en el ámbito de la percepción pública.
Reconozco que es infopinión, no información propiamente dicha. ¿Se lo imaginan? A estas alturas de la película no sería descartable amanecer un día con que Netflix programa una serie sobre las correrías de Álvaro Pérez, conocido popularmente como El Bigotes. El protagonista de esta historia va agotando sus últimas vivencias penales derivadas de su condena por el caso Gürtel y su trayectoria es sobradamente conocida, si damos fe de las crónicas periodísticas que durante más de 15 años han acompañado el caso. Pero la realidad publicada a veces no coincide con otras realidades, a veces igual de verídicas. Poco se ha hablado de la versión de los hechos que sus propietarios atesoran en los hechos que llevaron a prisión a consellers como Rafael Blasco o Milagrosa Martínez, pero las conoceremos también, ya verán. La historia se conoce también a través de los 16/9 de la pantalla y aunque la verdad jurídica penal es indiscutible, no es absoluta.
Los protagonistas de las teleseries rollo 'real crime' y similares, tienen la oportunidad de contar “su” verdad a los telespectadores y, por tanto, pueden construir “su” justicia en el ámbito de la percepción pública. En ese sentido, Netflix y otras plataformas tienen la insondable capacidad de reescribir la historia, de que las cosas pasen a ser como nos las cuentan, no como ocurrieron realmente o no exactamente como los jueces dictaron. No hay que llamarse a andana, siempre ha sido así. Las series que mejores críticas han recibido en los últimos tiempos no han estado exentas de críticas, valga la redundancia, porque “ficcionan” la realidad en función de distintos intereses como la negociación con los protagonistas por la cesión de derechos, la espectacularización de los guiones o el sesgo político del guionista. El Gobierno Británico, por ejemplo, llegó a pedirle a Netflix que dejara claro que The Crown era una serie de ficción, no un documental.
En el solar patrio, cobraron fortuna recientemente teleseries como la que ha emulado el infanticidio que cometieron Porto y Basterra sobre la niña Asunta o las andanzas de la Guardia Urbana de Barcelona y el asesinato de un policía perpetrado por su pareja y su amante. En política sucede tres cuartos de lo mismo. Hay que ver cómo ha contribuido la gestión del relato, muy deficiente por parte de la derecha española y valenciana en particular, a la hora de generar estados de opinión que condenaban a priori a los políticos del PP en esta ocasión por su vinculación a distintos casos judicializados de corrupción. La exoneración de Paco Camps de sus responsabilidades penales coincide con el estreno de una obra de teatro que, precisamente, se escribió tras el llamado “juicio de los trajes”, del que también salió absuelto el ex Molt Honorable. Estos días escuché, por cierto, una entrevista radiofónica al eximio actor Javier Gutiérrez, que protagoniza ahora el estreno -con años de retraso- de “El Traje”.
La pieza, escrita por el dramaturgo Juan Cavestany, se estrena de nuevo en Madrid 10 años después de su alumbramiento inicial, muy condicionado por el caso Camps. Contaba Gutiérrez a Carlos Alsina que reestrenaban la obra porque había que corregir la historia y que en esta segunda etapa han reescrito el guión para adaptarse a la realidad -menos mal-. Pero no se engañen. Ese tema de los trajes fue el primer hito en la estrategia del PP madrileño y determinados estrategas y terminales mediáticas vinculadas a la progresía, pero también al statu quo mesetario que andaban obsesionados con despejar al córner mediterráneo el relato de la corrupción.
La estrategia funcionó. Medios en general, televisiones y tertulias convirtieron el Reino de Valencia en una especie de puerto de arrebatacapas del trapicheo y aunque la realidad restó en parte solvencia a la manada de relatores, el mal ya estaba hecho. La Comunitat Valenciana, ni en calidad ni en cantidad, fue nunca ni mucho menos el bancal donde más se robó. Sí lo fueron Cataluña, Andalucía… y Madrid. La obra de Gutiérrez se estrena en un momento idóneo en todo caso, porque parecemos anestesiados a las noticias sobre corrupción que afectan al entorno del presidente del Gobierno ya sin escandalizarnos en exceso. La corrupción está vigente y su relato también, así que estaría bien que la dramaturgia ahora acudiera a otras fuentes, como el “Begoñagate”.
Lo de Mompó
Cambiando de tema, pero ligado con lo anterior, las generaciones que hoy lideran aquél PP de Camps son otras. Así que cuando Paco Camps habla de “su PP” como la Arcadia a la que aspira a volver, quizás sea un espejismo aquello que avizora porque ese PPCV ya no existe. Las organizaciones políticas cambian y sus líderes también. Ayer en el foro Sky de Líderes que organiza este periódico, era el turno de escuchar a Vicente Mompó, líder del PP de la provincia de Valencia y presidente de la Diputación de Valencia. La crónica del foro que pueden leer en la pantalla de ESdiario ya detalla como transcurrió el evento pero yo me quiero centrar, brevemente, en lo que le ocurrió a Mompó en el mitin de cierre de campaña en Valencia hace ahora más de una semana, en el que algún energúmeno le afeó que hablara en valenciano en su discurso.
Estos días se ha señalado a Vicente Mompó porque no ha conseguido su partido, el PP, ganar en su pueblo, Gavarda, en estas elecciones europeas. Todo el mundo sabemos que existe una notable discriminación de voto en función de la convocatoria electoral y el fin de la misma y que los votantes optamos inteligentemente en cada convocatoria. Sin ir más lejos, la líder socialista Diana Morant también perdió en Gandia, que es su cuna. Debe saberse también que Mompó perdió por un solo voto en su pueblo y que siendo en la actualidad su alcalde tiene más mérito porque encadena victorias municipales en un ámbito de demostrada tradición de izquierdas. Es decir, los gavardinos le votan mayoritariamente como primer edil independientemente de su condición ideológica.
Dicho esto, a Vicente Mompó yo le animo personalmente a que continue utilizando el valenciano como herramienta principal de comunicación y que lo use en los mítines o allá donde le salga de las narices. El líder popular provincial debe mantenerse firme en la convicción natural que consiste en usar su lengua materna, que la puede entender cualquiera, venga de donde venga, y más en un mitin que se celebre en la ciudad de Valencia y quien no lo entienda, que estudie. El PP debería mostrar su apoyo a Mompó en estas circunstancias, que se repiten con demasiada frecuencia -nada preocupante-, y dejar claro a su militancia que si somos libres y nos llenamos la boca de “libertad” para elegir educación, independencia económica o creencia espiritual, también la libertad sirve para sentirnos orgullosos de la lengua que hablamos y compartimos.
Es un PP moderado y valencianista, sin complejos de lo español, el que obtuvo mejores resultados en la historia política de la Comunitat. Los grandes eventos, con sus matices, un discurso sin complejos y una forma de manifestarse genuinamente valenciana con ambición de trascender en el mundo es, precisamente, lo que provocó las envidias de unos y los celos de otros, miserias humanas que tuvieron mucho que ver con lo que aconteció después en cuanto a la batalla reputacional y la estrategia de ganar por otras vías lo que consiguió en las urnas.
Vicente Mompó, presidente de la Diputación de Valencia, en el foro 'Sky Líderes', organizado por ESdiario y Doyou Media
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