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Jornada 'El curso del cambio', organizada por ESdiario en el Ateneo de Valencia

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Acudo a la llamada de Álvaro Errazu, responsable en la Comunidad Valenciana de este periódico, para asistir a una mesa redonda en el Ateneo Mercantil de la capital comunitaria, con dos temas y ponencias muy recurrentes (por necesarias) a principios del curso político y académico. La primera sobre: “Las Universidades públicas valencianas. El Espacio Europeo de Educación y los rankings”, presentada por Benjamín López, director de ESdiario.

El Ateneo todavía conserva ese empaque de la burguesía y la intelectualidad en la Renaixença valenciana entre finales del XIX y principios del XX, como un superviviente a caballo sobre las primeras vanguardias artísticas y en la contemporaneidad de la Inteligencia Artificial (IA). Por eso resulta interesante escuchar a los/as ponentes disertar, no siempre coincidiendo, acerca de una universidad pública masificada, aunque ahora se hagan subgrupos, gracias a los profesores adjuntos, y las universidades privadas y su libre elección profesoral, obviamente más caras en matriculación y mantenimiento del alumno, pero también más cercanas a éste en el ámbito docente-práctico. Me gustó la intervención la Secretaria autonómica de Universidades Esther Gómez Martín, con esa frialdad de cálculo que tienen los ingenieros/as para reconstruir las obras públicas, en este caso la herencia de la Educación Superior que el PSOE PSPV, Compromís y podemitas “sumados”, dejaron con su fácil conformismo del “café para todos”, y dando carambola al Gobierno central, otro más que reforma la Ley de Educación, y van ¡ocho! desde que volvimos a la democracia.

Quieren evitar, Carlos Mazón y otros dirigentes peperos de la mayoría de las comunidades autónomas, el intento socialista para aprovechar el descenso de la natalidad (en beneficio de la ratio comparativa) con privados y concertados (enseñanzas primarias y medias), mientras los populares con buen criterio liberal, no promocionan distingos con quienes se juegan su propio dinero y con quienes juguetean con el ajeno de todos nosotros. José Antonio Rovira, conseller del ramo, ha sido muchos años profesor de la Universidad de Alicante, y sabe de esto “bastantemente” que diría García Márquez. Por eso debe pensar que cuantas más universidades privadas haya, mayor descarga de alumnos tendrán las públicas, y que el prestigio hay que trabajárselo más allá del cargo funcionarial y las oposiciones como sobre la rentabilidad futura.

Al hablar de la ratio de calidad, poco menos que resultó imposible la coincidencia, pues dependiendo del estudio y estructura previos, saldrán las consecuencias a favor de unos u otros posicionamientos, pues también lo que dice la Unión Europea puede ser manipulable porque tanto las cifras como los conceptos son muy sufridos e interpretables. Dime lo qué analizas y te diré quién eres.

Después del café, y calmar la inclemente “nicotinidad”, pasamos a la segunda mesa redonda sobre: “Novedades del curso 2024/2025: Distrito Único y Uso de las lenguas cooficiales”, conducida por la periodista de esta casa, Sonia García. Aquí el lío y la controversia ya estaban anunciados antes de la salida del sol. La mayoría coincidió en que son los padres, siempre que se pueda (cuidado con eso), quienes debieran elegir dónde estudien sus hijos. Como escribí más arriba, la “concertada” (entidades empresariales, religiosas, etc.) se sufraga y mantiene en gran parte con dinero público, es decir, de nuestros impuestos, pero también justo es remarcarlo, se inspecciona regularmente por funcionarios de la Administración.

Presumiblemente, y estando en Valencia capital, la traca tenía que saltar con la eternizada cuestión del bilingüismo, y las isoglosas: según la RAE: “Línea imaginaria que en un mapa representa los límites de un mismo fenómeno lingüístico con los puntos intermedios entre ambos”. Los socialistas, presionados por Compromís (“Conditio sine qua non” para gobernar), impusieron el valenciano, incluido cierto sucursalismo con el catalán de Pompeu i Fabra, por encima de Sanchis Guarner, en zonas de la Comunitat y Comunidad Valenciana en la que jamás habían oído una palabra que no fuera en castellano desde la Guerra de Sucesión (1701-1705). Una barbaridad impropia en democracia: en lugar de introducir y potenciar al valenciano en los más de 140 municipios de habla castellana, sólo se consiguió animadversión por la exigencia (documentos oficiales o de empresas ligadas a la administración, asignaturas suspendidas, interrelación con el ciudadano, etc.). No siempre la letra con sangre entra.

Ignacio Martínez, director general de Ordenación Educativa y Política lingüística, aseguró que el impositivo estatus actual cambiaría, pero no sin antes hacer un estudio pormenorizado, incluso por ciudades y pueblos limítrofes (Elda-Petrel, ejemplo manifiesto), dando mayor libertad a los centros que son quienes mejor conocen a su alumnado y necesidades lingüísticas. Esperemos que así sea, o, de lo contrario, que los padres lo demanden en cumplimiento del artículo 149 de nuestra Constitución. Conste, soy bilingüe, que nadie en la larga mesa del Ateneo fue contra el idioma cooficial, sin embargo, hubo coincidencia en que el valenciano debe apoyarse en las zonas donde fue, es y debe seguir siendo lengua madre; lo contrario, como ya se ha demostrado en Cataluña o el País Vasco es utilizar el idioma como un arma política soberanista; algo que ya había advertido en la anterior mesa el Director de Comunicación y Marketing en À Punt Media, Benjamín Marín, separándose de sectarismos que nos impulsan a cambiar de canal.

En definitiva, jornadas interesantes y aleccionadoras en controversia, si bien uno, patriota del “Sur también existe”, echó de menos mayor presencia alicantina, aunque a mi lado tenía a mi buen amigo Manolo Avilés, que sabe mucho de encerramientos, aunque sean lingüísticos, pero claro, ambos éramos conscientes de que estábamos en el cap i casal.